En el pueblo de Lagunillas todavía hay consternación. La localidad ubicada a seis kilómetros de Ovalle no suele ser escenario de hechos de sangre, y, por lo mismo, sus habitantes aún no logran asimilar lo ocurrido la madrugada del domingo, cuando desde una casa del sector alto del pueblo, justo detrás de la Iglesia, se escuchó el disparo fatal. Era Vladimir Rojas (43) quien por causas que se están investigando había percutado su escopeta –debidamente inscrita- en contra de quien era su pareja desde hace algunos meses, Tiare Castro Cáceres, coquimbana de 21 años, madre de una hija de cuatro.
La joven murió instantáneamente luego de recibir el balazo directamente en el rostro, quedando tirada en el piso de la casa.
No se sabe si había terceras personas. Lo cierto es que una vez ocurrida la tragedia, con el transcurrir de las horas, el hombre decidió entregarse y ponerse a disposición de la justicia, confesando el hecho aduciendo que el arma se había disparado de manera accidental.
Tras el control de detención del día domingo por la tarde en el Juzgado de Garantía de Ovalle, el magistrado Darío Díaz decidió ampliar la detención para hoy martes, donde debería hacerse efectiva la formalización del acusado, ya sea por cuasi delito de homicidio, homicidio simple o calificado, e incluso femicidio, dependiendo de la intencionalidad, las agravantes, y el vínculo entre la víctima y el victimario que logre acreditar el Ministerio Público.
"El hombre tranquilo"
En el pueblo de Lagunillas, hay coincidencia en algo: “Vladimir era un hombre tranquilo”, nos dicen todas las personas con las que hablamos. Carlos Pizarro es amigo de años, y compañero del imputado en el club deportivo Unión Olimpia de Lagunillas, en donde el individuo jugó fútbol hasta hace un tiempo los fines de semana, pero desde donde se tuvo que retirar, debido a una progresiva diabetes.
“Me extraña mucho lo que pasó. La imagen que yo tengo de él es de un cabro bueno, deportista y bien trabajador. Ahora último había estado un poco alejado, por su enfermedad, pero todavía lo veía de vez en cuando por ahí. Siempre educado, y tampoco era de andar curado. Se tomaba sus tragos sí, pero como cualquier joven”, relata Pizarro.
Para la señora Eliana Valverde, esta situación “escapa totalmente a lo que es la realidad de Lagunillas. Nosotros somos un pueblo muy quitado de bulla, y estas cosas a una la impactan. Sobre todo porque yo conozco al Vladimir de chico, y a sus padres, la María (Castillo) y el Guillermo (Rojas) también. Son gente de trabajo que me imagino, estarán sufriendo mucho con lo que pasó”, asegura, Eliana, todavía impactada.
"Mi hijo no quería hacerlo"
“Faltaban 20 para las dos de la mañana cuando él empezó a golpear la puerta y las ventanas gritando ‘¡mamá, mamá, yo no quería matarla!’”. Con esta frase, la madre de Vladimir Rojas, María Castillo, recuerda la madrugada del domingo, alrededor de una hora después de que de su hijo le disparara a la joven, según su versión, producto de un lamentable accidente.
María le cree a fe ciega a Vladimir, y descarta de plano la tesis de un femicidio o que el hecho fuese provocado de manera intencional.
De pie, junto a una hermana del imputado, a quien llamaremos “Claudia”, afirma que todo se produjo cuando ambos estaban compartiendo en la casa de Vladimir -que está instalada justo al lado de la de sus padres y otros integrantes de su familia- y por alguna razón sacaron la escopeta que el individuo utilizaba con fines de caza. En ese momento, dice la madre, su hijo pensaba que estaba cargada con cuatro cartuchos los cuales, creía, había sacado debidamente. Lo que no sabía era que el arma tenía municiones para cinco tiros, lo que a la larga sería fatal.
De acuerdo a María Castillo, habría sido la propia Tiare quien, “en tono de broma” le dijo que le disparara, confiada, lo que Rojas finalmente realizó apuntándole directamente a la cara. “Sin querer queriendo, lo hizo, apretó el gatillo y le salió el balazo”, asegura.
Entrega voluntaria
En la familia Castillo Rojas, tenían claro que entregarse era lo mejor que podía hacer el individuo, por lo que lo convencieron de realizarlo. “Si él no tiene nada que temer, tiene que estar tranquilo”, afirma “Claudia”, hermana del imputado, quien tras el episodio llamó a Carabineros y luego concurrió hasta la PDI de Ovalle, junto a su madre y su cuñado, donde relataron los hechos. “Ahí nos dijeron que era lo mejor que podíamos haber hecho. Hasta nos felicitaron porque nadie lo hace”, consigna la madre del sujeto.
María siente impotencia. No sabe por qué su hijo tuvo que sacar la escopeta justo ese día, en ese momento, ni por qué ambas personas adultas, según su versión, comenzaron a jugar con ella. “Yo no lo entiendo. Puede que hayan estado tomándose algo, como cualquier persona, pero no estaban curados, mi hijo no puede beber demasiado porque tiene una diabetes que lo está complicando mucho”, asegura.
¿Sólo amigos?
A la hora de responder por qué Tiare -a quien en la familia Rojas Castillo dicen conocer como “Michelle”- estaba con Vladimir a esa hora en su casa, la señora María y su hija señalan no saber con exactitud esa respuesta, pero descartan que hayan tenido una relación sentimental.
“Eran amigos, solamente amigos. Ella venía para acá, a lo lejos, porque era de Coquimbo pero algunos fines de semana lo venía a ver al Vladimir y se quedaban ahí, solos”, dice María, descartando también la tesis de que haya existido una tercera persona como testigo de los hechos.
Un duro golpe
Vladimir Rojas nunca había estado en circunstancias similares, ni enfrentado ningún problema legal, por lo que para su familia el golpe ha sido fuerte. Según relata su hermana “Claudia”, tanto la madre, la señora María Castillo, como su padre, Guillermo Rojas, han presentado problemas de salud después de lo acontecido.
“Ellos son adultos mayores, los dos, y tienen enfermedades crónicas, como diabetes e hipertensión, así que imagínate (...) Y para nosotros también, porque somos muy unidos y la verdad queremos que este infierno se termine pronto”, sostiene la familiar del imputado.
Dolor en Tierras Blancas
En Tierras Blancas –Coquimbo-, se vive la otra cara de la moneda. El dolor de haber perdido a un ser querido –Tiare-, y la impotencia de estar convencidos de que se trató de un hecho intencional.
Llegamos en pleno velorio de la joven Tiare, y allí, su madre y sus seis hermanos lloran la partida de quien era el sostén de ese hogar en donde vivía con su pequeña hija de cuatro años, Martina, uno de sus hermanos, el menor, y su madre, Isabel Del Carmen Cáceres, quien padece cáncer de mamás y riñón, por lo que se encuentra recibiendo un tratamiento de quimioterapia.
Entre lágrimas, recuerda a su hija y pide justicia, para lo que, asegura, fue un femicidio. “Ella era la que nos sacaba adelante, a su hija, a mí. Era todo para nosotros, no sé qué vamos a hacer ahora sin ella, no me imagino la vida a partir de ahora, era mi única fuerza”, detalla Isabel Del Carmen, quien detiene su relato, para tomar aire y contar cómo vivió la noche del sábado, cuando escuchó por última vez la voz de Tiare.
De acuerdo a su relato, su hija la llamó desde Ovalle a eso de las 11 de la noche, para decirle que se encontraba bien. Le contó que estaba con Vladimir, como todos los fines de semana desde hace al menos seis meses, tiempo en el cual habrían comenzado una relación de pareja, la que se había ido consolidando debido a que la joven trabajaba precisamente en la capital de Limarí, en un restorán, lo que facilitaba que convivieran los fines de semana.
Supuestas agresiones anteriores
En la familia de Tiare no pueden entender cómo “el asesino está libre”. Es su hermana mayor Jessenia, quien alza la voz, precisando Vladimir y su familia mienten al decir que no eran pareja. “Lo hacen para que no se le acuse de femicidio, porque además ellos convivían los fines de semana”, asegura.
Y lo más grave, de acuerdo a su versión, es que esta no sería la primera vez que la joven madre era agredida por el imputado. Jessenia relata que tanto ella como su madre fueron testigos de cómo hace algunas semanas, Tiare llegó con moretones en ambos brazos, y les contó que el individuo la había amenazado con la misma escopeta con la que le dio muerte el día domingo, por la madrugada. Además, agrega, en diversas oportunidades la vieron con marcas en su cara, producto de supuestos golpes. “Nosotras sabíamos lo que estaba pasando, y ella quería salir de esa relación, pero él no la dejaba tranquila”, asegura.
“Una obsesión"
En aquel hogar de Tierras blancas, donde aquella mañana reina el dolor y la angustia, están convencidos de que el sujeto, al ser mucho mayor que ella, fue generando una especie de obsesión hacia quien terminó siendo su víctima y que no soportó que ella -Tiare- quisiera dejarlo, o tenerlo solamente como un amigo. Esta sería la razón de la última y más grave de las agresiones, y de las anteriores.
“Ella era joven, y no creo que haya querido estar con un hombre así. Se lo dijo y eso generó los celos terribles de este hombre, asesino y cobarde, que dejó a una niña de cuatro años, Martina, sin mamá, y a nosotros sin nuestra hermanita”, sostuvo una afectada Jessenia.
La incógnita del celular
El teléfono celular de Tiare aún no aparece, o al menos no se lo han entregado a su familia. Algo que para ellos es “bastante extraño”, ya que, tal como se ha descrito, su madre se contactó con la víctima a las 23:00 horas y posteriormente la siguieron viendo “en línea” en WhatsApp.
Es más, aseguran que pese a que la joven murió pasada la medianoche, a las 5 de la mañana ellos la seguían viendo conectada lo que les llama profundamente la atención. “¿quién estuvo manipulando el teléfono durante ese tiempo?, ¿Lo tenía este tipo y lo está ocultando porque hay cosas que no quiere que veamos?, ¿qué tipos de mensajes le mandaba a mi hermana? Esas cosas va a tener que explicárselas al juez”, sostuvo su hermana mayor.
21 años, un sinfín de sueños
En la familia de la joven, pese al dolor, también quieren recordar lo positivo, “lo trabajadora que ella era, lo madura que era para su edad. El esfuerzo que había hecho para sacar a su hija Martina adelante sola, y los sueños que tenía de estudiar.
De hecho ya estaba lista para comenzar la carrera de educación parvularia el próximo año”, relatan sus seres queridos, quienes hoy no asistirán a la formalización del imputado en el Juzgado de Garantía de Ovalle, porque no quieren moverse de su casa, en los últimos momentos en que el cuerpo de Tiare, aunque sin vida estará cerca. Por la tarde será sepultada en el cementerio de Coquimbo.
El marco legal
Para la familia de la víctima no hay otro camino que la prisión preventiva por el delito de femicidio, mientras que para la familia del victimario no se debería decretar esta medida cautelar ya que el hecho de que se haya entregado constituye una garantía de que no existe peligro de fuga, ni que sea un peligro para la sociedad.
Pero en esto también influirá el tipo de delito que termine imputándose. Si persevera la teoría del femicidio, sí o sí debería estar privado de libertad mientras dure la investigación, lo mismo debiese pasar si se formaliza por homicidio ya sea simple (sin dolo, planificación o ensañamiento) o calificado, que tiene penas posibles mucho más gravosas.
La única salida para que el imputado pudiese estar libre mientras dure la investigación respectiva, sería que el juez calificara que los hechos constituyen un cuasi delito de homicidio, es decir, que prosperara la tesis de que todo se trató de un lamentable accidente. Por lo pronto, existen dos versiones para una sola verdad.