Somos sujetos que permanentemente estamos registrando recuerdos, anécdotas; esos que poco a poco se van quedando en el archivo personal, y que serán parte de un diálogo posterior, sea por curiosidad, o a partir de una inocente pregunta. Cuántas veces nos ha pasado que estamos en un lugar, y evocamos situaciones pasadas, sus sensaciones, y personas. A eso tendemos llamar Historia.

Sin embargo, como lo dice Maurice Halbwachs “La historia no es todo el pasado, pero tampoco es todo lo que queda del pasado.” En este sentido, conviene situarnos en que existe una historia viva, que está permanentemente renovándose, pero que está en riesgo de detenerse ante los desafíos mal entendidos del desarrollo y el crecimiento. Hoy somos un banco de datos en la cual nos clasificamos nuestra historia.

El pasado 8 de diciembre se conmemoraban un año más del asesinato de María del Rosario Ávalos y Bernardo Lejderman, perpetuado por una patrulla de militares en el sector La Aguada, en la localidad Gualliguaica de la Comuna de Vicuña. 43 años después, vemos con preocupación que la memoria histórica se extingue sin hacer presente la vida de este matrimonio argentino-mexicano, o la de aquel niño de 2 años que vio como ese “bosque de botas y metralletas” daba muerte a sus padres. El silencio de la gente, de las autoridades locales, de las escuelas, de los gestores culturales y patrimoniales, es doloroso. Pareciera que el turismo, la astronomía, o la mal entendida Mistral, pasa por encima de la memoria.

Guardo la tranquilidad al menos, que desde el Museo de la Memoria y los DD.HH. en Santiago de Chile, en unos días, en presencia de Ernesto (sobreviviente), se realizará un acto en memoria de sus padres. Veo también con esperanza, la promesa hecha por el Alcalde de Vicuña el año 2013 cuando señaló a la comunidad la idea de construir una plaza en el sector de Gualliguaica con el nombre del matrimonio.

Cuan urgente es despertar entre los habitantes la memoria colectiva. Una memoria que está latente, y requiere volver al pasado, a ese pasado presente. Una memoria que nos ha de reunir en el diálogo, en el re-cordis, en el encuentro. Pues, somos terreno que sufrió persecución en la dictadura. Padres o hermanos que vivieron en el exilio, otros exonerados. Somos terreno que sufrió por años las consecuencias de una Minera que hoy ha vuelto con otro nombre. Hemos sido parte del olvido de las tradiciones y antepasados.

En el Día Internacional de los Derechos Humanos, no temamos a hablar de justicia, dignidad, de la paz, de la lucha, del pasado, de la sociedad. Que ese sueño, exista.

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