Así como tener dinero no es sinónimo de ser feliz, o ser delgado sinónimo de ser guapo, ser joven tampoco es sinónimo de ser innovador. Fuerte ha sido la irrupción de este nuevo grupo político, en su mayoría jóvenes de entre 20 y 30 años que han tomado cartas en el asunto democrático, para con su supuesta osadía desafiante al status quo y ansías de cambio, mejorar el escenario político institucional que se vive hoy por hoy en nuestro país. Sin embargo, desde una perspectiva histórica y desde la mirada de la opinión pública, la llegada de esta “alternativa revolucionaria” no es más que una careta muy mal armada.

Entendiendo al Estado como aquella organización de personas que tienen el gobierno sobre otro grupo de personas, y que tienen potestad de aplicar la fuerza cuando no se cumpla con la Ley, es que podemos hacer memoria de ciertos hechos que han marcado el devenir de la historia para el humano en la sociedad moderna. A mediados del milenio pasado, comenzaron a surgir corrientes revolucionarias que tenían por objetivo central, limitar el poder del aparato estatal, porque éste solía ser desmedido, caprichoso y muchas veces injusto e ilegitimo. Con el paso de los años, éste afán se incrementó con revoluciones como la estadounidense, se seguía por el camino de la desconfianza hacia el poder político, y la protección del individuo, quien en palabras de Ayn Rand, es la minoría más pequeña, y que, por ende, debe ser el primer objetivo de resguardo de cualquier democracia bien consolidada. Sin embargo, la sangre derramada por aquellos humanos que combatieron a los monarcas en su afán de libertad, fue desvaneciéndose ya con el ingreso de ciertas ideologías colectivistas, que ponían al que llamaban “interés colectivo” por sobre el interés individual, muchas veces pasando por los derechos esenciales de las personas. Y esta idea no es nueva, lleva varios años irradiando las naciones especialmente subdesarrolladas, en vías de desarrollo, y en general donde las democracias son incipientes, viciadas, o en crisis. Hoy en día el Frente Amplio, con sus ideas “estatistas” no buscan dar un cambio al paradigma actual de la sociedad, sino por el contrario, promover la invisibilidad del individuo, aún más de lo que ya se ha hecho a causa de no comprender los límites propios de cualquier democracia.

Y es que la fórmula que pretende aplicar el Frente Amplio ha sido utilizada innumerables veces por sociedades de todo tipo, desde países con grandes riquezas naturales como Venezuela hasta naciones con un amplio histórico democrático como Suecia. Ambos, queriendo aplicar medidas estatistas, que atacaban al libre comercio, ayudaron a que sus países se fueran por la borda y comenzaran a generar deudas particularmente altas para poder financiar los programas sociales, pilar fundamental del sistema que perseguían. Claramente, todos sabemos cómo terminó Venezuela, con una inflación de más del 900% y un sueldo promedio cercano a los 30 dólares; El caso de Suecia lógicamente es menos drástico, sin embargo, la deuda los hizo tomar medidas para liberalizar el mercado, es decir, quitarle poder a la intervención del Estado, lo cual tuvo grandes beneficios para la ciudadanía, pues le devolvían el poder que habían tenido capturado los políticos por largos años.

El frente amplio y/o sus candidatos, ha declarado que el Estado debe administrar las pensiones de los adultos mayores, que se deben expropiar empresas, que se debe empoderar al Estado en materia educacional, se han mostrado a favor de censurar ciertos actos por considerarlos ofensivos, y bueno, demás está recordar que la censura no es otra cosa que el monopolio de la fuerza del Estado, coartando tu libertad de expresión. ¿Es todo esto un plan original, innovador, probable, y exitoso? Por mi parte, creo que la evidencia histórica es tajante al decir que incrementar el poder y la presencia del Estado ha sido uno de los mayores errores en la evolución de las sociedades, y que hoy por hoy las naciones más prosperas son aquellas que ponen al individuo como centro del sistema, y no aquellas que utilizan al individuo como un medio para lograr fines colectivos por lo general muy difusos y manipulables por el gobierno de turno.

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Estudiante de Derecho de la Universidad Católica del Norte, Sede Coquimbo. Liberal, Ateo. Creo en que la primera minoría a ser respetada es el individuo. Rechazo el colectivismo, y creo en el ingenio humano. Creo en la Solidaridad, en la moral del capitalismo, y en el esfuerzo. Una persona es libre, no solo cuando puede decidir que hacer de su vida, sino cuando puede asumir por sí sola los riesgos que esto conlleva.

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