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Universidades en toma, y manifestaciones son la muestra del fenómeno social que se ha instalado en el país. Agrupaciones feministas están exigiendo ser respetadas y castigar de manera ejemplar a quienes ejerzan violencia de género. En este contexto, según dicen el acoso sexual callejero se sitúa como el mayor ejemplo de la normalización del machismo. Y es que ya no serían piropos “sino derechamente abusos”, los que no tienen ningún tipo de sanción y quedan en la impunidad.

Carolina tiene 17 años y cursa cuarto año medio en un emblemático liceo de La Serena. Vive en Las Compañías y utiliza la locomoción colectiva para trasladarse entre su colegio y su domicilio.

Nunca había tenido problemas, hasta diciembre del 2017, cuando un hombre de unos 40 años, según recuerda, la abordó cuando se iban en la micro.

Primero le ofreció el asiento, ya que ella había quedado de pie, a lo que accedió. No cruzaron palabra por varios minutos, y Carolina iba ensimismada escuchando música sin prestar atención al sujeto que se mantenía muy cerca, esperando la oportunidad para realizar la repudiable acción.

Cuando la persona que viajaba al lado de la estudiante llegó a su destino y se bajó, el sujeto no dudó en ocupar su lugar. Ahí, de inmediato intentó iniciar una conversación con la menor a la que ella respondía sólo asintiendo con la cabeza, “por educación”, consigna.

Pero sin darse cuenta, ya lo tenía encima. Muy cerca, y a esas alturas con menos pasajeros en el autobús, las palabras del individuo sólo eran adulaciones, “piropos” subidos de tono los que culminaron con una invitación a salir. “Lo tenía muy cerca, y me tenía atrapada entre su cuerpo y la ventana. Me dio miedo y asco. No supe qué hacer y lo único que esperaba era que alguien viera lo que pasaba e hiciera algo, pero eso no pasó”, relata la joven.

Todavía estaba lejos de su casa, pero se bajó apenas tuvo la oportunidad, aunque encontró oposición por parte del acosador. “Cuando me paré, puso su mano en mi pierna y como que miró alrededor. Yo ahí también forcejeé y salí como pude”, cuenta Carolina, quien logró zafar del individuo, pero en ese mismo instante entró en estado de shock y estalló en llanto. “Llamé a una amiga para que me fuera a buscar, le conté lo que me había pasado y me fue a dejar a mi casa. Pensé en denunciarlo, pero me empecé a cuestionar yo misma, ¿cómo lo compruebo?, ¿y si no me creen? Muchas cosas que me hicieron tomar la decisión de dejar el tema hasta ahí”, expresa la adolescente quien después de haber sido víctima de acoso, nunca más se ha subido a una micro sola.

UNA REALIDAD SOCIAL PREOCUPANTE

Lo ocurrido con Carolina, no es aislado. Según un estudio elaborado por el Observatorio Contra el Acoso Sexual Callejero en Chile (OCAC Chile) un 68% de las mujeres entre 15 y 29 años ha sufrido de acoso, y de ellas, un 20% debe lidiar a diario con esta situación.

Los números vienen a ratificar una realidad social preocupante. En el último tiempo, los casos de abuso y acoso en contra de las mujeres han visibilizado nuevamente un movimiento social que siempre ha estado presente en la historia pero que en determinadas coyunturas reaparece con más fuerza.

Tras el aumento de femicidios y casos de violencia de género, sumado a las denuncias de abuso por parte de importantes figuras del espectáculo a nivel mundial y nacional, las agrupaciones feministas intentan ser protagonistas de cambios sociales y jugar un rol activo en las políticas públicas que lleven a una verdadera equidad de género, y respeto a sus derechos fundamentales. De hecho, a nivel académico las estudiantes universitarias también han alzado la voz en las casas de estudio y han instaurado “las tomas feministas” que tienen a varios campus ocupados a lo largo del país, y que incluso llegaron a la región, con las estudiantes exigiendo que los abusos en su contra no “se sigan normalizando” y se establezcan protocolos y sanciones claras cuando ocurren tanto por autoridades de los recintos, como también por los propios pares.

VACÍOS LEGALES A LA VISTA

Pareciera ser sólo una arista de las demandas, pero para muchas mujeres el acoso callejero constituye “la génesis de la impunidad”, y la máxima expresión de normalización de la violencia hacia ellas, lo que se acentúa debido a que no existe ninguna regulación al respecto, lo que redunda en que los casos como el de Carolina se repitan una y otra vez, sin que se produzcan las denuncias. Y claro, existe un vacío legal que hace prácticamente imposible aplicar sanciones, y de hecho, hay quienes señalan de frentón que no ameritan ser consideradas como faltas o delitos.

En Chile, cuando se efectúa alguna denuncia se suele recurrir al artículo 373 del Código Penal que tipifica el delito de “Ofensas al Pudor”, pero generalmente no quedan en nada.

Aunque han existido intentos por legislar. Uno de ellos, corresponde al proyecto de Ley que descansa en el Congreso desde el año 2016, y que pretendía castigar a los acosadores.

Uno de los autores de la normativa, que hasta ahora no ha llegado a puerto, es el diputado por la Región de Coquimbo Matías Walker, quien critica que una vez que el proyecto se despachó en la Cámara Baja, no avanzara en el Senado.

UN INTENTO CIUDADANO

El parlamentario, asegura que esta se trató de “una iniciativa ciudadana de ley”, que venía del Observatorio Contra el Acoso Callejero quienes fueron los que pusieron el tema sobre la mesa. Walker indica que en el proyecto quedaba claro explícitamente qué iba a ser tipificado como “acoso” y que no tendría “nada que ver con el piropo” que se realiza con respeto hacia las mujeres. “Hay frases que tiene una connotación sexual directa y que incomodan a las mujeres, que se vienen dando en los espacios públicos como la calle, o en la locomoción colectiva, o en universidades donde hay hombres que se masturban frente a ellas, y eso hoy día no tiene ninguna sanción. Eso es lo que pretendemos cambiar”, sostiene el diputado.

Agrega que el proyecto también sanciona el registro de imágenes de mujeres sin el consentimiento, algo que se ha vuelto recurrente. “Ahora, con las redes sociales, es común que esto suceda y quede impune, pero con lo que nosotros normamos, tendría una sanción importante y ejemplarizadora”, manifestó Walker, insistiendo en que espera que ahora, con las manifestaciones sociales que se están viviendo, la iniciativa sea nuevamente revisada y despachado por el Senado.

UN PROCESO COMPLEJO

Desde una óptica netamente jurídica, la abogada, docente guía de la Clínica Jurídica de Asuntos Públicos y Derechos Humanos de la Universidad Católica del Norte, Margot Aguilera, sostiene que legislar respecto al tema es complejo, pero perfectamente posible si existe una intención de querer sancionar este tipo de acciones. “Y se debería hacer, porque el acoso callejero es una forma de violencia”, indica.

De hecho, precisa que en otros países el asunto está normado, pese a lo dificultoso que resulta establecer parámetros y límites para tipificar cuándo se trata de acoso. “Esto tiene que ver con el proceso de formación de la ley, donde tiene que quedar claro, primero el delito o la falta y cuáles serán los medios de prueba”, sostiene la profesional enfatizando en que en estos puntos habría que ponerse de acuerdo. “Aquí podrían haber distintas visiones, pero en general yo creo que está claro, que cuando hay violencia, y connotación evidentemente sexual, existe el acoso”, precisó Aguilera.

DIFICULTAD PROBATORIA Y POSIBLES DENUNCIAS FALSAS

Algunas de las dificultades que podrían presentarse si llegara a promulgarse una ley, según detalla la abogada de la UCN, es lo complejo de probar el acoso, y que pudiesen haber denuncias sin sustento. En este sentido, asevera que hoy en día estas eventualidades podrían ser soslayadas gracias a la tecnología. Claro, antes era más complicado que existiera algún registro, pero en la actualidad “prácticamente todo se graba, y las cámaras de las empresas o las que los municipios tienen en la calle pueden utilizarse como pruebas”, precisa.

En relación a denuncias falsas, evidentemente, tal como en todos los procesos legales, debería existir la presunción de inocencia. “Aquí tiene que haber un debido proceso y un resguardo de la persona investigada”, explica Margot Aguilera.

MEDIDAS DEL SERNAMEG

La seremi de la Mujer y Equidad de Género de la Región de Coquimbo, Ivón Guerra, enfatiza en que las demandas que las propias mujeres están visibilizando deben atenderse con una mirada global, y en lo que tiene que ver con el acoso callejero, primero deben establecerse dónde están los límites. Coincide en que se trata de un tema difícil para poder legislar, pero se debe trabajar en ese sentido. “Sabemos que hoy en día los piropos no son los de antes y que se pasa esa barrera, por eso debe ser sancionado”, manifiesta Guerra.

Sin embargo, aunque recalca que desde el Gobierno se están tratando de erradicar todas las formas de violencia de género, y el acoso callejero sería una de las aristas importantes, por el momento no está en carpeta establecer normativas en esta materia. “Lo que tenemos en carpeta en este momento es legislar contra la violencia en el pololeo, el tema del brazalete electrónico. Eso es lo que se quiere acelerar”, sostuvo la seremi.

Respecto del movimiento feminista en las universidades debido a los abusos, llamó a las instituciones de educación superior a tener protocolos establecidos en esta materia. “En ese sentido los ministros ya están trabajando  con las universidades”, indicó.

FEMINISTAS DE LA REGIÓN ORGANIZADAS

“Siempre hemos sido un movimiento potente, lo que la prensa no siempre nos da mucho espacio”. Con esta afirmación Lía Alvarado, de la colectiva feminista Patiperras La Serena, que agrupa a distintas organizaciones de mujeres, deja claro que les gustaría que sus demandas fueran escuchadas permanentemente, y no sólo cada cierto tiempo.

Ella, junto a otras activistas, nos recibió en un céntrico edificio serenense donde se reúnen, en el último tiempo, con más frecuencia debido a las movilizaciones y eventos que están realizando para concientizar sobre el feminismo, “en el hogar, en la universidad y en todas las instancias”.

Aseguran que el tema del acoso sexual callejero ha sido un problema histórico en el país, que tiene que ver con la cultura machista imperante y que ellas vienen combatiéndolo por sus propios medios a sabiendas que legalmente no tienen respaldo.  Su estrategia se basa en la funa a través de las redes sociales a los acosadores. “No tenemos otra opción. Por mucho que tú denuncies, no hay una dinámica en el poder judicial, ni en el Ministerio Público ni en la Defensoría para abordar esto. Muchas veces no se nos cree, se nos cuestiona, y ahí tú te das cuenta que el problema es estructural. Cuando un juez te pregunta ‘Y por qué andaba vestida así’, ‘por qué andaba caminando de noche’ compruebas que la dificultad es mayor y sistémica”, analiza Alvarado.

MARCANDO LÍMITES

Claudia Cortés, también integra el movimiento feminista en la zona, sabe que incluso hay mujeres que “no están concientizadas”, lo que se puede ver en la normalización del acoso callejero, que todavía es culturalmente aceptado. “Pero es aceptado por la cultura machista, porque desde el momento en que tú no puedes caminar tranquila por la calle es una forma de violencia. El que haya gente, incluso mujeres que no lo comprendan, es una tarea que tenemos como feministas de revertir”, asegura.

A la hora de situar los límites para que sea considerado acoso, Cortés es categórica y precisa que se da desde el momento en que la mujer se siente intimidada.

Y aquello se traslada a lo que sucede en los medios de comunicación, por ejemplo, según enfatiza Paula Jeria, también activista femenina. Ella hace hincapié en el tratamiento que se tiene  con el género femenino en las rutinas humorísticas donde también, asegura, deberían existir límites. “Hay rutinas que de frentón denostan a las mujeres y eso es un tipo de violencia simbólica que tiene que para en algún momento”, asevera. 

LOS TEMAS DE FONDO, MUCHO MÁS QUE EL ACOSO CALLEJERO

Pero a la hora de priorizar temas, desde la agrupación son categóricas. Sostienen que lo primero es “lograr la autonomía de nuestros cuerpos”, dice criticando claramente la forma en que se discutió la ley del aborto, que no las dejó del todo satisfechas. “Es precaria todavía”, sostienen.

Y también se muestran críticas en la forma en que, según afirman, los problemas del género se ven fragmentados y no se engloban “en un todo”, para así no tener que ir sacando “una ley tras otra” ya que siempre quedan flancos abiertos. “El tener que ir logrando avances de a poco ya lo encuentro violento”, indica Lía Alvarado, quien precisa que “continuaremos trabajando en el territorio, como siempre lo hemos hecho”.

UN TEMA QUE SE DISCUTE EN EL AULA

Poner los distintos temas que afectan a la mujer sobre la mesa es uno de los logros de los movimientos feministas, y el que adolescentes de 15 ó 17 años, la misma edad de Carolina, la joven que relató su testimonio de acoso al inicio de este reportaje, estén concientizadas resulta ser una buena noticia.

Galilea Castillo, es una estudiante de cuarto medio del Colegio La Providencia de La Serena. La encontramos en una plaza junto a un grupo de compañeras y cuando les consultamos por lo que está sucediendo en el país, y particularmente por el acoso callejero manifestaron que lo han vivido de cerca. “Ha pasado varias veces, fuera del colegio. Tengo amigas a las que les han levantado la falda e incluso han seguido hasta la casa. Eso asusta un poco porque no sabes los límites que tiene esa persona que te sigue”, dice la joven, mientras a su lado, Sara, compañera de segundo medio asiente con la cabeza, y relata la experiencia que vivió hace poco una de sus amigas. “Un hombre la siguió en el centro y le mostró sus partes íntimas. Ella hizo una denuncia, pero hasta ahora no sé en qué va la investigación” cuenta.

A ambas menores les parece positivo que se legisle y se sancionen estos actos. “En el colegio nos hablan, nos dicen que nos cuidemos y nos entregan información, el problema es que casi siempre esto pasa en la calle, y ahí no se puede hacer nada”, dice la adolescente, con un tono de desgano. Claro, todavía no hay ley, en una de las tantas demandas que hoy tiene a las mujeres del país movilizadas y a ciertos grupos asegurando que se mantendrán radicalizados hasta que no vean soluciones concretas a demandas que, sostienen, no son nuevas sino históricas y que en algún minuto debían hacerse visibles. 4601Ir

EL CONTEXTO SOCIOLÓGICO

Daniela Henríquez, socióloga de la Universidad Católica del Norte, asegura que el movimiento feminista que se vive en la actualidad no es nuevo, pero ahora se hacen más visibles debido a que las mujeres se están mostrando más empoderadas y pueden hacerse notar a través de las redes sociales.

Ahora, en cuanto a los resultados que puedan obtener, la profesional enfatiza en que se verán en el largo plazo, ya que las trasformaciones culturales demoran. “Estos procesos de cambio son muy complejos, y los objetivos que se persiguen probablemente no lleguen ahora. Lo que yo vislumbro es que el movimiento ya está instalado, que ahora experimenta un periodo alto, que en algún momento va a bajar pero estará latente para volver a la palestra en cualquier momento”, sostiene la socióloga.

La profesional explica que es normal que existan diferencias entre las mismas mujeres, que están dadas por lo generacional y lo social. “Lo que tiene que pasar en estos procesos es que se tiene que llegar a consensos. Se tiene que dar la discusión social y llegar al acuerdo, por ejemplo, a cuándo un piropo deja de ser piropo. Lo importante es que se discuta”, Henríquez.

Manuel Escobar, también sociólogo descarta que las manifestaciones feministas sean pasajeras u obedezcan a una moda. “Lo que pasa es que ha tenido altos y bajos”, declara el experto, quien pone al movimiento feminista como un movimiento en esencia político, pero con implicancias mucho más importantes para la sociedad. “Es mucho más potente porque las implicancias de este movimiento y lo que pueda obtener están en la base de la estructura social. Entonces pueden generar modificaciones más profundas que pueden alterar la estructura. En este caso, lo que se busca es pasar de la dominancia patriarcal a una equidad”, asevera Escobar.

 

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