• Bruno Gangli, Valeria Razzini y Vito Gangli, viajeros de Rosario, Argentina
Crédito fotografía: 
Camila Hidalgo
Hace tres meses la joven familia dejó su casa en Santa Fe, Argentina, reduciendo todo a lo esencial para cargar el “colectivo” que les daría la posibilidad de hacer de su estilo de vida el viaje.

Al transitar por la Av. Del Mar de La Serena es difícil no percatarse de la presencia de Bruno, Vale y Vito, la familia trasandina que viaja en un gran y antiguo Mercedes Benz con rumbo a Alaska.

El viaje, que comenzaron hace tres meses, los ha llevado a recorrer Santa Fe, Mendoza, Córdoba, Santiago y algunas localidades de la Región de Valparaíso, llegando a nuestras costas el domingo 7 de enero, momento en que eligieron como patio –tal como lo plantea Vale- una de las playas de la Av. Del Mar de La Serena.

En el lugar, bastó con tocar la puerta del camión para conocer la historia de la joven familia, quienes entre risas y mates comentaron que cada vez que llegan a un lugar sacan una foto por la ventana de la cocina del camión, el que está full equipado, y se la envían a sus familiares diciendo que es su nuevo patio, siendo por estos días, la arena y el mar de la ciudad colonial.

Pero la aventura no comenzó hace tres meses, cuando dejaron su casa en Santa Fe, Argentina, sino que mucho antes, cuando comenzaron a viajar en los veranos, siempre con la idea de poder algún día hacer de su vida el viaje, el gran viaje sin tiempo que los llevaría a recorrer distintos y diversos paisajes del mundo.

Sin embargo, no siempre viajaron en el gran camión que los cobija hoy, ya que anteriormente lo hicieron también en un pequeño Fiat 147 donde dormían cuando incluso Vale estaba embarazada del alegre Vito, quien casi nace en Urguguay, en uno de sus tantos viajes.

“Atrapa tu sueño, es el libro de los Zapp, que medio que nos inspira a nosotros. Cuando comenzamos a salir era nuestro sueño. La primera vez fue el 2010 y desde ahí siempre, teníamos otros trabajos y producíamos y viajábamos en el verano y después ya dejamos todo”, cuenta Vale.

3 años se demorarían en llegar hasta Alaska 

Su trabajo, la música. Vale es profesora de arte y Bruno lutier, y desde hace un tiempo que el oficio de ambos es hacer instrumentos musicales, los cuales vendieron por cuatro años en una feria en Santa Fe, Argentina, y los que hoy comercializan en los lugares donde se instalan.

Casualmente, y casi como por obra del destino, quienes les enseñaron el oficio fueron otros viajeros.“En la casa de los papás de la Vale les prestaron un pedacito de campo a unos viajeros y nosotros nos acercamos de curiosos y nos enseñaron a hacer los instrumentos. Después nos perfeccionamos”, explica Bruno.

Los instrumentos que fabrican son tambores de una pieza, de materiales como caña o palmera, cajones, instrumentos de percusión de origen africano y afroperuano.

Los materiales los transportan y también los consiguen en los lugares a los que llegan. Respecto a las aduanas expresan que no han tenido inconvenientes hasta el momento, ya que tanto el cuero como la madera son trabajados.

Sin embargo, al momento de cruzar Los Andes no tenían tan clara esta situación, por lo que incluso temieron a que les quitaran su materia prima. “Si no pasábamos los cueros no sabíamos qué íbamos a hacer”, asegura Vale, quien se encarga de tejer, pintar y hacer, entre otras cosas, las kalimbas.

“Con esto vivimos bien, igual siempre depende de cómo uno pretenda vivir porque si querés cambiar el auto todos los años, es más difícil. Es como uno quiera cargar la mochila, pero para nosotros está bien”, cuenta Bruno.

Bruno y Vale gustan de la música y de su oficio, el cual dicen los conecta con lo más primitivo, con lo esencial y con la idea de poder vivir con la mochila más ligera. También con los sonidos de cada lugar, con el folclor y con las raíces afro del mundo y de los instrumentos.

 “Mucha gente se acerca y dice yo no sé ni tocar el timbre, pero yo les digo que lo llevamos dentro, desde que nacemos, el corazón no anda así no más, hay un ritmo que está dentro. Algunos me miran y otros enganchan”, comenta Bruno.

“Vamos a ferias y siempre se trabaja y nos va muy bien. Igual justo cuando comenzamos a encontrarle la onda a las ferias, a la economía, nos fuimos, empezamos este viaje. Este año que fue el que mejor nos había ido, invertimos todo en las bicicletas, en los paneles solares. Compramos el colectivo y nos fuimos, chao”, agrega Vale.

“Con esto vivimos bien, igual siempre depende de cómo uno pretenda vivir porque si querés cambiar el auto todos los años, es más difícil. Es como uno quiera cargar la mochila, pero para nosotros está bien”,  Bruno Gangli, lutier y viajero.

Rumbo a Alaska. “Este es el primer viaje más largo de Vito y no se ha enfermado. Antes por ahí se enfermaba un poco, ha andado impecable y eso que ha agarrado frío porque aquí en la noche refresca”, sostiene Bruno, mientras que Vale cuenta que este era el momento de emprender el viaje ya que Vito comenzaba a aferrarse a su rutina en Santa Fe, Argentina, a pesar de que siempre viajaban cerca, a ferias y actividades que les permitían trabajar.

Vale continúa y nos cuenta que en Argentina es común que muchas familias opten por viajar como estilo de vida, por lo que hay programas de estudio que les permiten rendir exámenes libres a los hijos de los viajeros.

Hablando sobre ese tema es que recuerda la historia de los Zapp, la familia trasandina que lleva 15 años recorriendo el mundo junto a sus 4 hijos, los que han nacido en diferentes países del globo.

Bruno agrega que lo interesante del viaje de los Zapp es que en el camino en algún momento se quedaron sin plata, por lo que tuvieron que re pensar qué hacer. Revendieron, hicieron cuadros pero finalmente escribieron un libro sobre su viaje, el cual pasó a ser su sustento.

La pareja cuenta que ellos también intentan llevar un registro de su viaje, en una primera instancia mediante Facebook, donde comparten imágenes y marcan la ruta. Además, que les hicieron un reportaje audiovisual, también en la playa de La Serena.

A pesar de que en Chile sea menos usual que familias se entreguen a las rutas de viaje, cuentan que en San Luis, Argentina, conocieron a un chileno que viajaba junto a su perro en una Volkswagen, las “hippies” clásicas, donde tenía instalado un horno en el que preparaba comida y la vendía.

En cuanto a la ruta que se han trazado, cuentan que hay otras familias que la han hecho, los mismos Zapp, y que para ellos tiene que ver con lograr recorrer desde el sur más austral, Ushuaia, lugar que visitaron hace algunos años, hasta el extremo norte, Alaska, donde se acaba la ruta.

Respecto a los tiempos aclaran que oscilan dependiendo del trabajo y de los amigos que conozcan. Se mueven lento, debido a que trabajan mientras viajan, pero cuentan que la visa de turista de cada país es el límite que les ayuda a agilizar su tránsito.

De este modo, y sin querer, se quedaron dos semanas en Santiago, estacionados en pleno barrio Providencia, donde se hicieron de un amigo, Patricio, quien los llevó a recorrer la ciudad y a compartir con su famiia. Además, comentan que su inusual estadía en el barrio conllevó que vecinos que nunca se habían hablado se conocieran.

En su paso por Concón, balneario que recuerdan con cariño, recibieron a familiares con los que pasaron las fiestas, aprovechando que aunque a 1500 KM de su hogar, aún están cerca, más que cuando emprendan rumbo fuerte hacia el norte, a Alaska.

La ruta, la cual puede variar, considera continuar recorriendo Atacama, pasar nuevamente por Argentina para luego seguir por tierra por Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, cruzando hacia Panamá por mar, para así seguir la meta de llegar a Alaska bordeando el océano Pacífico.

El viaje, que recién comienza, lo proyectan realizar en 3 años, siendo México uno de los países que más les llama la atención conocer.

En cuanto a la estadía en La Serena mencionan que no han tenido inconvenientes, que pagan estacionamiento diario y que venden los instrumentos afuera del “colectivo”.

Sin embargo, comentan que la reventa de objetos, muy masiva en la Av. Del Mar, los ha perjudicado a causa de que existe mayor fiscalizacón. Aún así, aseguran que los inspectores y Carabineros valoran que su trabajo sea hecho con las manos.

“En Argentina te quitan todo, acá no, más allá de que no te dejen vender, hay un trato distinto, lo valoran”, asegura Vale.

También comentan que se han percatado del consumismo en Chile, de los grandes malls y de tiendas que no se ven en Argentina. “Es carísimo Argentina, la tecnología, pero es diferente, no se consume así”, cuenta Vale, mientras Bruno agrega que es un síntoma de las necesidades creadas, de la necesidad de llenar el vacío.

“Antes ganábamos más y nos alcanzaba menos. Viajando uno vuelve a lo esencial, a lo mínimo. Comer, vestirse y ya está”, asegura Vale.

En cuanto a sumarse a otros proyectos durante el viaje, aseguran que no lo descartan, ya que en Argentina participaban en otras de teatro con títeres, siempre con un mensaje e intención. Recalcan que hacer los trabajos y oficios que se aman, es la esencia que ellos están siguiendo en la ligereza y movilidad del viaje.

“En la medida que simplifiques tu vida las leyes del universo se te presentarán menos complejas, la soledad no será soledad, la pobreza, pobreza, ni la debilidad, debilidad. Si has construido castillos en el aire tu trabajo no debe quedar perdido, ese era el lugar en el que debía levantarse pon ahora los cimientos debajo de ellos”, lee Bruno de un libro que llevan consigo en su nueva casa, la cual los refugiará hasta el norte del mundo, hasta Alaska.

El “colectivo”.  El antiguo camión  Mercedes Benz funciona con diesel pero cuentan que todo lo que gastan en petróleo lo compensan ahorrando en alojamiento y con una vida más austera.

“No necesitamos tanto como pensamos. Metimos todo acá. El colectivo lo compramos en Buenos Aires, lo buscamos por un año, al principio no le habíamos puesto todas las fichas, pero cuando entramos dijimos: esta es nuestra casa”, enfatiza Bruno.

Sin embargo, en Mendoza tuvieron un problema mecánico que no sólo representó un gasto monetario sino también una preocupación, ya que no es fácil encontrar a un mecánico que sepa arreglar vehículos de esas características.

Pero una vez más se encontraron, casi tropezaron, con lo que necesitaban, ya que tras estacionarse en un parque conocieron a un amigo chileno, quien casualmente es ingeniero de Mercedes Bens. El nuevo amigo les arregló lo que necesitaban, les enseñó a hacerlo en caso de que volviera a ocurrir y les aseguró que se volverían a encontrar por las costas de Chile cuando él tambien emprediera su viaje en la motorhome que está construyendo.  

 

 

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