Ahí están, casi enfrente de nuestras narices. En la puerta de nuestra casa, en la pared de nuestro hogar. En nuestras esquinas, en nuestras avenidas, en nuestras vidas. Sí, son lo que la gente comúnmente llama grafitis y que en la actualidad se han apoderado prácticamente de La Serena completa.
Mucho se ha escrito del tema. Tanto que pareciera ser aburrido, peligrosamente aburrido. ¿Será porque nos estamos acostumbrando al problema?
Ningún sector se salva, ni San Joaquín ni Las Compañías. Ni la Antena ni el centro. Aquellos tan poco estéticos rayados están por todas partes. ¿Una solución? No existe por el momento, al menos no una que deje a todos satisfechos ya que se han convertido en un verdadero dolor de cabeza, tanto para la ciudadanía como para las autoridades, que no encuentran una medida que erradique de manera definitiva este mal. Pero, ¿qué opciones se barajan?, ¿por qué es tan difícil luchar contra los rayados? ¿A quiénes afecta en mayor medida esta situación? ¿Existen herramientas legales para que los tags no ganen la batalla? Son preguntas que pretendemos dilucidar en el siguiente reportaje.
El centro y la impactante realidad
Murallas grabadas con cualquier tipo de tinta, lo que esté a la mano. Desde plumones, spray y pintura común y corriente. Todo sirve para poner la firma en aquel espacio cuyas fachadas coloniales contrastan con la desprolijidad de un escrito que vemos justo sobre una casa, a la altura del 776 bajando por Colo Colo.
Para muestra, un botón. Cuando decidimos salir a la calle para buscar un lugar que estuviese plagado por los rayados no hubo que realizar demasiado esfuerzo. Bastó con ir al sector centro de La Serena y observar. Allí, desde todo lugar, mirando hacia cualquier punto, siempre veremos una pared con un tag.
Hicimos un recorrido por las calles más transitadas y constatamos la gravedad del problema. Nos situamos en Avenida De Aguirre, en calle Benavente, a la altura de Plaza Buenos Aires. Desde ahí, en plena esquina se puede apreciar el desastre que han provocado estos actos de vandalismo.
Murallas grabadas con cualquier tipo de tinta, lo que esté a la mano. Desde plumones, spray y pintura común y corriente. Todo sirve para poner la firma en aquel espacio cuyas fachadas coloniales contrastan con la desprolijidad de un escrito que vemos justo sobre una casa a la altura del 776, bajando por Colo Colo.
Símbolos y letras que no parecen letras, como tampoco lo parece la pintura blanca sobre el local de Paclau a la misma altura. Allí mismo, bajo nuestros pies, quema la consigna “Fuego al capitalismo”, que ocupa toda la parte inferior de un edificio de copiadoras digitales, un mal augurio antes de pasar por calle Vicuña en donde quienes “taguean” se han ensañado.
El rojo y blanco de un pequeño negocio de abarrotes invadido por los spray es la puerta de entrada a la debacle de esa, “la calle de los rayados”, que los mal llamados grafiteros han hecho suya.
En la puerta de la casa 686 pareciera que alguien derramó un tarro de pintura y frente a la sede del sindicato de panificadores (también en este), la situación igualmente es crítica.
La pared de un local de comida al paso sabe de consignas y garabatos. Un “lucha popular”, escrito con tinta roja, junto a un nombre indescifrable son la tragedia para los dueños de aquel recinto cuya puerta también se encuentra completamente rayada.
Tags y más tags. Rayas y más rayas. “En cada ataque buscamos sus cuellos”, dice amenazante otro atentado contra la ciudad colonial muy cerca de la Subida del Calvario. Llegamos hasta ahí en lo que respecta a calle Vicuña.
Una vez de vuelta por Colo Colo seguimos bajando. “C.D.L.S”, escribió un fanático (o no tanto) de Deportes La Serena en una pared blanca que parece recién pintada. Alrededor, continúan los rayados que a esa hora de la tarde parecen ocultarse un poco entre la gente que ya comienza a colmar la Avenida. Aun así, las puertas parecen ser propiedad de quienes las han convertido en verdaderos pizarrones públicos. Nadie parece respetar nada y allí son principalmente los tags con plumones los que marcan la tónica.
De la pared del Consultorio Emilio Schaffauser, ni hablar. Está totalmente deteriorada producto del vandalismo.
Doblamos por calle Balmaceda y el panorama no cambia demasiado. Las mismas formas dibujadas en lo que queda de pared entre puerta y puerta colonial. Ni siquiera la Iglesia San Francisco ha podido librarse de la pandemia urbana. Tampoco el enorme edificio de Tur-Bus que se encuentra cruzando la calle. Unas cuadras más abajo, lo mismo. Las palabras sobran.
COMERCIANTES YA ESTÁN CANSADOS
Pese a que el problema de los rayados aqueja a toda la ciudad, es en el centro en donde más se nota el daño ya que allí converge el perjuicio al comercio establecido y también la merma patrimonial que conlleva.
Para la presidenta de la Cámara de Comercio de La Serena, Paulina Hernández, el asunto de los “grafitis” no autorizados es grave debido a la sensación de inseguridad que genera en las personas el transitar por lugares en donde hay rayados y, por otra parte, por la merma económica que esto les genera, ya que un locatario común y corriente debe gastar entre 60 a 130 mil pesos mensuales por concepto de limpieza de fachadas.
La dirigente de los comerciantes es categórica y afirma que urge buscar soluciones, por lo pronto, ellos deben pagar los costos. “Si queremos que la gente vaya a nuestros locales, hay que limpiar constantemente. Nadie quiere tener así de feo, con rayados, el lugar en donde trabaja”, insiste.
En ello coinciden gran parte de quienes laboran en negocios del centro y que se ven perjudicados por lo que consideran un verdadero “flagelo urbano”. Y es que los comerciantes ya están cansados. Así lo expresa desde la zapatería Manía Patricio Aravena, quien, sobre todo los días lunes, ve como el local en donde se gana la vida amanece con rayas. “Eso es frustrante para los dueños de aquí y también para la gente, porque no sólo daña los locales, sino que afea la ciudad”, dice.
Una impresión similar tiene Fabiola Maturana, de la Librería Red-Office. Ella asegura que de un tiempo a esta parte, el problema se ha vuelto un tema económico ya que “tenemos que estar limpiando recurrentemente, es una molestia. Esto nos está perjudicando”, critica.
UN CRIMEN CONTRA EL PATRIMONIO
Aun siendo grande el daño al comercio, parece pequeño comparado con el otro, aquel que dice relación netamente con el patrimonio. En este sentido son las iglesias y las estatuas de la Avenida De Aguirre las que han debido pagar las consecuencias.
En el caso de los templos, pese a que son símbolos de la ciudad, muchos simplemente han sido rayados sin piedad. “Es que no tienen respeto por nada”, señala la administradora de bienes del Arzobispado, Cecilia Marín.
Ella está afectada. No puede creer que no sólo las iglesias que le pertenecen a la entidad episcopal, como la Catedral y la Iglesia La Merced, hayan sido dañadas, sino que casi todas las del centro que son parte del patrimonio. “Es lamentable y da rabia porque además una no sabe qué hacer, ya que no se aplican penas efectivas”, critica Marín.
Y existe otra complicación. Resulta que cuando los tags se realizan en lugares como las iglesias, “el asunto no es llegar y pintar”, ya que para poder hacerles una intervención, primero se requiere de la autorización de un siempre burocrático Consejo de Monumentos Nacionales. Aquello, por ejemplo, es lo que ha entrampado la restauración de las puertas de la catedral que fueron rayadas con consignas antirreligiosas hace bastante tiempo.
Marín asegura que ya enviaron un proyecto y que están esperando una respuesta del Consejo, pero ésta seguiría demorando ya que hace dos semanas sufrieron otro atentado en el costado que da a la plaza Juan Pablo II. “Entonces lo más probable es que tengamos que enviar un proyecto nuevo adjunto al que mandamos antes, retrasará más la solución”, se lamenta. Y a esto hay que sumarle los costos, ya que los rayados que han hecho sobre la piedra requieren de un tratamiento especial. “La piedra absorbe la pintura, por lo tanto no se puede llegar y limpiar, lo que se debe hacer es contratar a una persona que sea experta en proyectos de restauración”, precisa.
¿Pero nunca han hecho una denuncia? La respuesta es sí. Según Cecilia Marín, en mayo fueron a Carabineros pero hasta el momento no han sabido nada. “Ni una citación, entonces ahí uno se cuestiona si se vale la pena denunciar”, dice Cecilia.
Pero los tagueros también las han emprendido con la Avenida Francisco de Aguirre donde las estatuas conforman uno de los pocos museos al aire libre en el mundo. Allí, la furia de los plumones y los spray han hecho de las suyas y es el municipio el que debe asumir el costo de los daños a las 34 estatuas y de la limpieza integral de la Avenida.
La seguridad en tela de juicio
La flagrancia dura doce horas, es decir, Carabineros tiene esa cantidad de tiempo para dedicarse a buscar al sujeto, pero con la baja dotación de funcionarios que existe en la ciudad, la institución debe priorizar y la mayoría de las veces debe dejar estos delitos para acudir a otros más urgentes.
El pasado viernes 16 Luciano Silva pagó cara su afición por los tags. Eran las 03:00 de la madrugada cuando según él mismo detalla, motivado por otros “grafiteros” a la salida de un carrete, dejó su firma en la pared del edificio de Bomberos. Sin embargo, no contaba con que sería visto a través de las cámaras de vigilancia.
Una hora después de haber rayado, Silva se encontraba en un calabozo. Y es que Carabineros,alertado por las imágenes, concurrió al lugar en donde se estaba cometiendo el ilícito y lo tomó detenido.
Este hecho nos lleva entonces a plantearnos la interrogante: ¿Por qué Carabineros no hace esto siempre con las personas que rayan? Si así fuese, sería una posible solución al problema. Pero según indican desde la institución, sólo pueden intervenir cuando el sujeto es sorprendido en flagrancia, es decir que esté rayando y, en segundo lugar, cuando alguien efectúe una denuncia para que se pueda iniciar una investigación y la verdad es que la mayoría de las veces no se da ninguno de estos casos. Hay excepciones, cierto, como el rayado de la catedral, en donde sí se puso la denuncia, pero son las menos.
Luciano Silva simplemente tuvo mala suerte, ya que las detenciones de este tipo no son comunes, primero, porque, según indican funcionarios, resulta complicado detener a los sujetos in fraganti. Ya que, al contrario de lo que hizo Silva, en la mayoría de los casos, aunque los sujetos sean vistos por las cámaras y concurran los efectivos, no los encuentran en el lugar.
Cierto es que la flagrancia dura doce horas, es decir, Carabineros tiene esa cantidad de tiempo para dedicarse a buscar al sujeto, pero con la baja dotación de funcionarios que existe en la ciudad, la institución debe priorizar y la mayoría de las veces debe dejar estos delitos para acudir a otros más urgentes.
Además, las cámaras de seguridad no serían las suficientes para una ciudad tan grande. Así lo reconoce el propio capitán de Carabineros Renato Rojas. “Podemos hacer nuestro trabajo siempre dispuestos y ocupar las cámaras que tenemos para hacer la vigilancia, pero siempre se podría hacer más. Si tú me preguntas, claro que si hubiese más cámaras esto mejoraría en todo ámbito”, indica el capitán Rojas.
El otro camino para hacer justicia es poner una denuncia por el delito de daños. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la gente no lo hace, lo que para Hortensia Flores, coordinadora regional de Seguridad Pública, es un grave error, ya que al menos se sienta un precedente. “Las policías siempre van a actuar cuando se recibe la denuncia, por más que demore, porque es un proceso largo en muchos casos dar con las personas (…) Yo creo que al vivir en una comunidad todos somos en alguna medida responsables de ella y si vemos que se comete este delito o nos sucede a nosotros mismos debemos dar aviso”, afirma Flores.
Entonces, si la gente no denuncia, no hay cámaras de seguridad suficientes y la flagrancia impone limitaciones al actuar policial en este caso, ¿cómo se le pone freno al delito?
Hay quienes exigen una mayor vigilancia presencial. Cecilia Marín, del Arzobispado, es una de ellas. “No creo que sea tan complicado el tener a vigilantes, eso es lo que se necesita”, exige.
Esta misma impresión tienen los comerciantes del centro de la ciudad. Pero de ser así, quién asume el costo de tener a más gente en la calle. “Carabineros está sobrepasado, por lo que el llamado a efectuar esta vigilancia sería el municipio”, propone Marín.
Roberto Jacob no está de acuerdo. “No podemos tener vigilantes en cada cuadra, eso es impensado”, puntualizó. “Eso implicaría un costo demasiado grande, además no es la idea tampoco tener a la ciudad llena de guardias. Aquí hay que buscar otras soluciones efectivas y eso es lo que estamos haciendo”, agregó.
Hortensia Flores coincide con el edil. “Creo que en estos momentos ni la municipalidad ni Carabineros tendría suficiente personal para realizar una vigilancia efectiva en terreno. El tema es más de fondo y tiene que ver con lo cultural y lo social”, sostiene.
UNA LEY QUE DUERME
Desde el Parlamento también han visualizado el problema y ya el año 2011 se presentó un proyecto de ley que buscaba regular la venta de aerosoles. ¿Los gestores de esta iniciativa? Joaquín Godoy, diputado por el Distrito 13 Región de Valparaíso, la cual enfrenta un problema similar al de La Serena, y Mario Bertolino, parlamentario por el Distrito 7 Región de Coquimbo.
La moción que en algún momento debería debatirse en la Comisión de Seguridad Ciudadana y Drogas, en su artículo 1 señala que el que venda o suministre spray a este grupo etario será sancionado con multas de 10 a 20 UTM, y si reincide, con otras 20 UTM. Si persiste la venta, el vendedor arriesga la clausura de su local.
Además, tal como señalábamos, obligaría a los administradores o propietarios de los lugares de venta de las pinturas a llevar un registro con el nombre de quien compra, su RUT, domicilio y número de unidades adquiridas.
¿Será esta una alternativa efectiva para el problema de los rayados? Bueno, al menos para quienes lo proponen, sí, y ante la falta de propuestas concretas, aún más.
El diputado Godoy asegura que a lo menos, con esta medida “se pone algún tipo de restricción a los niños que a veces acceden de manera indiscriminada a los spray. Es una barrera de entrada para quienes compran estos productos para hacer daño”, asegura.
Mario Bertolino concuerda. “Al llevar este registro, podríamos armar una base de datos de quienes ocupan estas pinturas y en el mediano plazo podríamos saber quiénes lo compran para rayar la ciudad”, sostiene.
Sin embargo, la iniciativa poco y nada ha avanzado y hoy duerme en el Congreso.
SPRAY PARA CUALQUIERA
Los ferreteros indican que sí se preocupan de a quién le venden, pero no pueden hacer nada. Patricia Araya, de la ferretería Brito, indica que en general al local en donde ella trabaja van maestros que son clientes habituales, pero que cuando entra un menor de edad “se les pregunta para qué lo van a usar, pero no podemos dejar de venderles”, afirma.
Lo mismo indica don Ricardo, de la ferretería Iduya. “Cuando lo compran menores nos dicen que es para la bicicleta. Ahí nosotros ¿qué vamos a hacer? No podemos negarle el producto (…) Yo en lo personal estaría de acuerdo con que se legislara al respecto”, indica Iduya.
PENAS PARA PREOCUPARSE
Hablábamos de cómo lograr identificar a los que para muchos no son más que “vándalos que ensucian la ciudad”, y hasta ahora, aquello aun es una tarea pendiente. Pero si se encontrara esa fórmula casi mágica que llegase como la panacea ¿qué se debería hacer?
Todos coinciden en que se debe hacer cumplir la ley como se ha hecho en casos anteriores. Por ejemplo, cuando en el año 2008, un individuo que rayó las estatuas de la Avenida Aguirre debió realizar trabajo comunitario por 2 meses a petición del municipio de La Serena. ¿Pero bastará con eso? El caso del joven, a la luz de los hechos no sirvió de ejemplo ya que los rayados en el centro de la ciudad han aumentado. Entonces, ¿serán las penas que se aplican demasiado blandas? Juzgue usted.
EL CÓDIGO PENAL
No existe un artículo específico que sancione los rayados, pero éstos entran en la categoría de daños según el artículo 485 del Código Penal, por lo cual, quienes los hagan deberán pagar una multa.
Pero si el daño causado supera la unidad tributaria mensual, entra a la categoría de delito, con lo que aumentan las penas. Es decir, además de la multa se arriesgan penas que van desde reclusión en su grado medio a máximo.
Pero en La Serena existe una particularidad, ya que la tipificación legal cambia cuando el rayado se realiza en una zona típica, y la capital regional cuenta con una de las más extensas del país, comprendiendo el perímetro de Pedro Pablo Muñoz, Cirujano Videla, Justo Donoso y Amunátegui. Si el rayado es en esta zona, se debería aplicar la Ley 17.288 (Ley de Monumentos Nacionales), que en su artículo 38 establece inmediatamente penas, es decir, no importa la magnitud del daño, el individuo, al menos en el papel, arriesga ser condenado. “El que causare daño en un monumento nacional o afectare de cualquier modo su integridad, será sancionado con pena de presidio menor en sus grados medios a máximo y multa de 50 a 200 UTMs”, dice la Ley.
Pero pese a que existe la posibilidad si se dan determinados casos, como tener antecedentes penales, las autoridades, aunque piden medidas ejemplarizadoras y aseguran que el problema le está haciendo “un daño enorme a la ciudad”, no consideran que alguien deba pagar con reclusión por el hecho de rayar.
El alcalde de La Serena, Roberto Jacob, afirma que castigando a uno el problema no se terminaría. “Esto no se acaba de un día para otro, aquí hay un tema de fondo y aparte de reprimir hay que poner el énfasis en educar (…) Hay que hacer trabajo comunitario efectivo, que esté una semana limpiando, pero yo no quiero que la juventud esté en la cárcel”, indica el edil.
El arte contra los rayados
Ante la problemática de los rayados hay quienes con su arte ganan el espacio y la mayoría de las veces suele ocurrir que en donde se pintan estos grafitis o murales con esfuerzo y talento, ya no se ven más los tan dañinos tags.
"Yo tuve una experiencia en un colegio de Ovalle donde una de las salas, al final, estaba llena de tags, con grafitis. Era una sola pared y los niños podían expresarse. Lo encontré súper positivo”. Con estas palabras, el director regional del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), Mauricio Toro, resume su planteamiento frente a la problemática de los rayados en La Serena. Y es que para Toro, cada uno de estos rayados es una forma que utilizan los jóvenes para manifestarse y es tarea de las autoridades canalizarlos. Afirma que resulta urgente que a los jóvenes se les faciliten los espacios necesarios para que puedan expresarse y de esta forma no rayen las murallas que no están autorizadas, “porque con eso sí que yo no estoy de acuerdo”, señala.
Por ello, indica que como entidad, prontamente iniciarán un proyecto en donde “todos los jóvenes que quieran manifestarse de esa manera, lo hagan, tal como ya se ha hecho en anteriores oportunidades, por ejemplo, con nuestro infocentro”, indica el director.
ACCIÓN POÉTICA: TOMANDO ESPACIOS CON POESÍA
No todo es tag ni rayado indescifrable. Desde hace poco más de un año se han dejado ver en distintas paredes de La Serena leyendas diferentes con pequeños poemas. Muchos se han preguntado quiénes son los responsables de estos murales que son firmados por el colectivo Acción Poética La Serena.
Nos contactamos con uno de los integrantes de la agrupación y accedió a conversar con nosotros para darnos su mirada frente al problema de los rayados y explicarnos qué pretenden con sus intervenciones.
Nos juntamos con el joven al que llamaremos Cristian en una plaza de la ciudad. Allí, sentados justo enfrente de un enorme muro colmado de tags, asegura que lo que ellos hacen dista mucho de lo que vemos en ese momento. “Lo que nosotros hacemos es otra cosa, son mensajes que toda la gente puede leer y entender para que puedan reflexionar”, afirma el joven, mientras no despega la mirada de la pared. Y es que Cristian está convencido de que lo que ellos realizan es arte. “La idea es que la gente vea lo que está escrito y se detenga un momento a pensar, es una intervención artística (…) Siempre ponemos el logo de Acción Poética, para diferenciarnos de quienes hacen los tags. No es rayar por rayar”, asegura el joven.
Y existiría otra diferencia. Cristian indica que cuando pintan en algún lugar es primordial tener la autorización, “porque si no, para qué. No es la idea que esto genere algún tipo de molestia a alguna persona, al contrario”, asegura.
ARTE COMO SOLUCIÓN
Cristian lo esbozó. Dijo que sus mensajes ayudaban a combatir los tags. Pero, ¿qué tan real será aquello? Para muchos, definitivamente cierto. Incluso, para algunas autoridades, quienes manifiestan abiertamente que cuando se han realizado intervenciones en muros en los que se ha pintado con mayor elaboración, suele producirse el fenómeno de que los jóvenes dejan de rayar en ese muro.
Aquello lo constató el mismo Mauricio Toro, del Injuv. El director de la entidad relata que hace algún tiempo pintaron cuatro murales de gran tamaño en el sector de Las Compañías junto a jóvenes que en algunos casos acostumbraban realizar rayados y el resultado los impresionó. “Nos dimos cuenta de que esos mismos lugares en donde estaba el mural, donde se pintó el grafiti, hasta el día de hoy no ha vuelto a ser rayado porque los jóvenes del sector internalizaron que ese lugar ya no sería más para rayar”, afirma Toro.
Claro está que en la Zona Típica sería más complejo combatir los grafitis con estos murales, aunque sean obras de arte. Sin embargo, ¿qué pasa con las poblaciones y en los sectores fuera de los lugares protegidos, en donde también deben lidiar con el problema? Fuimos a estos sectores, compartimos con los vecinos y con quienes realizan los murales para constatar en terreno si efectivamente aquel podría ser el remedio para esta grave enfermedad.
LAS COMPAÑÍAS Y EL PROYECTO CREA
Viven el flagelo de los tags desde mucho antes que el problema comenzara a salir en los diarios. Más allá de la Zona Típica están las poblaciones cuyas murallas también piden auxilio.
Recorrimos las poblaciones y en Las Compañías, en Plaza Uruguay, un mural con los rostros de conocidos personajes de cine como El Guasón y El Padrino llamó nuestra atención.
Muy cerca de aquel pintado, las panderetas rayadas constituyen el cara y sello de un espacio urbano reducido. Por una parte, es algo que a todas luces es una forma de arte y por otro, simplemente lo que para muchos es una expresión de vandalismo.
Preguntamos a vecinos del lugar y todos coinciden en que los rayados en sus paredes son un problema que no han podido solucionar. “Claro que a nosotros nos gustaría tener el lugar donde vivimos más limpio y nuestras paredes sin eso tan feo que son los grafitis, porque da mal aspecto, pero no se puede hacer nada. ¿Qué va a hacer uno?, ¿ponerse a pintar?, ¿para qué? Si vuelven a rayar”, dice Óscar Rodríguez, un molesto vecino habitante del sector.
El hombre viene desde un negocio, algo ensimismado por su quehacer cotidiano. No se ha dado cuenta que pasa justo frente al mural que llamó nuestra atención y que él probablemente ha visto mil veces. “Y ese mural, ¿qué le parece?”, le consultamos, mientras él levanta la cabeza y su mirada choca con la del Guasón. “Sí, está bonito”, afirma, escueto. “Debería haber más así”, agrega.
¿Y servirían para paliar en parte el flagelo de los rayados? Don Óscar cree que sí. Al menos eso manifiesta cuando se lo consultamos. “Ahora que me lo pregunta sabe que tiene razón, porque antes esa pared estaba re sucia y ahora eso se transformó en una bonita pintura”, reflexiona.
Ana Aliaga, otra vecina del sector, coincide. “Aquí en Las Compañías han pintado varios murales y cuando está pintado así bonito, tienden a rayar menos”, asegura.
¿Pero quién pintó este mural? Nos propusimos la tarea de averiguarlo y un día después dimos con los responsables. Se trataba de Rodolfo Lucero, Julio Hablares, responsables del Proyecto Crea, una iniciativa cuya finalidad es terminar con las pandillas de jóvenes en las esquinas y una de las formas de hacerlo es enseñando la técnica del muralismo.
Les consultamos sobre si coincidían en que sus intervenciones ayudarían también a terminar con las paredes rayadas y no dudaron en contestar que sí. “Acompáñennos mañana a retocar los murales y lo comprueban”, dijeron y no dudamos en hacerlo.
“PÍNTENME LA CASA”
Miércoles por la mañana y Rodolfo Lucero y Julio Hablares nos muestran su trabajo. Aseguran que cuando llegaron ahí, a la Población Uruguay, el panorama era otro. “Aquí en la esquina los niños se juntaban a drogarse y a tomar y eso mismo daba pie para que después rayaran”, asegura Lucero. Pero aquello habría ido cambiando. “Finalmente, los muchachos aprenden que hay una gran diferencia entre hacer una raya y un trabajo artístico”, agrega, mientras Hablares asiente con la cabeza.
Según indican, las personas vieron con buenos ojos su labor, ya que se dieron cuenta de que, además de erradicar a las pandillas, también estaban contribuyendo a erradicar los tags gracias a los 15 murales realizados. “Aquí la gente nos felicitó demasiado, y se entusiasmó tanto cuando nos vio pintar que empezaron a pedir que le pintáramos las casas”, dice Lucero.
Así lo corrobora Juana Soto, vecina del sector. “Yo, cuando los vi, les dije altiro si podían pintarme mi muro”, cuenta la señora Juana Soto cuya vivienda se emplaza en la esquina de Uruguay con Caldera.
Asegura que antes de eso, su pared estaba “llena de porquerías, con nombres y cuestiones, pero después hicieron este mural y claramente se ve más bonito (…) Además fue como paradójico, porque los mismos niños que habían rayado así, feo, venían a pintar”, cuenta la vecina de Las Compañías.
Muy cerca de donde vive Juana Soto, otra casa particular luce un mural en una de sus panderetas. Allí, su dueña, Edelina Cortés, se manifiesta contenta con el trabajo que realizaron los mismos niños del sector. “Es mejor esto que lo que había antes (…) Ahora ya no rayan tanto, y eso en gran medida es porque el espacio ya está lleno con otro trabajo, más elaborado”, dice.
¿Entonces sí es una solución? Escépticos, decidimos ir a otro sector de La Serena, a La Pampa, para convencernos. En el lugar los rayados también han hecho de las suyas, pero los grafitis como expresión de arte les dan la batalla.
Luego de unos minutos recorriendo el sector, subiendo por calle Julio Díaz, llegamos al pasaje Cerro Grande, donde un inmenso grafiti cubre casi una cuadra completa. ¿Algún tag, pintado encima? Ninguno. “Es que siempre se respeta cuando hay algo bonito, incluso los delincuentes que andan haciendo monos con los spray y después arrancan, esos mismos buscan otro sitio para ensuciar. Bueno, la mayoría de las veces, porque igual hay algunos desubicados, pero al menos este grafiti se respeta y hace que todo este sector se vea más bonito”, opina la vecina Aurora Álvarez, a quien encontramos junto a su hija paseando por La Pampa una tarde de sábado.
Ya no tenemos duda. El arte sobre las paredes suele erradicar los grafitis, y no sólo lo comprobamos en terreno, también existe una explicación psicológica para ello. La profesional de la Universidad Católica del Norte, Marisol Urrutia, nos da luces de lo anterior. ”Si quienes están acostumbrados a rayar, ven un mural en donde sus pares o muchas veces ellos mismos han trabajado, se genera un sentido de pertenencia que puede estar dado por el haber sido parte o porque se siente un respeto inconsciente por quienes lo realizaron, aunque no lo conozcan (…) Además en estos grupos hay ciertos códigos implícitos que se tienen con los pares”, explica.
La psicóloga también comenta desde su visión del porqué cuando no hay murales los jóvenes son propensos a rayar, y a hacerlo precisamente en lugares en donde no está permitido. “La gente que se dedica a hacer estos tags, en general lo hace para mostrarse, para darse a conocer, y mientras más prohibido sea el sitio en donde se raya, mejor, es como si sintieran que tienen un estatus”, afirma Urrutia.
ENTRE LOS SPRAY
Nos faltaba estar una tarde con ellos, entre los spray, entre los grafitis y fue el día martes cuando nos juntamos con tres reales grafiteros en su hábitat natural: La calle y un inmenso muro frente a nosotros. Viviana y Víctor nos esperaban en la feria de abastos de La Serena, simplemente para conversar.
Es la mujer, Viviana, la que parece llevar las riendas de este grupo. Ella se acerca a saludarnos y nos invita a ver el gigantesco mural que realizaron hace un par de semanas en la estructura del paso sobre nivel que atraviesa calle Colo Colo, subiendo hacia el sector de La Antena.
Mientras caminamos, la joven de 29 años nos cuenta cómo llegó a dedicarse a este arte callejero. “Descubrí que esto me gustaba cuando tenía como 10 años. Andaba por las calles mirando los colores, hasta que me decidí a probar e hice uno en mi pieza, me quedó bien y está intacto hasta el día de hoy”, afirma Viviana, quien se detiene frente a la obra que realizaron hace una semana en aquel puente.
La joven está consciente del problema que está experimentando la ciudad en cuanto a los rayados y le molesta que la gente confunda los que ellos realizan con lo que a diario se ve en el centro y en la Zona Típica. “No me gusta ver todo lleno de rayas, porque además la gente tiende a pensar que los raperos son los que lo hacen, y no siempre es así, porque hay personas que simplemente rayan por rayar”, dice Viviana mientras se pone en cuclillas, saca un spray de su mochila, una máscara, y dispara su talento sobre el muro, en este caso un muro autorizado.
Víctor la acompaña. El joven de 26 años también ha dedicado su vida al arte de los murales y es feliz haciendo lo que hace. “Yo llevo años dedicado a esto y he tenido la oportunidad de viajar, conocer gente y conocer a personas que valen la pena. La gente que se dedica a hacer arte callejero no es la que anda haciendo tags en cualquier pared, eso te lo doy firmado”, indica Arancibia mientras se acerca para colaborar con Viviana en el retoque de aquel mural realista.
“Quienes hacen esto como expresión de arte, en su mayoría son estudiantes de diseño, o gente que ha estudiado y practicado mucho, porque no es llegar y hacer algo así, es un trabajo profesional. Por eso da pena que la gente meta a todos en el mismo saco, aunque de a poco esa imagen ha ido cambiando y espero que este reportaje sirva para eso”, agrega Víctor. Su amiga lo observa y parece estar de acuerdo, nosotros lo escuchamos y con aquel hermoso mural de fondo es difícil no empatizar.
“¿Y ustedes cree que son la solución para el problema de los tags?”, consultamos a los grafiteros como una última interrogante. Ellos miran el mural, esbozan una sonrisa. “¿Tú,O qué crees?”, dice uno de ellos. No respondemos. Una vez más, juzgue usted.
Un grafitero arrepentido
••• -Quienes han sido sorprendidos rayando en el centro de la ciudad han sido pocos. Uno de ellos es Luciano Silva, joven estudiante de diseño de 20 años, a quien encontramos por casualidad el día que nos juntamos con el grupo de grafiteros.
Luciano está evidentemente arrepentido. Y es que, según nos cuenta, no sabe por qué lo hizo. “No sé en qué estaba pensando, yo no soy de ese tipo de personas, soy un muralista, mi padre es muralista de toda su vida y nos dedicamos al arte y no a otra cosa (…) Creo que ha sido uno de los peores errores de mi vida”, cuenta el joven.
Entiende que la gente lo juzgue, pues sabe que la situación que está pasando La Serena debido a los tags es crítica, pero afirma que enfrentará lo que viene. “Por algo estoy dando la cara”, acota. “Ofrezco mis disculpas a la gente y al municipio porque (…) Siento que ya empecé a pagar por lo que hice, pasé una noche encerrado, me están cobrando una multa que no puedo pagar, estos días han sido fuertes para mí”, agrega.
Cuando le consultamos qué sanción espera que le den por su grave falta, el joven es claro y reconoce que tiene miedo. “Han dicho que quieren ponerme medidas ejemplarizadoras, y eso asusta. Yo estaría dispuesto a trabajar gratis con la municipalidad haciendo proyectos y ayudando a solucionar el tema de los tags, diciendo que no lo hagan más, porque, y esto lo digo por experiencia propia, cuando te pillan se pasa realmente mal”, concluye Luciano.
Iniciativa por La Serena
El municipio de La Serena ha tomado cartas en el asunto. Por ello, junto a prestigiosas empresas locales ha inicado una campañaen donde éstas se han comprometido a mantener libres de estos actos de vandalismo diferentes sectores de la ciudad.
La inicativa será un ejempl, y además de pintar las fachadas que están por definirse, se concientizará a la ciudadanía de lo mal que le hacen al patrimonio este tipo de acciones.