Por Eduardo Arriagada el Jue, 22/10/2015 - 18:11
Me tocó estar en una mesa de un congreso internacional de comunicaciones enfocado en las noticias y los aparatos móviles: tanto celulares como nuevos dispositivos como relojes. Estoy por publicar un libro sobre la historia del internet donde el capítulo chileno termina mostrando que lo móvil sigue siendo una asignatura pendiente para nuestra prensa. Los diarios más importantes del país han evolucionado hacia propuestas de variable calidad de un diseño digital llamado “responsive” que se acomoda a los distintos tamaños de pantalla, pero todavía no existe un diario una oferta similar a la de otros países en el mundo de las aplicaciones.
Supe que en el 2012 la Asociación Nacional de la Prensa obtuvo en el año 2012 financiamiento estatal para un proyecto de kiosco digital pero no se ha sabido mucho de su concreción. Esta semana The New York Times, que empezó a cobrar los contenidos digitales en el 2012, anunció que ya tiene 1 millón de suscriptores digitales. El diario que se demoró 100 años en conseguir vender 1 millón de ejemplares en papel en 1985, ahora en 4 años consiguió ese número en lo digital, haciendo una radical apuesta por lo móvil. Esta semana en CNN presentaron el caso como el pasar del diario de registro a la aplicación de registro.
La experiencia internacional reciente refuerza la percepción de los profesionales, tanto de las agencias como de los medios, de que el futuro digital no tiene un espacio para ellos no al menos en el número y en la calidad profesional a la que aspiran y que necesitan nuestros medios de comunicación. Sería lógico asumir, en la línea de las recomendaciones del informe The Story so Far, de la Universidad de Columbia que las estrategias futuras sostenibles que nos permitan mantener en el tiempo redacciones robustas pasan por el registro de los visitantes y algún tipo de cobro diferenciado en torno ciertos contenidos, como a experiencias de lecturas premium, en especial al desarrollo de aplicaciones para las nuevas pantallas táctiles que, al menos, entreguen una experiencia de lectura equivalente a la de los medios impresos, enriquecida con la interactividad y la participación en las redes sociales, propias de estos espacios”.