Un grupo arbóreo, alumnos numerarios, responden a listado mental para ex estudiantes sentimentales en el vergel granjino. Cuando la firmeza del tronco y la soltura de las ramas constituyen arte sin la maceración intencionada. Donde por milagro sobreviven tres árboles fraternos de los años treinta. Arbolito, arbolito... 
La panorámica enfocada quebrada abajo en lo de Pullayes solo muestra una motita verde; la misma imagen  tomada desde lo altos de Mamalluca ya es diferente. - ¡Claro...no tan sólo por la distancia sino por el ruido añoso que traspone umbrales! Y no sólo esto: llega el cantar de las niñas en las Colonias Escolares.  Muy pocos aluden a “El Diablo en Diaguitas” del autor de esta columna: “Mientras tanto en Pullayes / el cojuelo canta y canta. / Las niñas tan querendonas / lo están encontrando bonito. / (…) / aunque le falta aderezo / parece diablo en persona”. Es la leyenda. 
Aunque el lugar que es aludido para la nota costumbrista ha variado con el tiempo; hay en el fondo del vergel, lado derecho, un bosquecillo esquelético y deprimido. Seres vegetales con sus muñones resecos y en clara actitud de clamar por su salvación. Son pocos. Cabe recordar que el sitio original fue un sanatorio modelo.
El sábado recién pasado - 7-11- 15 - medio centenar de  ex alumnos acudieron al lugar que la mayoría llegó a la edad de seis años. En efecto, desde 1932  a 1972, los pabellones se convirtieron en salas de clases. En este reencuentro, la figura del maestro granjino por excelencia, don Héctor Matamala, representó a los inicios de la escuela y también la partida de Matamala en la carrera docente. Al final del reencuentro, en la multicancha techada hubo la actuación del grupo folclórico “Donde nace el sol” que dirige Ana Araya Díaz y sus ayudantes. Con la llegada de Florencia Arqueros Rojas – acaba de jubilar como maestra- ya no estarán solos la familia Adones en esto de recordar a la querida Escuela Granja. ¡Vale!
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