un camino empedrado, azulejo del tiempo, aguarda el paso reposado para despejar dudas sobre el Camino del Inca en la lonja ribereña. Cuando la capital cultural de los diaguitas chilenos sólo es un potrero ya Andacollito era un poblado. Donde el rostro del indio fijado en la roca señala algo más. Hay que saber llegar... 
Andacollito y Pullayes, sin lugar a dudas, forman una collera. El primero ubicado al pie del Piramidelqui, por el lado oeste, ha capeado por años las “bajadas” del río y las quebradas. Sin embargo, el segundo que lleva por nombre al Pullai - vinculado a las diabladas del pasado- no escapa del torrente de agua que viene desde El Porongo y otros rincones. Uchumì es ajeno a esta coyunta natural. 
Frente a Diaguitas, ahora con paradero de movilización colectiva para llegar al adelantado pueblo ribereño de Andacollito, la mirada del recièn llegado va al desfiladero de rocas que forman la efigie humana, ya deteriorada por el tiempo. Allí, un par de metros empedrados, recuerdan el vestigio de un camino ancestral. - El Camino del Inca en el periodo precolombino, señalan. El misterio aparece con el aire.
Mirando a la vieja Araucaria desde la ladera al otro lado del río, don Manuel Olguín reafirmaba que él alcanzó a conocer parte de la potrerada. Desde los años ’30, don Agàpito Flores, vecino de Campana, recreaba la narración de “Chuvino”, la versiòn original. Un verseador reseña: “Al Chuvino, duende travieso, / se le pasó la mano. / / Miren que usar aceite hirviendo / que quema toda la ropa ; / miren que usar un mono de greda / como que no quiere la cosa / para fregar al hermano. /  Tío, dice el gracioso:. / ¡Yo velo de las vaquillas! / - Cuídeme usted las ajenas  / que yo de las mias”. 
Tal como  en ciertos pueblos de Elqui predominan apellidos señeros, en Andacollito se identifican por los Contreras- recuerdan al -”Flaco Humberto”- los Flores, Gómez y las niñas buenasmozas entre otras tradiciones. ¡Vale!
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