La señora “Claudia” todavía siente temor. Cuando llegamos a su local ubicado en La Antena se nota desconfiada. Sabe que somos prensa y mira afanosamente de lado a lado para evitar que alguien más se dé cuenta de nuestra presencia.
Cierra las puertas del negocio. “Es que acá es muy complicado”, dice, mientras su teléfono suena en el mesón. Ella lo apaga, no es tiempo recibir llamados.
En la oscuridad del almacén, se sienta en un piso de madera para contarnos su historia, la que según dice, constituye el mayor error de su vida.
“No me quedó otra, le juro que no me quedó otra, sino jamás me hubiese metido con esa gente”, dice “Claudia” tomándose la cabeza con ambas manos, evidentemente afligida, antes que le preguntemos cualquier cosa.
Sabe que hizo mal y bordeó el margen de la ley, pero se arrepiente ya que la tranquilidad nunca ha podido volver plenamente, “pero me pillaron en un momento muy complicado”, acota, nerviosa mientras mira cada movimiento, cada sombra que se deja ver al otro lado de la puerta que da a la calle.
La mayoría de las transacciones se hacen en billetes de 20 mil pesos, casi siempre en efectivo.
UNA MUJER DESESPERADA
Todo comenzó el 30 de junio de este año. Recuerda con detalle cuando en horas de la tarde llegaron dos personas de nacionalidad colombiana, un hombre y una mujer, hasta su negocio de abarrotes que se encuentra emplazado justo en una esquina.
Los individuos se mostraron particularmente simpáticos. Primero compraron dos bebidas individuales y la mujer un pequeño pastel que consumió en el mismo lugar. Pero lo tenían todo planeado y antes de retirarse le hicieron a la señora una oferta que más tarde no podría rechazar.
Cuando pagaron los productos, el sujeto, además del dinero, sacó una tarjeta de presentación que en letras rojas cursivas decía: “Préstamos sin interés y de manera inmediata”, esto acompañado de un número de teléfono donde contactarse en caso de requerir el servicio.
“Alguna vez le puede servir, uno nunca sabe”, le dijo el hombre, amable, mientras se despedía. Ella lo miró con desdén pensando que jamás volvería a tener contacto con él.
“Me eché la tarjeta en el bolsillo del delantal que andaba trayendo, pero sólo para no ser descortés”, relata, sin dejar de mover sus piernas, ni su cabeza, dando cuenta de su evidente nerviosismo.
No volvió a recordar lo sucedido sino hasta días después cuando una hermana le planteó la idea de ir a comprar ropa al por mayor a Santiago para iniciar un negocio.
El plan era tentador, pero faltaba el capital. Fue en ese momento que “Claudia” recordó a la pareja de colombianos por lo que cuando llegó a su casa revisó el delantal en el que guardó la tarjeta de presentación, y ahí estaba, su oportunidad.
UN ENCUENTRO DIFICIL DE OLVIDAR
Llamó al sujeto y el encuentro se concretó el mismo día. “Era como si estuviese esperando por mí”, asegura la mujer.
Se juntaron en la misma casa de “Claudia”, ubicada muy cerca de su negocio y allí hicieron la transacción previamente acordada telefónicamente, que ascendía a los 500 mil pesos. En esa oportunidad, el individuo iba solo y, según el relato de la víctima, no fue tan amable como la primera vez. “Fue como si supiera que me tenía atrapada”, cuenta.
Desde un bolso azul deportivo sacó un fajo de billetes. Todos de 20 mil pesos, y se los entregó a la mujer quien en el intertanto, además, se dio cuenta que el tipo portaba otros fajos de igual tamaño. “Claramente yo no era la única persona a la que le iba a prestar ese día”, asegura.
Estuvieron juntos alrededor de 20 minutos y logró intimidarla. Antes de marcharse, esta vez en un vehículo blanco, le explicó las condiciones, a las que a esas alturas sentía que no se podía negar.
El sujeto le dijo que por prestarle los 500 mil, le debía devolver 600 mil en total, y que el cobro comenzaría en el lapso de un mes. El método utilizado sería el denominado “gota a gota”, es decir, un pago diario de unos 60 mil pesos cuyo interés se iría incrementando exponencialmente si no cumplía con lo acordado.
Lo que no sabía la mujer es que la deuda de un momento a otro se volvería inextinguible. Y las cosas empeorarían ya que no tuvo éxito en el emprendimiento que, según ella suponía, le daría las rentas para pagar.
“Uno lo ve más fácil al principio, pero llegado el momento se hace insostenible. No recuperé la inversión y alcancé a pagar al día. Cuando me atrasé el interés aumentó y ya no fueron sesenta sino más de 100 y así subía y subía”, relata, acelerada.
UN VIOLENTO ACTUAR
Alguien golpea la puerta del negocio y la mujer se levanta. Pregunta quién es y nadie se identifica. Prefiere no abrir ya que asegura estar “traumada” con lo vivido.
“Con estas personas no se juega”, dice, y lo comprobó. Luego que se atrasara en los pagos por no contar con el dinero entró en escena un tercer individuo también de nacionalidad colombiana quien comenzó a llamarla por teléfono e ir hasta su casa y negocio para cobrarle.
No lo hizo de la manera más sutil. Según el relato de la mujer una vez que ella no le abrió la puerta por temor el sujeto comenzó a patearla y a lanzarle insultos diciéndole además que si no le daba lo adeudado “se iba a enterar de lo que era capaz”.
Nunca realizó la denuncia, por miedo y porque sabía de su grave error al conseguir dinero informalmente.
Le contó a su familia lo que estaba pasando y entre todos reunieron el dinero para saldar el préstamo. Sin embargo, nunca superó la experiencia y hasta ahora está con un tratamiento psicológico. “Lo que viví no se lo doy a nadie. Pero estoy consciente de que me pasó por seguir el camino más fácil y rápido. Nunca lo repetiría. Le hice pasar malos momentos a mi familia y todavía estoy pagando las consecuencias”, cuenta la serenense, sentada en su local, con un tono de arrepentimiento evidente.
ALGO MÁS HABITUAL DE LO QUE PARECE
Pero el caso de “Claudia” es más habitual de lo que se piensa. Según ratifican desde la Policía de Investigaciones, en el último tiempo han recibido varias denuncias por el delito de usura (cobro excesivo de interés) y el denominado método de pago “gota a gota”.
De acuerdo jefe de la Brigada de delitos económicos de la PDI, Cristián Alarcón, existen varias bandas que actualmente están operando en la zona.
Las principales víctimas, son los pequeños comerciantes que tienen apuros económicos o necesitan el efectivo para realizar algún emprendimiento, como le sucedió a “Claudia”.
Es por eso que los individuos suelen merodear por distintos negocios de barrio dejando sus tarjetas de presentación y hablando de los beneficios y la fluidez con la que ellos pueden hacer los préstamos, sobre todo a quienes por tener deudas no pueden acceder a otros créditos de consumo y no les queda otra opción.
EL CENTRO NO ESTÁ AJENO
De acuerdo a datos recabados en la Brigada de Delitos Económicos, así como en los negocios de barrio, en las poblaciones, los individuos también están en el centro de la ciudad ofreciendo dinero.
Fuimos a diferentes lugares e intentamos recoger testimonios de otras víctimas, pero no fue posible, hay miedo. Sin embargo, todos reconocen que los prestamistas son una realidad latente “pero lamentablemente hay gente que cae”, dice el dueño de un negocio en calle Cienfuegos, quien admitió que, si bien no ha solicitado ningún préstamo, sí ha tenido ofrecimientos y de hecho, sabe perfectamente quiénes se dedican a esto.
Cristián Alarcón manifestó que se encuentran realizando un trabajo investigativo que les ha permitido individualizar a sospechosos de integrar bandas pero que no los pueden detener sin la suficiente prueba sobre todo porque en principio, prestar dinero no constituye un delito en sí mismo. “El acto delictual es el cobro indebido y por sobre las tasas de interés establecidas. Además de las acciones violentas que se generan cuando se realizan los cobros”, sostuvo Alarcón.
EL MÉTODO “GOTA A GOTA” Y LAS CIFRAS
Tal como en el caso de “Claudia”, la mayoría de los prestamistas ocupan el método “gota a gota”, es decir el pago de pequeñas cantidades a diario que van subiendo en su interés de manera exponencial si existe un retraso.
Con respecto a cuáles son los montos que generalmente se prestan, Alarcón precisó que no eran demasiado altos, y la ganancia estaría en la cantidad de personas que logran cautivar. “La mayoría de las veces los prestamos no superan los 500 mil pesos”, sostuvo le policía.
PERO, ¿DÓNDE ESTA EL DELITO?
Ya lo dijo el comisario Alarcón: “Prestar dinero no es un delito”, de hecho, el endeudamiento por créditos de consumo es una tendencia en el país. Así lo consigna el estudio de la asociación de Bancos (ABIF) que fue dado a conocer esta semana.
Lo que llama la atención es el creciente aumento de los préstamos informales. Según se detalla en el informe cada vez son menos los que consiguen dinero en los bancos, casas comerciales; cajas de compensación o cooperativas. En la actualidad, tal como lo hizo “Claudia” la gente prefiere ahorrarse todo tipo de trámites y recurre a parientes, o amigos, tanto es así que este tipo de transacciones ascendió en un año de un 10,5% a un 15,8%.
Pero, ¿cuál es la razón por la que se está recurriendo a los préstamos informales? Según los expertos, tiene que ver con que la gente con menos recursos no está logrando acceder a los sistemas financieros.
CUANDO COMIENZAN LOS PROBLEMAS
Hasta ahí ningún problema. Todo en la legalidad, sin embargo, el inconveniente se produce cuando se le consigue a la gente equivocada. Es en ese momento cuando se ingresa a una suerte de espiral del cual cuesta demasiado salir.
Según explica el abogado experto en derecho económico, Reinaldo Villalobos, el delito no se concreta al prestar un monto de dinero, sino cuando se cobran intereses que sobrepasan lo establecido, esto de acuerdo al artículo 472 del código penal que establece que hay usura cuando se suministran valores a un interés superior al que la ley permite estipular.
De acuerdo al abogado, esta práctica no es nueva y cree que ahora está en boga sólo porque hay más formas de hacerlo público. De hecho, manifiesta que antes era mucho mayor, pero decayó debido a las modificaciones legales que en su minuto determinaron que ya nadie pueda ir preso por mantener deudas. Claramente, esto coartó las posibilidades de los prestamistas informales debido a que ya no tenían este medio de coacción con sus clientes. Sin embargo, trajo aparejadas otras complicaciones como el hecho que, sobre todo en los grupos que vemos actualmente, existan métodos violentos para realizar los cobros, tal como le sucedió a la mujer de La Antena. “No es un delito en sí mismo prestar dinero, lo que pasa es que cuando se cobra un interés superior al máximo convencional se cae en la usura”, explica el abogado.
PENAS MUY BAJAS
Según explica Villalobos, todavía existen vacíos en la legislación al momento de sancionar este delito, por lo que las penas son bastante bajas. De acuerdo al código penal se establece que quien cometiera el ilícito “será castigado con presidio o reclusión menor en cualquiera de sus grados, lo que significa que la pena fluctúa entre 61 y 540 días de presidio o reclusión”.
Pero la mayoría de las veces la condena se cumple en libertad con sujeción a control de la autoridad o firma quincenal o mensual vigilados o supervisados por la institución de Gendarmería.
EXTRANJEROS Y LA USURA
En el caso de los extranjeros la situación es especial, según el abogado. Y en esta pasada, ellos son los que en mayor medida se han visto involucrados en este delito, por lo que, de ser condenados arriesgan su expulsión inmediata del país.
Sin embargo, el llamado es a no estigmatizar. Desde el departamento de extranjería de la PDI, el comisario Hugo Astroza manifiesta que los ciudadanos extranjeros continúan siendo el grupo que menos delitos comete en relación a los chilenos, pero lamentablemente en este caso se ha detectado que son, principalmente colombianos los que integran estas bandas. “No es cierto que sean las personas que vienen de otro país las que mayormente están involucradas en ilícitos, ni en la región, ni a nivel nacional, pero en cuanto a los préstamos ilegales se trata de un delito que se ha introducido en nuestro país desde colombia”, aseveró.
Así las cosas, solo queda una opción para protegerse del delito de usura y tiene que ver con no pedir dinero prestado en el mercado informal. Puede que en un principio resulte conveniente, por la rapidez y las pocas exigencias que hacen los prestamistas, pero a la larga trae serias consecuencias tal como los tuvo la mujer de La Antena quien todavía no puede superar lo vivido. Para pensarlo dos veces.
EL LLAMADO A NO ARRIESGARSE
En la PDI son categóricos y hacen el llamado explícito para que la gente en ningún caso solicite préstamos en el mercado informal. “No hay que arriesgarse mucho menos con personas a las que no se conoce”, indica el comisario Alarcón.
En la misma línea, manifestó que no se debe actuar por desesperación y que siempre es mejor optar por lo regulado. En caso contrario y ser estafado se debe hacer la denuncia de inmediato, de lo contrario el asunto se puede escapar de las manos y caer en otro tipo de situaciones como la violencia en los cobros. “Hemos visto casos en que los prestamistas no actúan de la forma más adecuada, porque ese es su negocio y hará lo que tengan que hacer para que las personas peguen deuda”, sostuvo el policía.
LO QUE HAY QUE SABER
- ¿Qué sucedió?
Según la Asociación de Bancos se registra un aumento de los préstamos informales y la región de Coquimbo no es la excepción.
- ¿Por qué sucedió?
La rapidez y las pocas exigencias que ponen los prestamistas informales hacen que los clientes opten por ellos en desmedro de la banca y otras opciones reguladas.
- ¿Qué consecuencias tiene?
Proliferan los prestamistas ilegales que caen en el delito de la usura al cobrar intereses más elevados de lo establecido. Si la gente no paga, algunos realizan el cobro de manera violenta.