En abril de 2011 el Arzobispo de La Serena, Monseñor Manuel Donoso admitió que el sacerdote Nibaldo Escalante estaba suspendido de por vida por decisión de la Santa Sede acusado y condenado por el delito de abuso sexual en contra de jóvenes. Se confirmaba un secreto a voces que circulaba en la zona. Se trataba del mismo caso del joven ovallino que en noviembre del 2002 dejó al descubierto la periodista Alejandra Matus en un reportaje sobre monseñor Francisco José Cox. La víctima relató que en un automóvil el sacerdote le acarició las piernas y la espalda. Luego lo besó y abrazó con fuerza. El muchacho quedó perplejo. La confesión generó un fuerte impacto en la zona. La misma conmoción provocó en la casa de Rodolfo González en Punta Arenas. En cosa de segundos a su mente volvía el horror que, a su juicio, vivió con el mismo sacerdote cuando ejercía en la iglesia de esta ciudad en década de los ‘80. Simplemente no lo podía creer.
La confesión de Hernán Godoy, quien acusó a Francisco José Cox , de abusos sexuales reiterados, llevó a González a hacer pública su historia. Le costó decidirse, hasta que al final lo entrevistamos telefónicamente, no sin antes que nos enviará una cronología de los pasos que ha dado y los documentos que acreditan los trámites realizados.
Es el tercero de nueve hermanos, de padre alcohólico y madre dueña de casa, pero que lo educó en la rigidez de los valores. Su infancia fue dura. “De niño deambulando en casa de conocidos como para comer”. Vivió 5 años con unos parientes lejanos, “mis demás hermanos mal vestidos y alimentados, así que la época escolar era parte importante en nuestras vidas, ya que había desayuno y almuerzo asegurado por la escuela. Donde había ayuda ahí estábamos solicitando. Éramos apadrinados por colegios privados por ser una familia numerosa”.
En medio de sus carencias económicas y de alimentos, su primer almuerzo escolar fue en la catedral de Punta Arenas. “Pan a destajo, jugos de diferentes sabores. Repetición de plato, segundo, más postre. Era un tremendo incentivo para no faltar”. Su liderazgo le llamó la atención al segundo hombre de la Iglesia Católica de ese tiempo y fundador del comedor: padre Nibaldo Escalante Trigo. Líder de la iglesia después del obispo Tomas González Morales. “Me llama a sus despacho en la catedral contigua al comedor y me abraza con fuerza. Reconozco que me sentí feliz que alguien te salude así sin conocerlo”.
Fue el inicio de su calvario a los 14 años y de una relación de estupro. “Su poder de sacar a mi familia de la pobreza a mi padre de su alcoholismo. Mi salvación celestial y que sería un profesional como muchos de las cuales él había apadrinado y con la misma situación de pobreza y vulnerabilidad. Claro, sin comentar que los violaba y masturbaba”.
Lo peor es que admite que durante tres años se le hacían normal y cotidiano los encuentros tanto en su oficina parroquial, casa habitación y catedral. “Era sorprendente su nivel de convencimiento. Con el tiempo me doy cuenta que solo fue por mi fe…Pensaba que sería perdonado y que saciar nuestra hambre a ese nivel era casi normal”. En todo caso, pese a que le terminó violentando las relaciones de estupro, “nunca me deje de ver como hombre, sí reconozco que me pregunte más de una vez si era homosexual, pero no, nunca me ganó ese pensamiento”.
Explica que fueron incursiones acotadas. “No era todos los días. Partía en el comedor y me iba a visitar y mirar lo que estábamos haciendo. Me empezaba a tocar la corbata, el cuello y me tiraba la oreja. También me decía, ‘después del colegio te espero en la oficina parroquial’, pero donde había gente y también sacerdotes que hacían la vista gorda”.
En un momento se enteró que no era la única víctima y su impotencia aumentó. “Les pagaba con alcohol, no necesariamente le daba plata. Los gallos se iban a las fiestas”.
La necesidad es más fuerte
No oculta que se dejó llevar por la pobreza y el hambre que se pasaba en su hogar. “Estaba absolutamente embelesado por todo lo que él me decía de la salvación del alma y de mi familia. La vida eterna. Incluso, por algún momento pensé tomar los hábitos de cura”, confiesa González.
Le cuesta recordar. Siente asco de la primera vez. “Me llevó para su casa. Me abrazó fuerte y comenzó a besarme en la boca y con la lengua. Ahí partió todo. Lo que más me llamaba la atención es que yo terminaba en la cama con él, pero no recuerdo que me haya dado algo, alguna pastilla dulce o un chicle, no recuerdo y siempre me hice esos análisis”. Pero, nunca se quedó toda la noche con él, “sólo hasta cuando satisfacía sus necesidades. Era un degenerado y pervertido y que buscaba saciar sus necesidades, pero no sólo era yo. Acá (Punta Arenas) había alguien que salía a reclutar personas, borrachos y se lo llevaba a algún lugar. El buscaba liberar sus tensiones y abusaba de los jóvenes”, remarca.
Recuerda a Escalante como un sacerdote mediático. De palabra fácil y con capacidad para armar grupos en corto tiempo. “Recuerdo una fiesta donde no podían entrar los ricos, solos los pobres y me vio”. Escalante pareció haberse obsesionado con su figura. “Me decía que yo era su predilecto. Su pololo y el protegido, sin embargo, yo sólo lo consideraba un amigo”.
Lo peor es que admite que en las primeras ocasiones había admiración hacia Escalante. “Él me dio a entender que era algo normal y como tenía el poder de la salvación y la sanidad y salvar a mi familia en la oración porque estaba cerca del señor, con eso me daba por pagado”.
El calvario terminó cuando abandona el comedor para ir buscar empleo en otros lugares. En 1985 junto a su padre emigró a trabajar en una estancia y estuvo a punto de contarle lo que le había ocurrido, pero no tuvo la fuerza. Posteriormente se armó de valor y comenzó a rehacer su vida. “Intenté no darle importancia a lo que me había ocurrido y pensé que podría pasar”, subraya.
Cuando se dio cuenta de lo que estaba sucediendo le confesó el tema al obispo Tomás González. Tenía 15 años. “Primero, hubo una contención buena, pero después vio que yo estaba colocando muy mal (a Escalante) y posteriormente me envió a un sicólogo”.
La salida de Escalante de Punta Arenas habría sido abrupta. Según relata González el religioso siguió buscando jóvenes para satisfacer su apetito sexual y en una ocasión (1987) uno de los padres encontró a su hijo con el sacerdote en pleno acto. Se trataba de una familia conspicua de la zona.
Para evitar un escándalo, Escalante se valió de una red de protección de la propia iglesia, quien lo sacó primero a una zona de Argentina y luego fue enviado al exterior y posteriormente a la Región de Coquimbo donde poseía familiares (Andacollo). “Casí lo matan, pero lo sacaron del país y lo enviaron a una misión internacional”.
Muerto en vida
Con el tiempo González siempre pensó que Escalante había fallecido como se lo habían hecho creer. Cuando se masificó internet y google se le ocurre colocar su nombre y apellido y descubrió que aún vivía.
No lo podía creer. “Sentí una impotencia, me hicieron creer que estaba muerto y ahora resucitaba. Fue el momento que me acerqué a la iglesia para buscar ayuda y poder ubicarlo”. No oculta que en un primer momento pensó en incriminarse con él si lo encontraba. “Pero, después recapacité y que sólo conseguiría echar a perder mi vida, la que había cambiado. Fueron momentos breves los que tuve esos malos pensamientos”.
El cara a cara
Después de la constatación que estaba en La Serena decide viajar a la zona y se entrevista con el entonces obispo, Manuel Donoso. El prelado no sólo lo escucha, sino que lo acompaña a Andacollo para enfrentar a Escalante.
“Él se quedó en una esquina y me dijo que analizaría toda la situación. Yo llego, ingreso a la casa y veo el mismo viejo negro, peinado a la gomina y pasado a naftalina. No me dice absolutamente nada. Le digo, ‘Nibaldo, no te acuerdas de mí’, me contesta, ‘no’. Le reiteró, ‘soy Francisco, tú pololo, tú preferido y elegido’. Quedó perplejo y con la vista hacia abajo. Pero, todos los pederastas tienen ese patrón, no reconocen absolutamente nada. En su casa había una foto grande con el Papa Juan Pablo Segundo y Tomás González (ex obispo de Punta Arenas)”.
El encuentro se extendió cerca de una hora. “Yo le pedí explicaciones y le insistía, ‘porqué me echaste a perder la vida weón, por qué abusaste de mí y echaste encima todo el poder que la iglesia te dio ’. Por algunos momento lloré”, recuerda.
La incertidumbre del esfuerzo
Aunque ha dado una dura batalla por la verdad, con decepción admite que no espera mucho sobre su caso, principalmente porque advierte que aún seguirían protegiendo a Escalante. “Tienen una red tan grande, está protegido, lo mismo que Cox (Francisco)”, puntualiza.
Hoy tiene trabajos esporádicos en pintura, pero se lamenta no haber consolidado un mejor pasar. “Sufro de pesadillas y debo ir al psiquiatra todos los meses”, manifiesta.
De ese momento no ha parado y asegura que nunca se ha podido recuperar, a pesar que logró casarse y formar una familia. Creció con el trauma de haber sido abusado. Es por ello que ahora, a través de la búsqueda de justicia, pretende sanar su mente y alma. “En ese momento no tenía idea de lo que estaba pasando en la iglesia, en Filadelfia y Bostón. No tenía idea de los escándalos mundiales. Lo de Karadima lo vine a saber después, por favor, esa es la verdad. Para qué vamos a andar con cuestiones. Pero, cuando conocía un tema de abuso, ahí saltaba yo, como un timbre”.
Actualmente está casado y tiene dos hijas de 17 y 19 años quienes no saben lo ocurrido en su juventud. “Mi esposa sabe y me apoyó, pero nunca me condenó”, manifiesta.
En el 2014 se decidió a llevar su caso hasta Santiago para hablar con los líderes máximos de la iglesia. Pero, la decepción fue grande.
Pese a que el padre Escalante sigue viviendo en Andacollo y la dura condena de por vida se le aplicó por un caso ocurrido en la zona, el obispado serenense no es competente con la investigación que se está llevando en Punta Arenas.
Es por ello que el arzobispo René Rebolledo evitó referirse a la causa. Sólo admitió que conoce del tema y que se ha reunido con González en un par de oportunidades y su relató está en una carpeta bien custodiada.
El Camino de la iglesia
El 2011 en el boletín de la diócesis de Punta Arenas se informó que el padre Manuel Nibaldo Escalante Trigo había sido castigado de por vida en La Serena.
La medida se adoptó luego que ejerció en Punta Arenas y se buscaba que quienes pudieron haber sido víctimas del sacerdote entregaran su testimonio. A partir de esa revelación se acercó Rodolfo González y se entrevistó con el obispo puntarenense y le confidenció haber sido abusado por Escalante Trigo. En el obispado de esa ciudad se reconoce que desde ese momento sólo González llegó a entregar su testimonio.
A través de una entrevista telefónica, el obispo de Punta Arenas, monseñor Bernardo Bastres accedió a hablar con diario El Día y entregar una detallada cronología del caso.
Partió planteando que desde el primer momento que recibió al afectado, “inmediatamente le dije que si quería colocar alguna acusación, ‘te presento al fiscal, porque nosotros como diócesis no hacemos investigaciones porque no tenemos capacidad y porque hemos acordado con la comisión que todos estos casos vayan a la fiscalía regional’. Él me respondió, ‘no, yo lo que necesitaría, si es posible, que me pusiera en contacto con el obispo de La Serena (Manuel Donoso), porque quiero ir a hablar con el padre Nibaldo, porque la psicóloga me dijo que sería bueno que enfrentara al padre Nibaldo y cerrar el ciclo’”.
El prelado se contactó con Monseñor Donoso y coordinaron el encuentro. Incluso, el religioso le planteó que podría oficiar de testigo. La versión de la iglesia es que González viajó a La Serena el 11 de marzo de 2012 y regresó el 14. “El error que cometí, y que lo reconozco, es que nunca le pregunté por la psicóloga que lo estaba atendiendo, porque creí en su palabra. Cuando me trajo el relató, le creí”, puntualiza. De hecho, el propio arzobispado le pagó los pasajes y la estadía, “pero el encuentro fue caótico, porque, claro, la persona no le iba a reconocer que había abusado de él”.
En agosto de 2014 González llegó hasta la oficina de denuncias del obispado de Santiago donde igualmente expuso su caso.
“El cardenal me hizo llegar el acta y le respondí lo que habíamos hecho por él. En ese momento pedía un resarcimiento y volvió a hablar conmigo y que lo ayudara. Le manifesté que no había puesto ninguna denuncia en el obispado de Punta Arenas, ninguna. Los abogados de la comisión me dijeron que había que reparar algo si hubiese una sentencia judicial, de lo contrario no tenemos un respaldo para hacer el acto. De todas maneras lo ayudaba de acuerdo a la acción social de la iglesia”.
Sin embargo, el obispo admite que en vista que González no judicializó su caso, se auto denunció el 27 de junio de 2018.
“Fui donde el fiscal y le entregue un documento y le dije que a esta persona le ayudamos desde el primer momento y le solicité que fuésemos a la fiscalía, pero él no quiere ir, porque quienes debían hacer el trabajo es la fiscalía. Es por ello que le señalé al fiscal que hicieran toda la investigación necesaria. Me contestó y me mandó un oficio el 20 de agosto de 2018 donde me solicita antecedentes del padre Nibaldo y le remití los antecedentes que nosotros tenemos”.
Los documentos no eran muchos luego que la sede del obispado en 1979 fue afectada por un incendio donde se perdieron todos los documentos. Según el obispo, González reaccionó molesto con la autodenuncia, sin embargo, el religioso le insistió que llegó a esta instancia porque nunca denunció el hecho en el obispado, “y en segundo lugar le dije que la fiscalía tenía que hacer la investigación, en la cual confiamos. Ahora, el único caso que ha venido a mi oficina por el padre Nibaldo mientras soy obispo, es él. No ha existido otra persona”, enfatiza.
Una vez que hablamos con el obispo de Punta Arenas volvimos a contactar a González y reiterarle por qué nunca realizó la denuncia en el obispado de esa ciudad. Insiste, que no lo hizo, “porque no confío en ellos, cómo voy a confiar si tenían todo arreglado el enjambre de encubrimiento”, remarca con fuerza.
Asimismo, González descarta que el obispo lo haya instado a efectuar la denuncia en la fiscalía local, “nunca, no fue nada en limpio”.
Hoy el caso está a la espera de lo que resuelva la fiscalía sobre la autodenuncia y González confiesa que hacer público su episodio se ha transformado en un acto de liberación que por décadas se había transformado en un tormento.
"No dudo del testimonio, pero tenemos que seguir ciertos protocolos"
El Obispo de Punta Arenas, monseñor Bernardo Bastres, conocía a Escalante cuando coincidieron en Punta Arenas, pero no lo ve desde 1984. Ya era párroco de la catedral y vicario del entonces obispo, Tomás González. “Yo era un mísero curita que trabajaba en un colegio”.
-¿El testimonio de González es creíble cuando el padre Escalante fue sancionado de por vida por un caso posterior ocurrido en la Región de Coquimbo?
“Primero, siempre le he creído a la víctima, lo que él ha dicho, desde el primer momento. Por eso que lo he ayudado, eso que quede bien claro. Ahora, en el proceso de La Serena, si llegó a condenación, es porque debió haber habido un problema. No conozco por qué fue acusado, ni quien lo acusó, porque fue un proceso que hizo don Manuel en la arquidiócesis (de La Serena)”.
-¿Es cierto que el padre Nibaldo fue sacado abruptamente de Punta Arenas, porque un ciudadano influente de la ciudad amenazó con destapar el caso que había afectado a su hijo?
“Los papeles que tenemos de Nibaldo no hay ninguna acusación en contra de él. Cuando hablé con don Tomás (González), me dijo que había salido por otras razones. Nos anunciaron que el padre Nibaldo se iba a Canadá encargado de los chilenos que estaban en el exilio y después se iría a La Serena. Incluso, estuve en la misa de despedida”.
-¿Eso no lo puede interpretar como que se encubrió algo irregular?
“Yo asistí a la misa que se le hizo en la catedral como párroco y que se le despedía y se iba a Canadá y eso fue todo”.
-¿Le genera una desconfianza cuando González no ha estampado una denuncia formal?
“El equipo de prevención de abusos nos dice que si no hay una denuncia formal, cómo vamos a comenzar a hacer algo, porque tienen que haber algunos elementos jurídicos para determinar de qué forma ayudarlo. En todo caso, tengo buena relación con la víctima”.
-¿Al no estampar la denuncia, comienza a dudar de su testimonio?
“No dudo del testimonio, nunca lo he dudado, pero tenemos que seguir ciertos protocolos”.
-¿Pero, por qué no seguiría el conducto de la denuncia formal?
“No tengo idea, es su palabra”.
-¿No coloca la denuncia porque percibe que la iglesia podría encubrir al padre Escalante?
“Por eso, desde el principio, le aconsejé que fuéramos a la fiscalía y allí hacer la denuncia, justamente para eliminar esa sospecha de que nosotros podríamos encubrir, pero él no quiso, por eso que después el comité de abusos determinó que mejor era auto denunciarnos”.
-¿No siente que el no colocar la denuncia sería el comportamiento de las personas que han sufrido abusos de sacerdotes?
“Creo que sí, nosotros estamos recién aprendiendo el dolor que ha causado estos abusos en las personas que los han sufrido, por eso que estamos atentos. Pero, tenemos acordado que toda investigación la enviamos a la fiscalía, porque hemos visto que nosotros no somos capaces de investigar y justamente para eliminar el miedo de la gente de que podamos encubrir”.
-¿Cuándo el obispo Donoso acompaña a Rodolfo a Andacollo, parte de la premisa que Escalante sería culpable, por el hecho anterior?
“Parte de la premisa que le creía a Rodolfo porque él había castigado al padre Nibaldo y que nada extraño que lo que hizo acá (La Serena), lo haya hecho en La Serena”.
Claves
- Nibaldo Escalante fue ordenado sacerdote en la diócesis de Punta Arenas e incorporado a la Arquidiócesis de La Serena por Monseñor Bernardino Piñera.
- En Ovalle el sacerdote Nibaldo Escalante Trigo fue párroco en “San Vicente Ferrer” de Ovalle y “San Juan Evangelista” de Las Compañías, La Serena y se desempeñó además como Vicario Parroquial en “Cristo Resucitado” de Tierras Blancas, Coquimbo.
- Desde el 25 de enero de 2008 se encuentra suspendido del ejercicio del ministerio de por vida, como culminación de un proceso iniciado varios años antes (1ªinstancia 2004). La de sentencia de 2008 fue cursada por el Tribunal Colegiado formado en Santiago (2ª instancia), pedido por la Congregación de la Fe.
- Actualmente sólo se le permite celebrar la Santa Misa en privado, pero no puede confesar o tener contacto pastoral con menores.