• Alejandro Pino Uribe tiene una larga trayectoria como periodista, gerente y comunicador social. Hoy se dedica a hacer charlas y es concejal por La Serena. Foto: El Día.
  • Con 24 años de edad, se casa con Marcela Damke, quien tenía 17 y con quien ha compartido las últimas décadas como su esposa. Dice admirarla por su inteligencia y capacidad. Foto: El Día.
  • Desde muy joven es aficionado a la fotografía y al reporteo. Fue parte de los dos rescates de mineros más importantes del país: Uno ocurrido en Andacollo y el de la Mina San José, en Copiapó. Este último dio la vuelta al mundo. Foto: El Día.
  • Alejandro Pino Uribe, concejal de La Serena. Foto: Lautaro Carmona.
  • Sus inicios como periodista los tiene siendo un estudiante aún en radio Minería, emisora que tendría a su cargo por largos años. Foto: El Día.
No sólo fue parte del equipo de la AChS que fue parte de ese evento mundial, sino que en décadas anteriores, como periodista, había pasado por una experiencia similar, sólo que a menor escala. Reconoce su pasado y se ríe de rumores que califica como un mito y que lo sindican como miembro de un aparato de seguridad de Pinochet.

El día 30 de abril de 1943, en el Sanatorio Alemán de Concepción, nació el actual concejal de la Serena, Alejandro Pino Uribe, quien con el paso de los años se transformaría en periodista y comunicador social.

La vida de Pino Uribe está llena de sucesos que le tocó vivir o presenciar, especialmente por su condición de periodista, como el hecho de tener que reportear el accidente de un grupo de mineros que quedaron atrampados en el fondo de una mina en Andacollo, lo que décadas después volvería a presenciar con el suceso ocurrido en la Mina San José, en Copiapó, claro que este último con ribetes mucho más espectaculares y de otra magnitud.

Quienes lo conocen sostienen que es difícil no notar que Alejandro Pino está presente en un lugar, especialmente por su voz, fuerte, ronca y sonora, que se oye a distancia.

Comenzó a estudiar en la escuela pública de Til Til, donde se habían trasladado por el trabajo de su padre que se dedicaba a la construcción de caminos, en este caso la Carretera Panamericana y aprendió rápidamente a leer.

A diferencia de su hermano mayor, que tenía excelentes notas y se transformó en ingeniero civil, él reconoce que pateaba los cuatros, pero desde pequeño se dedica con fruición a la lectura. De hecho, señala que el primer gran libro que leyó fue El Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes, el que se encontraba en la biblioteca de la casa, la que contaba con decenas de libros, ya que sus padres eran asiduos lectores.

“A mí me dicen, pero cómo pudiste leer El Quijote tan niño cuando es un libro tan denso, pero cuando lo lee un niño, es un mundo de aventuras y yo creo que una parte importante de mi desarrollo precoz del lenguaje nace precisamente de la lengua cervantina. Al leer a Cervantes como niño, lo haces con una completa inocencia y vives todas las aventuras, además que traía esos dibujos de Doré (Gustave Doré, pintor, escultor e ilustrador francés, considerado el último de los grandes ilustradores) intercalados en el libro, tú empiezas a desarrollar la mente imaginativa, porque es tan descriptivo el mensaje de Cervantes, tan bien hilado. Yo creo que si algo le debo a la vida es haber aprendido a leer y haber leído El Quijote. Después cuando adulto he tenido la oportunidad de recorrer toda la ciudad de Castilla y La Mancha. Ir llevando a mis hijos uno a uno y volver a revivir con entusiasmo, con pasión, todas esas narraciones  del Quijote, que forman una base fundamental para tener un buen lenguaje. Todo lo que yo después desarrollé de manera propia, en una metodología de oratoria, nace de El Quijote”.

Recuerda que desarrolló una vida infantil normal con los típicos juegos de la época con compañeros y amigos. Por ejemplo, jugaban a las naciones (con una pelota que se lanza al aire nombrando un país), al caballito de bronce, a las bolitas, al emboque, al trompo. Aclara que no era todo el año, sino que los juegos tenían su temporada, como el de las bolitas. “Jugábamos con unas bolitas de cemento o de piedra, el tener una bolita de cristal había que contar con dinero.

También sacábamos las perillas de los antiguos catres de bronce y las rellenábamos de plomo derritiendo los antiguos envases de pasta de dientes. Era mucho más pesada y la que rompía las bolitas de vidrio”, reseña.

En la escuela de Til Til estuvo hasta tercero preparatoria y cuarto lo rindió en  la Escuela Pública N° 82. Recuerda que a las 10 de la mañana les daban un desayuno, con una muy buena leche y una marraqueta crujiente que hasta el día de hoy recuerda.

También les proporcionaban los cuadernos y libros. Para los que no podían ir de vacaciones por cuenta familiar había colonias de verano, donde los llevaban en tren a la costa. Ellos iban a El Tabo, donde su padre compró un terreno que aún conservan.

Transcurre la Adolescencia

La adolescencia de Alejandro Pino comienza a transcurrir en Puerto Montt, hasta donde se trasladaron cuando tenía 11 años, ya que a su padre le correspondió dirigir la construcción del camino Puerto Montt-Puerto Varas y otros como el de Castro a Quellón y Aysén a Coyhaique, entre otros.

A mediados de los 60, su padre enferma gravemente y fallece a finales de esa década, aunque alcanza a verlo como director de Radio Minería, cargo que asumió el 1° de enero de 1965 y su progenitor murió al año siguiente, en 1969.

Dice que le comienza a ir bien en las comunicaciones, aunque nadie daba una chaucha por él cuando estudiaba, ya que no era un buen alumno e incluso repitió algunos años. Por eso precisa que “la educación tiene una cosa equivocada en Chile, porque a ti te califican de inteligente o tonto, entre 1 y 7. Si te sacas 6 y 7 eres inteligente y te irá muy bien en la vida; si eres un gallo que tiene mal promedio, te va a ir mal. Yo digo, ojo, busquen cuáles son los talentos que tienen. Yo creo que mis talentos fueron alimentados por una muy buena maestra, la señora Amada, y a mí siempre me gustó la literatura. Recuerdo haber escrito un cuento de ciencia ficción a los 8 años”.

No tiene claro dónde se le metió la idea de ser locutor y periodista, aunque había tenido un abuelo que no conoció, pero que había dirigido un diario en San Bernardo. “Mi padre me contaba la historia y yo quería un poco emular a mi abuelo, escribir, contar historias. Yo en Puerto Montt hice un periódico que se llamaba El Debate y se lo mandaba por correo a mis primos en Santiago. Mi hermano mayor me hacía dibujos de portada y yo daba noticias de la familia, con titulares guiándome por diarios que leía como El Llanquihue”.

El Primer Artículo

En 1958, ya estando en La Serena, Pino Uribe escribe su primer artículo. Su profesor, Alfonso Calderón, quien lo hacía leer en voz alta en el colegio por sus condiciones para ello,  debía dar una conferencia sobre la biografía de Diego Dublé Urrutia, nombrado ese año Premio Nacional de Literatura, por lo que le solicitó que escribiera un artículo sobre dicha charla. El artículo fue publicado en diario El Día, convirtiéndose en su primera incursión en el periodismo.

“Me sentía muy orgulloso, lo recorté y se lo envié a mi mamá. Un año después, en 1959, Óscar Marinsulic, que trabajaba en la Radio Minería de La Serena, le pide a su hermano José, que era mi profesor de gimnasia, que busque en el liceo alguien que tenga buena voz porque había empezado un nuevo programa deportivo en la radio y me recomendaron a mí”. En esa época, Pino Uribe era dirigente estudiantil y era el que leía las informaciones del Liceo de Hombres y las efemérides por los parlantes durante el recreo.

Fue invitado a la radio para hacer una prueba y quedó seleccionado inmediatamente por la calidad de su voz y sus condiciones. Si bien no le pagaban por el trabajo,  dice que “eso no me importaba, porque lo que yo quería era aprender el oficio de la radio e hice de todo”.

En la actualidad, en las charlas de liderazgo que ofrece, les dice a sus alumnos que siempre en la vida tienen que tener presente para ser exitoso, aprender todos los conceptos muy claros, nunca decir no quiero y nunca decir no puedo.

Le comenzó a ir muy bien en su trabajo radial, donde laboró en todos los puestos: “Entre 1959, hasta el 63 hice de locutor, control, hice discoteca, escribía noticiarios, transmitía desde la calle mientras seguía estudiando. A mediados del 63 me contratan con un sueldo, yo tenía menos de 21 años, por lo tanto, ese contrato tuvo que ser autorizado por mi mamá. El 64 seguí como periodista y jefe de prensa, jefe de mí mismo, porque era un solo periodista. En esa época uno escribía los noticiarios escuchando las radios de Santiago por onda corta”.

El Pololeo 

Sobre las pololas en su juventud indica que no era un gran conquistador. “Tuve una polola muy ocasional, era una estudiante de la Escuela Normal, después tuve otra polola que la estimé mucho y que se casó posteriormente. Después conocí a Marcela (Damke). Fue cuando entré a la Defensa Civil, por allá por 1966, y Fernando Damke, su hermano, era mi ayudante en la Defensa Civil y yo vivía solo, por lo tanto, pasaba muy solitario, ya que me pasaba muy preocupado de mi profesión y me empezó a llevar a su casa, entonces veo a esta niñita flaquita que no me tiraba ni caña, porque tenía un pololo de su edad y yo era 10 años mayor que ella, pero inmediatamente dije: esta es la mujer con la que me quiero casar”.

Más adelante relata que Marcela Damke tenía 14 años y él 24, pero quedó completamente prendado de ella. “Era muy hermosa, muy madura para su edad y una forma de ser que a mí me cautivó absolutamente. Después de 46 años no me arrepiento de estar casado con ella”, afirma y concede que la conquistó con la palabra. “Yo siempre recomiendo para los que somos feos, que si tienes un buen discurso, si no dices tonteras, la mujer es muy sensible y se rinde ante el respeto que se le tenga y si se le dicen cosas que le lleguen al alma. Yo a mi mujer la miraba a los ojos y le decía de memoria una declaración de tipo poema y ella se enternecía mucho con esas cosas”.

 

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