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En el límite sur de la región de Coquimbo, a la altura de Pichidangui y Quilimarí se sitúa un bosque relicto de olivillo, tipo valdiviano, el cual se origina por la existencia de neblinas costeras, conocidas como “camanchacas”.

A pocos minutos del balneario de Pichidangui y Quilimarí, comuna de Los Vilos, se ubica el Cerro Santa Inés, en el cual se encuentra un bosque relicto de olivillo, que se origina por factores muy particulares, dados por la existencia de un régimen de compensación hídrica por la influencia de neblinas costeras, conocidas como “camanchacas”.

En este sentido, uno de los valores ecológicos principales del área, radica en su importancia biogeográfica por la presencia de bosques relictos de olivillo (Aextoxicon punctatum), insertos en una región semidesértica que sobrevive debido a la existencia de condiciones climáticas especiales, ya que estos bosques son propios de la selva del sur de Chile y se presentan en muy pocos lugares costeros de las regiones de Valparaíso y Coquimbo.

Semejanza al Fray Jorge

La cualidad de relicto la comparte con el Parque Nacional Fray Jorge de Ovalle, ya que ambos cuentan con especies vegetales hidrófilas, es decir, propias de lugares de alta presencia de humedad o agua; esto a pesar que los dos se encuentran emplazados en latitudes donde el clima suele ser mayoritariamente árido o semi-árido.

Fauna y flora del lugar

Las personas que han podido conocer este lugar podrían decir que están inmersos en medio de la selva valdiviana, ya que es un bosque diverso y frondoso, que alberga alrededor de 83 especies de fauna y 243 de flora en un área protegida de 713 hectáreas.

En este sentido, de las 243 especies distintas de flora, 100 son endémicas y 83 son nativas. Además, 22 especies están categorizadas con algún grado de conservación por el Ministerio del Medio Ambiente.

Carolina Pañitrur de la Fuente, investigadora del Programa Recursos Genéticos y encargada de Banco Base de Semillas de INIA INTIHUASI,  señala que el lúcumo chileno (Pouteria Splendens), es una especie endémica de Chile, que crece de manera muy restringida en localidades costeras, desde Pichidangui (sur de la región de coquimbo) hasta los alrededores de Quintay (región de Valparaíso).

Amenazas para el lúcumo chileno

La investigadora, hace hincapié en que existen dos subpoblaciones de esta especie, las cuales están muy reducidas y fragmentadas, distantes a unos 100 kilómetros entre sí, por lo mismo, “debido a su restringida distribución y a la fuerte amenaza que sufre por estar ubicada en áreas pobladas y turísticas, es considerada una especie en Peligro de Extinción”.

Lúcumo chileno (Pouteria splendes)

Asimismo, otras especies en categoría de conservación son la flor del águila (Alstroemeria pulchra), la cual es una hierba tipo perenne endémica de Chile, cuya flor de rosa pálido presenta un colorido jaspeado en los extremos de cada pétalo y se encuentra categorizada “en peligro”, según el Inventario nacional de especies de Chile, del MMA.

Flor del águila (Alstroemeria pulchra)

Fósiles vivientes

Esta y otras especies presentes en el Cerro Santa Inés forman parte de un “bosque relicto”, es decir, “son reales fósiles vivientes, que existen desde hace millones de años en esta zona, cuando nuestro país poseía un clima tropical, antes de la formación de la Cordillera de los Andes)”.

Asimismo, Pañitrur, destaca que “los únicos sobrevivientes de aquella lluviosa y calurosa época, son estos remanentes de la vegetación que alguna vez dominaron el centro y sur de Chile”.

Animales característicos de la zona

Por otro lado, en el lugar se puede apreciar algunos reptiles como la lagartija nítida (Liolaemus nitidus) y anfibios como el sapo de rulo (Rhinella arunco), cuyo estado de conservación es “casi amenazado” y “vulnerable”, respectivamente.  De igual forma, se pueden visualizar, tencas, loicas, cometocinos, picaflores, cachuditos y duicas, así como también aguiluchos, águilas y jotes.

Importancia de la camanchaca

La investigadora Pañitrur, afirma que actualmente la existencia de estos bosques relictos, se debe únicamente gracias a la continua humedad que proporciona la neblina costera o “camanchaca” y que se acumula en cerros costeros, creando condiciones similares a los climas que podemos encontrar en zonas lluviosas del sur de Chile.

El Cerro Santa Inés es uno de estos ejemplos de relicto de bosque húmedo costero, que rodeado por una vegetación semidesértica, sobrevive gracias a la niebla costera. Este cerro, actualmente es considerado un Santuario de la Naturaleza debido a la presencia de una gran diversidad de especies nativas y alto nivel de endemismo que posee y por las posibilidades que ofrece para estudios e investigaciones geológicas, botánicas y de ecología.

Amenazas inminentes

La especialista en flora y semillas, comenta que a pesar de la singularidad e importancia de esta formación arbórea, el riesgo de deterioro ha ido en aumento, debido principalmente al ingreso de personas y ganado al sector, poniendo en peligro a las especies nativas del lugar. A ello se suma el eminente escenario de cambio climático, que provoca condiciones cada vez más desfavorables, haciendo que este bosque corra serio peligro de extinción.

Conservación del ecosistema

Por todo lo mencionado anteriormente, es que es necesario establecer medidas de conservación de este ecosistema. Si bien lo ideal es asegurar la supervivencia de toda la biodiversidad en su condición natural (in situ), esto es poco probable debido a la fuerte presión humana en los ecosistemas naturales, que se incrementa con la acción del cambio climático.

Por otro lado, la conservación in situ para algunas especies no es suficiente, especialmente cuando sus hábitats originales han sido destruidos o reducidos de tal manera que no son capaces de sustentar un número mínimo de individuos que mantenga una población de plantas en el tiempo. En estos casos, es necesario contar con medidas de conservación complementarias.

Al respecto, la Pañitrur, sostiene que una de las medidas de conservación complementarias podría ser ex situ o fuera de lugar, “esto ayudaría a mantener a los individuos bajo condiciones artificiales, para evitar aumentar las tasas actuales de pérdida o extinción de especies. En el caso de las plantas, la conservación ex situ puede llevarse a cabo a través de diferentes métodos, incluyendo jardines botánicos y arboretos, la criopreservación de semillas, embriones u otros tejidos en nitrógeno líquido y el almacenamiento de material genético en bancos de germoplasma”.

 

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