• 1. Jessica Bravo ya puede mirarse al espejo con aprecio. Sin embargo, por mucho tiempo se odió a si misma por culpa del alcohol.
  • 2. Viviana Casanga tiene seis meses de embarazo y apenas supo que estaba esperando su cuarto hijo, dejó de consumir pastabase. Ha vivido de todo, al punto de vivir incluso en situación de calle.
  • 3. Jessica ha encontrado en los mosaicos y en las artes manuales en general una forma sana y creativa de aprovechar el tiempo libre y alejar los fantasmas del pasado.
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El Día
El Centro Madre Paulina, que tiene lugar en el sector de Las Compañías, le da la oportunidad a mujeres mayores de 18 años de comenzar a rehacer sus vidas luego de conocer de cerca el dolor de vivir atrapadas en alguna adicción. Si bien hoy le sonríen a la vida gracias al apoyo de esta entidad es que administrada por la Fundación Casa de la Esperanza –con recursos entregados por Senda y el Ministerio de Salud- ellas debieron tocar fondo para tener una nueva oportunidad.

Había sonrisas, carcajadas y más de alguna anécdota. También lágrimas por ahí, ya que los recuerdos se agolpaban en las mentes de mujeres comunes y corrientes, pero que están llenas de valentía y de amor propio. Es lo que se vivó en el Centro Madre Paulina del sector de Las Compañías, donde los testimonios se hacen carne.

Sin embargo, lo que hoy es una poderosa muestra de esperanza, en algún minuto fue dolor, soledad, vergüenza, rabia e impotencia. Es lo que vivieron ellas, mujeres fuertes que tienen la valentía para contar lo que han vivido y asumir una verdad ineludible. “Si, somos vulnerables y fallamos, pero nos levantamos”, señaló una de las protagonistas que esta historia que no es una novela ni una película: son hechos reales de los que nadie puede ser indiferente, o mejor dicho, de los que nadie está exento. Son sobrevivientes de la adicción al alcohol y las drogas, que con mucha valentía están dispuestas a relatar lo sucedido y así ayudar a otras que necesitan de una palabra y de un remezón.

Esta entidad, que es administrada por la Fundación Casa de la Esperanza con recursos del Senda y el Ministerio de Salud, cuenta con un equipo multidisciplinario que apoya en variados aspectos a estas mujeres, pero sobre todo entregando cariño, comprensión y devolviendo la sonrisa a quienes vieron en la bebida y en otras sustancias un amigo que finalmente las traicionaría, llevándolas a un pozo del que cuesta mucho salir.

AHOGAR LAS PENAS

Jessica Bravo Cortés es de la ciudad de La Serena, y si bien es cierto bordea los 50 años, hoy por hoy está sonriente y radiante, con una actitud que llena de entusiasmo y esperanza a cualquiera que quiera oírlo. Sin embargo, esta imagen dista mucho de lo que ella vivió en años anteriores, cuando se lanzó en un resbalín peligroso que parece no terminar: el alcoholismo.

“Estoy en el centro desde hace aproximadamente cinco meses. Yo llegué acá muy mal, con una depresión muy grande por el rechazo familiar y el rechazo social. Y perdí mi trabajo, porque uno se pone muy irresponsable. Cuando llegué a la fundación, me recibieron muy bien, tuve muy buena acogida, pero yo llegué en unas condiciones deplorables. Lo bueno es que conté con el respaldo de un siquiatra y terapeutas y lograron sacarme de esta situación, porque yo sinceramente toqué fondo, no se puede calificar de otra manera”, indicó.

Jessica recordó que llegó hasta el centro Madre Paulina gracias al dato de una asistente social del Hospital de La Serena, y tuvo la posibilidad de recibir el respaldo que necesitaba en el momento preciso, porque su consumo de alcohol era altamente problemático. “Era un consumo verdaderamente excesivo, y como yo manejaba plata, la gastaba en eso. Cuando unaestá en el consumo, lo ideal es no contar con mucho dinero en los bolsillos.  Porque el alcohol es una adicción lícita, que se puede encontrar en cualquier parte”, acotó.

Recordó que sus costumbres fueron variando y adecuándose fundamentalmente en relación a la situación económica. “Uno se empieza a aprender las ofertas, sabe dónde está más barato. Yo comencé tomando whisky, después me cambié al ron, luego pasé al pisco y terminé en el vino. Uno no se da cuenta que va decayendo hasta que ocurre”, indicó.

Para Jessica no es fácil dar una entrevista como ésta para diario El Día, pero lo hace con convencimiento, con la seguridad de que está entregando un testimonio que será importante. “Tal vez mis hijos se van a enojar, pero yo pienso que puede ser importante para las personas que están en estos momentos con el problema de las adicciones. Es valioso que las personas sepan que existen centros como este que a una la pueden ayudar y salir adelante, sin sentir la discriminación a la que una se somete en otras partes”, subrayó.

Si bien es cierto el consumo de alcohol es perjudicial para la salud de cualquier persona y en cualquier edad, a juicio de Jessica existe machismo en la materia. “Lamentablemente, el consumo entre las mujeres sigue siendo muy mal visto, más que en los hombres. La gente dice ‘ahí va la alcohólica, la borracha’, por ende para mí es un desafío decir que estoy en rehabilitación. De hecho, si bien se trata de una situación un tanto superficial, yo al llegar estaba pesando cerca de 130 kilos y ahora estoy en 88”, indicó en medio de lo que considera un gran logro.

Pero no todo es abrazos, porque en medio de este proceso sufrió una fuerte recaída. “Me costó superarla, por vergüenza, por pena y por sentir que le había fallado a toda la gente que confió en mí, pero el apoyo que me dieron fue superior. Uno vuelve a recuperar la confianza”.  

Es importante, según su experiencia, consignar que mucha gente empieza a “hacer el vacío” por esta situación. “Una al final termina sola. De hecho, en este momento no tengo amigas y la gente con la que comparto es la de la fundación. Con ellas conversamos y por medio de los talleres nos apoyamos mucho. Hay uno de mosaico que por lo menos a mí me encanta.  Me gustaría en un futuro no muy lejano hacer mi taller propio, comprar mis herramientas y lograr este objetivo”, aseguró.

El consejo para quienes están pasando por el trance del alcoholismo, en palabras de Jessica, es asumir que existe un problema, dejarse ayudar y posteriormente no dejar de estar alerta. “El alcoholismo es para toda la vida. A una, por ejemplo, no la invitan a los cumpleaños ni a los asados, porque una es una bebedora problema. Una no lo hace socialmente; al principio sí, pero luego una se hiperventila y a la gente no le gusta mucho eso. El llamado que yo hago es uno solo: que se acerquen a los lugares donde podrían orientarlos. Antes de llegar a Madre Paulina, yo me sentía mal, fea, gorda y ahora me siento linda, inteligente y capaz de muchas cosas”, enfatizó con una sonrisa en los labios.

AUTODESTRUCCIÓN

Viviana Casanga Díaz, de 28 años, es otro de los valientes testimonios de mujeres que han decidido dar la cara y hacer frente a la difícil carga que han tenido que afrontar.  Su gran lucha es la adicción a la pastabase, droga que en forma rápida deteriora la salud mental y física de quien la fuma. Y no es para menos, pues según el Senda, es un derivado de baja pureza de las hojas de coca, que contiene sustancias tóxicas para el organismo, como plomo, ácido sulfúrico y parafina. Genera una baja de peso y problemas de absorción de los alimentos en lo físico, y en lo emocional altera el estado de ánimo y provoca angustia, irritabilidad y depresión.

“Vivi” habita en Las Compañías y actualmente está embarazada. Y si bien lleva sólo dos semanas en la fundación, son cerca de seis meses sin consumir esta poderosa y destructiva droga tras enterarse que esperaba un hijo. “Me acerqué para que me ayudaran con un importante proceso de preparación. Yo ya estuve aquí antes, recaí, pero ahora no quiero volver a pasar por todo lo terrible que fue”.

Viviana recordó que incluso, por culpa de esta nefasta droga, estuvo en situación de calle, robando y viviendo en diversos lugares, debajo de puentes y otros sitios, con el único propósito de consumir pastabase. Y este renacer, en gran parte, se debió al apoyo que le entregó su actual pareja. “Ahí comencé a luchar de nuevo por la vida, porque yo ya tenía dos hijos y ellos necesitaban de mi apoyo. Ahí fue cuando tomé la decisión definitiva de dejar las drogas”, argumentó.

Esta joven valiente admitió que en un momento dado su situación se hizo verdaderamente insoportable, intratable. “Esta es una droga que no se puede dejar por si sola. Y si uno no recibe ayuda, uno se consume y no se da cuenta, hasta cuando se está en el lodo. Me costó mucho dar el paso”, admitió.

Ella estuvo mucho tiempo en esa peligrosa dinámica, pero hubo dos años en que la situación se hizo intolerable. “Fumaba todos los días, y para conseguirla llegaba al punto de robar si era necesario”, reconoció.

Viviana llegó a la fundación tras pasar primero por la iglesia “Cristo, mi única esperanza”, donde recibió el primer impulso para hacerse cargo de su crítica situación. “Lo bueno es que durante estos meses que he estado embarazada no he tenido ninguna recaída. No quiero pasar lo que viví con mis otros tres hijos, que en algún momento me los quitaron por estar en malos pasos. Lo bueno es que por lo menos ahora los puedo ver los fines de semana, ya que antes estaba bajo continua supervisión”.

Reconoce que por el hecho de ser mujer, lamentablemente, estuvo susceptible de ser aceptada en muchos lugares, como canchas y en casas ocupa. “Por el sólo hecho de ser mujer te tratan como lo peor. Poco menos, andan diciendo que te estás vendiendo por un vicio. Pero es verdad, hay muchas que lo hacen, pero hay otras que no han llegado a esta situación. Mi camino para drogarme era robar. Lo que me arrepiento es haberlo hecho incluso contra adultos mayores, que iban a buscar su pensión, porque ellos no se pueden defender”, comentó.

Esto tiene relación con el tiempo que estuvo en prisión, en la cárcel de Huachalalume, cumpliendo con una pena de 40 días por estos hechos, algo que nunca había vivido, debido a las causas que se le habían acumulado. “Es duro estar allá y conocer a otras niñas que han estado por hechos como asesinatos o causas de drogas que son más graves. No me gustaría volver a vivirlo”.

A juicio de Viviana, hoy es muy fácil conseguir pastabase. “Para que se hagan una idea, un mono vale una luca. Hay drogas en todas partes, e incluso hasta los niños menores están vendiendo, a plena luz del día. Lo bueno es que yo he tomado muchas precauciones y he evitado juntarme con personas que yo sé que me van a invitar a consumir drogas. Mi vida es mis hijos y mi casa, a quienes voy a ver a diario”, señaló.

Para ella, resumir lo que ha sido la pastabase en su vida no es difícil, aunque se ha tratado de uno de los trances más complejos que ha debido enfrentar. “Esto no se lo doy a nadie, porque se trata de un vicio que te atrapa y no te suelta. Te destruye poco a poco y te quita todo y sólo te quiere muerta”.  

Una evidencia de la locura que la pastabase puede provocar en quien la consume es algo que ella vivió al momento que la despojaron de sus hijos. Eso la llevó a auto inferirse heridas en uno de sus brazos, testimonio que quedará para toda su vida. “Yo tuve la culpa, e hice esto bajo los efectos de la droga y el alcohol. Mis hijos igual han sufrido las consecuencias de todo esto, pero afortunadamente han logrado comprender y saben el proceso que estoy viviendo en la actualidad. La mamita se está curando”, relató.

Si bien destaca que es vital poner una alta voluntad en este proceso, sostiene que es imposible salir de esta situación sin el apoyo de entidades como el Centro Madre Paulina. “Son importantes los sicólogos, los terapeutas y los siquiatras, porque ellos son los que te escuchan a diario. Pero aun así es necesario estar en la máxima alerta, porque en más de alguna ocasión, incluso llegando a la fundación, he estado a punto de ir hacia donde no debo, cargando con una enorme ansiedad, pero al entrar todo cambia. A veces te sudan las manos y estás mal genio, pero eso sólo es una reacción corporal que no hay que escuchar. Sé que tengo que hacer un gran esfuerzo y que me queda un largo camino por recorrer”, concluyó.

APOYO FUNDAMENTAL

La Fundación Casa de la Esperanza cuenta en el presente con 13 plazas y otras siete para usuarias infractoras de ley que son derivados de los Centros de Referencia de Salud (CRS) de la comuna. Ellos reciben financiamiento de Senda y del Ministerio de Salud, que cuenta con programas de rehabilitación que son ejecutados por diversas instituciones, entre ellas, la fundación.

Jaime Pizarro, director ejecutivo de la entidad, en conversación con Radio Mistral, comentó que “se trata de un programa con enfoque de género. No hay otro en la región que trabaje las patologías propias de la mujer en su composición biológica. La fundación le entrega gratuidad a todos sus usuarios, ya que tenemos convenios con el Estado y son ellos quienes nos financian. Nosotros, con una administración responsable, trabajamos para que los recursos nos alcancen para todas las personas”, subrayó.

En efecto, en la actualidad La Casa de La Esperanza cuenta con 42 trabajadores contratados, todos del área de la salud mental como siquiatras, sicólogos, trabajadores sociales, terapeutas ocupaciones y técnicos en drogodependientes. Actualmente, están en un proceso de captación de socios, y la gente que desee colaborar puede hacerlo en Balmaceda 1071, muy cerca del Hospital de La Serena.  

Pero no sólo tienen presencia en La Serena y Coquimbo, también en Ovalle, donde están desarrollando un programa donde apoyan a 26 personas todos los días. “Tenemos una forma de hacer tratamientos que es distinta, porque allá hay otras drogas de consumo, ya que el alcohol prevalece respecto a la pastabase, que es más común en La Serena”.

Bajo ese punto de vista, la directora regional de Senda, Fernanda Alvarado, comentó que “la institución cuenta con un despliegue territorial importante en relación a la coordinación intersectorial para abordar de manera integral el tema del tratamiento y la rehabilitación. Por eso, estas mujeres son testimonios de vida potentes, porque tocaron fondo pero encontraron ayuda”, argumentó.

Al respecto, señaló que “tenemos 29 programas en colaboración con instituciones públicas y privadas para poder atender temas de rehabilitación. Cuando nosotros hablamos de distintas modalidades en esta materia nos referimos a niños, adolescentes y adultos. Y uno de nuestros focos está en las madres que tienen consumo problemático de sustancias y que están en un proceso de rehabilitación y de reinserción social”, concluyó. 3801iR

UNA POLÍTICA MACRO

Desde el Gobierno también entregaron su respaldo a esta acción y de paso alentaron, una vez más, a las mujeres del Centro Madre Paulina. El seremi de Gobierno, Ignacio Pinto, comentó que “hemos conocido testimonios de mujeres que son madres, pero que han encontrado un apoyo en esta fundación y en Senda para poder salir adelante. Esto depende también de las familias y de los distintos servicios de salud que van colaborando para que estas personas vayan paulatinamente mejorando y puedan encontrar una solución. La rehabilitación es posible”, recalcó.

La seremi de Justicia, Alejandra Valdovinos, destacó que “para incorporar a las mujeres que requieren de la ayuda de estos centros, se trabaja con equipos multidisciplinarios para así determinar el tiempo que requieren para poder rehabilitarse. Lo bueno de este programa es que permite a mujeres puedan estar el tiempo que requieran, según el caso, para que salgan totalmente rehabilitadas. En el caso de las mujeres que tienen hijos, vienen los cinco días de la semana, y sin nos encontramos con casos más severos, existen centros donde deben estar las 24 horas”, recalcó.

 

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