En el día de ayer fui malamente sorprendido de que el gobierno boliviano haya movilizado a su población a una escenificación de la batalla de Canchas Blancas, tal como se hace en la sierra peruana con eventos que rememoran combates contra tropa chilena en 1882.

Para consternación, es que Canchas Blancas, un encuentro fechado por el gobierno de Morales el 12 de noviembre de 1879 no aparece en ninguna fuente seria peruana, boliviana o chilena. Tampoco aparece consignada en observadores e historiadores extranjeros, tanto contemporáneos a la Guerra del Pacífico como actuales.

La supuesta batalla se basa en los apuntes del oficial Ezequiel Apodaca, donde narra la emboscada del coronel Mariano Lino Morales que, con 500 hombres, soldados de los batallones Ayacucho, Méndez, Tarija y campesinos del lugar, derrotaron a 1.400 soldados chilenos de las tres armas, que iban en busca de agua y ocupar la rica zona minera de Potosí. No se especifican las unidades chilenas.

Este idealizado combate tuvo funestas consecuencias para el ejército chileno: 330 muertos y 400 heridos chilenos, 480 caballos, 550 mulas y burros y numeroso material bélico.

Pero ¿Existió aquella batalla? Todas las acciones de guerra generan informes (partes) de los mandos responsables. Chile ha tenido contiendas legendarias que son motivo de revisiones. De los reveses, aún hoy Carrerinos y O´Higginianos se echan la culpa por Rancagua. Tarpellanca (, donde el comandante argentino Thompson abandonó al Coquimbo N° 1 ante miles de mapuche y realistas, a Thompson se le siguió un juicio en Consejo de Guerra. En 1837, Manuel Blanco Encalada fue sometido a proceso por firmar el infausto Tratado de Paucarpata en Arequipa. En la misma Guerra del Pacífico, se abrió un proceso por reveses en Tambillo, Tarapacá, captura del Rímac y Locumba. El desastre de Tarapacá que causó la muerte de más de mil chilenos es una prueba concreta de que el ejército chileno no ocultó nada a la opinión pública, aún a riesgo de perderse gabinetes completos o la carrera militar.

Además, hay que recalcar que el gobierno de Aníbal Pinto no decretó la censura de la prensa, lo que, si bien causó muchos dolores de cabeza por la información que se filtró y que cayó en manos del enemigo, finalmente es otra muestra del pensamiento liberal que imperaba en la sociedad.

En otras palabras ¿Cómo ocultar a cerca de 700 bajas, la mitad del contingente supuestamente enviado? La respuesta es simple. Nunca ocurrió tal hecho, tal batalla. 500 hombres bolivianos armados con fusiles de diversos sistemas, la mayoría de infantería, muchos con hondas y que sólo contaban con la sorpresa y el conocimiento del terreno, no podrían soportar un combate prolongado en un terreno llano, contando los chilenos con caballería y como señala el texto de Apodaca, también con artillería y fusiles de repetición.

Piénselo de otra forma. En Bolivia existían fotógrafos. Una victoria de la V División de Campero habría sido relevante para este jefe que conspiraba para hacerse del poder (lo conseguiría a fines de 1879), habría hecho proclamas, notas y cartas al Congreso boliviano en Sucre, al Dictador Daza y la consiguiente fotografía, litografía y/o parte de batalla con su publicación en prensa, envío al Perú para realzar al pueblo del altiplano ante sus aliados y, por supuesto, un monolito conmemorativo.

La justificación del gobierno de La Paz es que existe una conspiración de Chile para ocultar el hecho, pero hemos visto que semejante desastre no podría haber sido escondido con ningún acto.

La historia de la humanidad es un ejemplo ¿No existen en Egipto monumentos mutilados que sobrevivieron a los intentos de borrar dinastías? ¿No sobrevivieron códices mayas y aztecas a pesar de las hogueras de Fray Diego de Landa? ¿Ocultó Arteaga su derrota en Tarapacá o Campero su debacle en el Alto de la Alianza? De Canchas Blancas, habría cientos de registros de sobrevivientes. Nada de eso hay, salvo la nota de Apodaca.

Que haya personas que se presten en Bolivia para el juego de su gobierno, y me refiero al mundo intelectual, que siempre debe poner frenos al ultra nacionalismo, me parece un punto a considerar. Un historiador serio no puede caer en esas manipulaciones dignas del Libro Blanco o el Plan Zeta.

Todo cae por su propio peso. Lo de ayer fue un triste homenaje a Roberto Querejazú Calvo, gran historiador boliviano.

Lo mejor para los bolivianos es que recuerden Tambillos, donde un joven teniente Emilio Ferreira con 28 “granaderos”-si se puede llamar así a campesinos recién enrolados, uniformados y armados- se enfrentó a 70 jinetes en Tambillo (cerca de San Pedro de Atacama) al mando del coronel Rufino Carrasco, siendo vencidos y los sobrevivientes (9 chilenos) y sus pertrechos conducidos prisioneros a Bolivia.

A Ferreira se le siguió un juicio en Consejo de Guerra, cuyo veredicto fue: el teniente no podía hacer mucho más, ya que solicitó refuerzos que nunca llegaron y su tropa sólo tenía tres tiros por carabina, sin instrucción de tiro, no podían hacer más.

Sólo en agosto de 1879 los chilenos incursionaron por la zona, pero con escasos jinetes, como lo señala el historiador sueco Wilhelm Ekdahl (1919), regresando sin novedades a Calama, claro que cargando numeroso ganado.

Hasta ahora, ningún historiador serio de Bolivia ha publicado o reseñado la batalla de Canchas Blancas. Una rápida revisión de la historiografía del altiplano señala 1977 el año de su incubación, en el trabajo de Amado Canelas Arellano. Tampoco aparece en los documentales oficiales hechos por la Dirección de Reivindicación Marítima o en la película propagandística “Amargo Mar” (1984) que sí muestra Tambillo.

Antes de eso… nada. Y eso dice mucho.

 

 

 

 

 

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