Por Gonzalo Ampuero... el Lun, 31/08/2015 - 17:11
Con profundo pesar e inusitado retraso, fuimos informados del sensible fallecimiento de quien fuera uno de los más preclaros arqueólogos chilenos hacia 1973. Más aún lo fue para La Serena. Durante 5 años ocupó el cargo de investigador del Museo Arqueológico (1961-1965), dejando tras de sí los resultados más contundentes de sus investigaciones en torno a la Cultura Diaguita Chilena, siguiendo los pasos de Don Francisco Cornely y Jorge Iribarren, fundamento esencial acerca de su secuencia y características histórico-culturales, hasta ahora no superadas.
Nacido en Valparaíso en el seno de una familia venida de la lejana Cataluña y casado con la reconocida pintora chilena Helga Krebs (dos hijos), destacó de joven por su preclara inteligencia y lúcida comprensión de cuanto devoraba en libros y estudios de la más diversa índole. Pero fue la arqueología la disciplina científica que lo tentó y envolvió con los tentáculos del pasado. Contratado por el museo local, a poco andar ya había realizado, junto a Hans Niemeyer, arqueólogo coquimbano ya fallecido, las primeras excavaciones estratigráficas científicamente planificadas por un chileno, dando base a la secuencia arqueológica del Norte Chico. Más tarde, llevaría a cabo las investigaciones en Punta de Piedra (1962, 1963, 1966), en donde se convirtió, desinteresadamente, en mi maestro, mentor y amigo. En 1965 fue contratado por el Museo Nacional de Historia Natural de Santiago, como Jefe de Antropología
Articulador de los arqueólogos chilenos en su época, con numerosas e importantes publicaciones en revistas nacionales y extranjeras, debió buscar asilo en México, tras el golpe militar del ’73. Allí le acogió el INHA y más tarde la Universidad de Sonora, en donde le fueron editados más de cinco libros acerca de su historia. Mucho le debe Chile y particularmente La Serena a Julio Montané. Durante sus años de estadía en nuestra ciudad, compartió sus conocimientos con cuantos se le cruzaron en su camino. Más de alguno le recordará aún, pero las actuales generaciones merecen, a lo menos, saber que tuvimos como vecino a uno de los pilares de la ciencia arqueológica chilena.