Como ya es habitual, hoy me voy a referir a cuestiones de la contingencia, pero no tan solo de política.

Para variar me detuve a intercambiar mensajes con un ex compañero de colegio sobre una aguda y ácida crítica a la presidenta. Incluso hasta falta de respeto…debo reconocerlo.

Obviamente ya lo he dicho en reiteradas oportunidades, no estoy de acuerdo con dar todo gratis, y sobre la necesidad de aclarar de donde saldrán los recursos para financiar este y otros derechos que los progresistas revolucionarios exigen con tanto ahínco.

El argumento de los Pro se basa en el derecho de dar a todos por igual, sin considerar origen, razón social, color, raza, etc. Y creo en lo más profundo de mi ser que sería posible llegar a dar a todos sin relevar este tipo de cuestiones que por lo demás ya están bien pasadas de moda; en realidad “eso creemos”. Ya que Chile, es uno de los países con mayor índice de racismo, clasismo y división social. Pero, ¿por qué es tan imperioso para ellos hablar de esto? Porque para los progresistas la imagen es mucho más que la intención. Por ejemplo, Ominamí es el paladín de los progresistas formados en Europa, que ya hasta el asco lo perdieron por la necesidad de mantener esa imagen  de personaje popular. Este sujeto ya nos demostró su objetivo.  Mantener el estándar alcanzado en el viejo mundo gracias a la manutención del estado… y acá quiere hacer lo mismo, según él, aportando desde la trinchera de los pensadores. Definitivamente no me imagino a Maturana haciendo arreglos con los “poderosos” para sacar réditos personales. Quizás para aumentar el caudal intelectual, pero no para ganar a toda costa el estándar de flojo y mantenido. Para mí Boric, Jackson, Vallejos, Ballesteros o Careola son definitivamente lo mismo, por lo mismo.

En fin, el argumento que quiero defender se basa finalmente en la búsqueda del desarrollo de las capacidades individuales o “mérito”,  cosa que muchos de estos sujetos hoy devalúan con tanta facilidad. El mérito es lo único que hace al ser, además de su génesis, distinto del resto. Y aunque no lo quieran reconocer hoy, el acceso y las oportunidades todos la tienen, independiente de las condiciones de origen. De hecho yo me esfuerzo cada día, así como muchos, por aportar ideales de superación  y no viviendas de cartón. La dignidad nunca debiese transarse por el afán de sobre salir de lo moral o lo socialmente aprobado.

Hoy más que nunca han aparecido estos facilitadores, con  un discurso muy bien elucubrado, pero que no dejan de ser menos peligrosos. Ya que representan lo más deleznable que el ser humano puede alcanzar: “Todo gratis es mejor”. Tal como mencionaba en los mensajes a mi ex compañero, el ser humano de verdad necesitado nunca pide, y muy por el contrario esta siempre dispuesto a dar. Él no quiere educación y salud gratuita,  no quiere al alcalde o a sus “asesores” afuera de su casa con los víveres para el mes, no quiere que le subvencionen la luz y el agua, no quiere limosna. Este sujeto quiere garantías de calidad. Quiere que los profesores de sus hijos no vayan a huelga porque les cae mal el presidente del colegio de profesores, quiere que lo atiendan con cariño y de manera responsable en el hospital, quiere que lo escuchen, no quiere sentirse un número más, quiere que en el consultorio no lo hagan ir a las seis de la mañana para pelear un número de atención, quiere que le aseguren oportunidades laborales para salir adelante por sus propios méritos, sí ¡por dignidad! Este sujeto todavía cree en la familia, porque los buses naranjo o multicolor no son una prioridad para él; sabe que debe parar la olla y ese es su primer objetivo.

Yo quiero que tengan mayores comodidades, que accedan a las tecnologías de la información, que les cueste menos lidiar con su contexto adverso, pero no como estos peligrosos quieren.

Así como no compro el argumento del esclavo que debe trabajar para el patrón de fundo, tampoco el estado que se hace cada vez más gordo de vagos pro. Cada cosa en su orden y en su justa medida.

Timothy Ferriss dijo en una oportunidad: “La gente es infeliz con la incertidumbre”. Así es, la incertidumbre de un  estado que ahora con una deuda exorbitante no tiene para darles o mantenerles el estándar de vida alcanzado o la “absurda dignidad”.

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