• Cormoranes, aves acuáticos, típicas del Amazonas.
  • Son las 5.35 de la madrugada en el Amazonas y este es el amanecer que podemos observar.
  • La anaconda nos muestra que no tiene dientes, parece indefensa.
  • La pesca de pirañas fue todo un éxito, aquí mi almuerzo
Crédito fotografía: 
Fernanda Zepeda
Cazar anacondas, almorzar pirañas, bañarte con delfines rosados mientras estás a metros de cocodrilos y caimanes es posible y mucho más cerca de lo que se piensa. Todas estas actividades las realizamos en tres días y dos noches en el Amazonas boliviano.

Por Fernanda Zepeda Monroy

Brasil, Perú, Colombia, Bolivia, Venezuela, Ecuador y la Guayana Francesa, son algunas de las opciones para ingresar al Amazonas. En esta oportunidad, se eligió Bolivia como puerta de entrada a la selva amazónica, la razón de la elección fue, principalmente, porque el Amazonas boliviano es denominado el ingreso “más virgen”, pues no hay una alta demanda turística como la que existe en Brasil, por ejemplo.

Julio fue el mes elegido para tomar una de las aventuras periodísticas, hasta ahora, más salvajes que hemos vivido. Luego de haber viajado desde La Serena a Santiago para tomar un avión que nos llevaría hasta La Paz, para proceder a aventurarnos en la mítica, temida y aterradora Carretera de la Muerte, único paso por tierra habilitado para llegar a la selva.

Finalmente, llegamos a la orilla del río Beni, donde se toman las canoas que navegan durante tres horas hacía el corazón de la selva.

Mientras nos interiorizamos al Amazonas nos percatamos que a un costado del rio un caimán observaba atento, no movía un hueso, la canoa siguió avanzando y mientas más se introducía en la selva, más animales se podían observar. De repente Diego, el guía turístico, indicó, “silencio, hay delfines” y continuó explicando que nadar con delfines es difícil porque son escurridizos, por lo que sí alguien quería tener la experiencia de bañarse con ellos esa era la primera oportunidad. Me saque los bototos, mi polera y salté al río Amazonas, los delfines nadaban muchísimo más rápido que yo, por lo que no pude alcanzarlos. Primer intento fallido, pero refrescante.

 

EL AMANECER DE LA SELVA

Despertar en la selva es algo más natural y fácil que en la ciudad, porque son los animales los encargados de avisarte que amaneció. A las 5 nos subimos a la canoa para ir a buscar donde aparece el sol. Luego de unos 40 minutos navegando se logró llegar a lo que fue definido por Diego como “el escenario perfecto”, tomas asiento en el suelo para dejarte absorber y maravillar por un naranjo intenso, mientras escuchas a los monos aulladores despertar a la selva. Resulta que en el campo son los gallos los que avisan que amaneció. Esa función en el Amazonas la cumple el mono aullador.

Mirar a tu alrededor, ver una inmensa cantidad de árboles, arbustos, flores, algunas venenosas, otras, según lo que indican los nativos, curan el veneno de las serpientes, una fauna rica en especies exóticas, como la capibara, el roedor más grande del mundo, que llega a medir 1.5 mt. y  a pesar 50 kg. Reconocido como un buen nadador. El perezoso, definido por los nativos como “el animal más bueno de la selva”, pues “si fuera por él no comería una hoja con tal de no hacer daño”, o el pájaro vaco, una garza que sorprende por su canto que simula el sonido que hace la vaca.

 

El humano versus los depredadores del Rio  y la Tierra

Llega el mediodía y es hora de ir a pescar nuestro almuerzo, unas ricas pirañas. “Toma tu carnada” dijo Diego y me entrego un trozo de carne fresca, “ahora pon la caña en el agua, cuando sientas que pican y tiras la caña, debes sacarlo con fuerzas”, explicó. ”Las pirañas bebés se liberan”, me advirtió, “porque así se conserva la especie”, estuvimos ahí unas dos horas y logramos pescar 15 pirañas, la mayoría pescadas por Diego, el guía.

Entramos al comedor para entregar nuestra pesca a las mujeres cocineras, nos explicaron que el pescado se comía asado y no se realizaba ningún procedimiento previo a la cocción, es decir, lo asaban con cabeza y piel. Espere ansiosa esos minutos mientras se cocía mi almuerzo, hasta que finalmente llegó a mis manos, tome una piraña, la pelé con mis manos, tenía muchísimas espinas, probé un trozo y me preguntan ¿qué te pareció?, “sabe a pollo” respondí.

Al terminar el almuerzo, era hora de ir en busca de la temida anaconda. Temida en la selva porque no mata a sus víctimas con veneno, lo hace sujetándolos con su mandíbula para aferrarse a ellos con el fin de enroscarse alrededor de su cuerpo y finalmente asfixiarlos., por lo que nuestro cuidado eran principalmente nuestras piernas, y si llegábamos a cazarlas, lograr que ellas no se enroscaran en nuestros brazos.

Como la finalidad de cazar una serpiente era para conocerla, no asesinarla, no podía ir cubierta de repelente, porque les quema la piel y además, los brazos y manos debían estar con el agua y barro de las pozas donde ellas habitan, para que el Ph humano no cree alguna alteración en su piel. Caminamos varios kilómetros y horas, hasta que dimos con una, por su tamaño y peso no tenía más de 4 años, sacarla de su agujero nos costó mucho porque realmente hizo resistencia. Hasta que pude tenerla en mis manos, estaba tranquila, los guías nativos decían que era porque “ellos presienten cuando una persona tiene el alma pura y no quiere dañarlos”.

A las 20 horas retornamos a las cabañas. Volver en el anochecer es una experiencia muy distinta a la que se vive en el día, hay especies que son nocturnas, como los caimanes y cocodrilos, que son mucho más despiertos y ágiles de noche y más rápidos en el agua. Por lo que sacar las piernas y brazos de la canoa es todo un riesgo.

 

Nadando con la leyenda del delfín

Al tercer día por la mañana, la meta es nadar con los delfines. Sucede que cuando hay delfines cerca ningún depredador les hace daño a los humanos. Diego cuenta que los delfines nos defienden y nos cuidan por alguna extraña razón. Avistamos delfines, me lancé a nadar, está vez con bikini, pues al tener menos ropa tenía menos peso. A los 20 minutos nadando en el río comencé a sentir mis brazos y piernas muy cansados. Amir, uno de los nativos, se percató y acercó su canoa, no podía subirme con la agilidad que lo hacía antes, Amir tomó mi brazo y me subió a la canoa y comienza a contar que “el agua del Amazonas es muy espesa, tiene mucha tierra, esa tierra se pega en la piel y te asfixias, los animales normalmente no matan, te comen cuando ya estás muerto”, dice  y me comentó que existe una leyenda en la zona que indica que los espíritus de las personas ahogadas quedan atrapados en los delfines rosados. Respiré y descansé unos minutos para volver a mi desafío de nadar con los delfines, me rozaron una pierna, luego la espalda y luego me tiraron agua. Por mi parte, les devolví su agua y jugamos un rato hasta que se fueron.

Volviendo a las cabañas nos encontramos con los impresionantes, juguetones y ladrones monos amarillos conocidos también como monos ardillas, unos pequeños monitos de no más de 50 cm. Apareció uno, le di plátano y luego estaba con 7 monos en mi cuerpo, tocaban mi cabello y mis manos, en el árbol había otros 20, resulta que aman a los humanos o mejor dicho, las cosas de los humanos, y viven en manadas de entre 30 a 50 monos, no son violentos, dejan que los acaricies y algunos aman tanto las fotografías que incluso posan para ellas, y sí, son 100% salvajes.

“El Amazonas es nuestra realidad”, cuenta Diego, “queremos que todos vengan y vean que los animales son indefensos, algunos incluso nos tienen miedo, tú no atacas si no te sientes amenazado, asi también funcionan los animales”, concluye.

Recorrido

Salimos desde el aeropuerto de La Serena, para hacer una escala en Santiago, la cual nos llevaría a nuestra primera parada, la capital de Bolivia: La Paz.

Llegar al Amazonas desde La Paz es un viaje que puede realizarse en bus y pasar por la mítica, temida y aterradora Carretera de la Muerte. Pero si lo tuyo no es precisamente viajar 15 horas en un bus donde desconoces si saldrás vivo para contarlo, puedes llegar en avión, vía Amazonas, que es una de las aerolíneas lowcost de mejor calidad del país.

El destino al que llegan buses y aviones es Rurrenabaque, llamado por los habitantes de la zona como “Rurre”. Tiene un clima tropical, 28°C a la sombra o de noche, debes ir preparado para usar tu short y polera. En los terminales de Rurre encuentras los taxis que son denominados “toritos” y mototaxis, que desde el terminal de buses o el aeropuerto a la plaza principal del pueblo cobran unos $500 pesos chilenos, en el mismo pueblo se encuentra una gran cantidad de tours que ofrecen llevarte al Amazonas.

 

Viajar con nativos

Se escogió la agencia Escorpión Travels para el tour en el Amazonas, porque ofrecen una experiencia única en la selva, pues los guías turísticos son nativos de la zona, personas que han salido de la selva para mostrarla, mi guía se llamaba Diego y toda su familia vive en tribus.

Los precios de los tours pueden variar desde los $120.000 hasta los $250.000 y todos ofrecen exactamente lo mismo, 3 días y dos noches en el Amazonas, all inclusive, que es lo recomendado para un turista.

 

Equipamiento básico

Mochila 45 kg, $44.990

Repelente 165 ml, $6.490

Bloqueador factor 50, $2.990

Linterna, $6.990

Bototos, $69.990

Jockey, $3.990

 

 

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