Por: Fernando Rojas Clavería
Hace un par de meses, cuando el concejal coquimbano Juan Alcayaga del Canto no justificó su ausencia en varias sesiones del concejo municipal, el hecho comenzó a llamar la atención de los dirigentes vecinales, y al público en general. Al tiempo, se generó un clima de especulaciones e interrogantes sin respuesta.
Las personas que se hallaban realmente preocupadas por la salud del edil no habían olvidado que en el año 2011 le habían extirpado un riñón cancerígeno.
El Día consultó acerca de sus problemas de salud. “Hacía tiempo que sufría de fuertes dolores localizados en el cráneo, los que se fueron acrecentando conforme pasaban los días. Hasta que un día no lo soporté más y me di el tiempo de visitar a un especialista en neurocirugía en la capital”, indicó la autoridad.
El diagnóstico no dio lugar a dudas: estrés profundo.
“Entendí que era un pronóstico acertado -asiente Alcayaga-. Mi cuerpo, desde hacía tiempo, había comenzado a manifestar la falta de descanso. Fue el comienzo de una especie de cansancio crónico. Me acostaba muy cansado. Dormía, pero amanecía igual de cansado”, agregó.
Cuenta que cuando su familia se enteró del resultado de los exámenes, arreciaron las críticas, pues durante años habían intentado que detuviera su intenso ritmo de trabajo, temían que sus fuertes dolores cabeza pudieran terminar en una embolia o algo peor.
EXTIRPANDO EL PROBLEMA
“Después que mi caso fue analizado por una junta de médicos,consulté sobre el tiempo que iba a durar el tratamiento. La respuesta fue:“Eso depende de usted, no de nosotros. Queremos que sepa que en estos momentos nos es imposible asegurar un resultado positivo de la intervención quirúrgica que le realizaremos dentro de unos días”.
Hasta que llegó el momento decisivo: la extirpación de los dos tumores cerebrales que habían causado una enormidad de problemas existenciales al edil y un costo económico desorbitante. “Gracias a Dios yo he podido enfrentar los gastos porque puedo recurrir a préstamos bancarios, a la ayuda familiar,a la casa, a mis ahorros, pero el que no tiene esas posibilidades, se muere simplemente y nada se hace para impedir que esta discriminación termine algún día”.
LA LEVEDAD DEL SER
La convalecencia le fue algo muy difícil de enfrentar. Recuerda:
“Se me sometió a una estricta incomunicación. Me prohibieron recibir llamadas telefónicas, leer, ver televisión o escuchar radio. Completa tranquilidad. Yo desaparecía para el mundo exterior. Fueron meses en que mi única visión era la del techo blanco de la habitación. Me sentí como un león enjaulado. Estuve tan alejado de la realidad del tiempo que ni siquiera supe cuál había sido el día de mi cumpleaños. Ahora creo que tengo un año menos”. (Risas).
UNA LECCIÓN DE VIDA
Al tenor de los acontecimientos que han tenido un final positivo, reconoce un cambio sustancial “Creo que el buen Dios me mandó un aviso para que no siguiera el camino catastrófico que llevaba. Me hizo entender que debía dar más tiempo a mi familia, al descanso, a ver y escuchar a aquellos que necesitan que vayamos en su ayuda. El hecho de experimentar la incertidumbre de no saber si continuarás viviendo las maravillas de este mundo. Cuando se adquiere conciencia de las cosas que realmente tienen valor, te cambian la perspectiva de vida”.
Se muestra agradecido del apoyo recibido por parte del alcalde Marcelo Pereira y el concejo. Y, por supuesto, de la gente que le entregó mucha ayuda espiritual a través de mensajes y cadenas de oración:
“Nunca imaginé que la gente se alegrara tanto de verme y que continuarían orando por mí. Esas son cosas que valen la pena, especialmente cuando el afecto proviene de gente desconocida para mí. Eso vale tanto como un tratamiento médico que te salvará la vida. Como un bálsamo espiritual, cuyo valor está en los afectos, en los sentimientos, que no son gratuitos, porque te los ganas. Es de esa forma como los valores se profundizan. Es por eso que siento que hoy tengo una mirada mucho más crítica de la sociedad”.
-¿Volverás a ejercer la presidencia del PR local?
“ El tiempo y la salud lo dirán”.
-Y para finalizar…¿ Cuál fue su primer pensamiento al regresar a Coquimbo?
Al unísono:“¡Comerme un gran sanguche de pescado!”