Nada podrá reparar el dolor, pero el legado de Anaís Lua Pallero, quien, con tan sólo 22 años, se consagró en diferentes ramas del arte, como la música, siendo una destacada cellista que tocó con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de La Serena; la pintura, con la que impresionó a sus más cercanos a través de obras gráficas; y la literatura, que la llevó a recorrer Latinoamérica recitando sus poemas, los que fueron publicados en distintas colecciones, es inmortal.
Fue el día sábado, pasadas las 19:00 horas, cuando, por causas que aún se investigan, la talentosa joven perdió la vida. La música dejó de sonar, y el silencio se apoderó de su voz, la misma que siempre alzó.
Tan sólo fueron unos segundos, menos de lo que dura un acorde antes de perderse en el que sigue. Anaís, bajó de su bicicleta, desde la vereda hacia la calzada, cuando en forma repentina un vehículo la colisionó por un costado, saliendo eyectada unos 15 metros. Rápidamente, los testigos llamaron a personal policial y de emergencia, quienes llegaron al lugar, sin embargo, ya era demasiado tarde. Pese a los intentos por reanimarla, su cuerpo no soportó, falleciendo en el lugar, llevándose consigo el talento que la hizo prodigiosa.
Entre acordes y bemoles
Pero más allá de su final, la historia la construyó su vida, una que siempre estuvo marcada por el arte en cada rincón. Anaís, era hija de Pablo Pallero King, artista de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de La Serena, y América Baeza, quien también estuvo vinculada a la orquesta, profesora de Educación Musical.
No fue una sorpresa que estudiara en la Escuela Experimental de Música Jorge Peña Hen, donde se especializó en el violonchelo, tal como lo retrata su profesor Rodrigo Díaz, quien la tuvo como su alumna más destacada durante cinco años, en la enseñanza media. “Era la mejor, y una de las muestras más claras de esto es que cuando la presenté en una oportunidad a un concurso denominado ‘jóvenes solistas’, ella fue la ganadora. El premio era tocar con la Orquesta Sinfónica de la ULS, y esto fue cuando ella todavía estaba en el colegio”, cuenta su profesor, evidentemente apenado.
Siguió especializándose en la universidad, pero en esos tiempos comenzaron a surgir, o a hacerse más latentes, otras inquietudes artísticas. Llegó un momento en que Anaís tuvo que decidir si continuaba estudiando lo de siempre, de manera estructurada, o daba rienda suelta a una creatividad que sus cercanos describen como “inconmensurable”. Tomó la determinación más compleja, pero no podía ser de otro modo. “En un momento ella se acercó a mí. Estaba como confundida, no sabía si ser cellista, o dedicarse a la escritura, entonces yo le dije: ‘Mira Anaís, ahí tú tienes que seguir lo que más fuerte te llegue al corazón, porque así funciona en las artes, no hay otra forma’. Ahí ella empezó a escribir, y se destacó rápidamente, aunque no dejó de tocar”, relata uno de sus maestros.
En la ruta, en la despedida
América Baeza toma el micrófono, pero no habla. A su lado, un parlante que transporta, en medio de ofrendas florales de todos sus seres queridos. La madre de Anaís, escucha junto a unas 50 personas la voz de su hija recitando desde algún sitio en el universo, en el mismo lugar donde perdió la vida. La recuerda, llora, luego su voz toma fuerza, para volver a decaer, pero ahí está, con el apoyo de todos, con el abrazo de toda una comunidad artística que la acompaña. “Esto era ella, arte, puro arte, magia. Ahora escuchamos sus escritos, pero tenemos su música que quedó, sus pinturas, y en cualquier momento encontramos esculturas, o qué se yo, porque ella era así, una artista natural, innata. Decidió por las letras, pero nunca dejó de hacer música”, relata la madre.
La pena y el orgullo se entremezclan. La madre cuenta que su paso por las letras dio muchos frutos, y fue fuente de inspiración. Participó en festivales literarios en varios países del continente, llevando su talento y carisma enmarcado en estrofas rebeldes. De hecho, el pésame vino desde distintas entidades dedicadas a la literatura, a nivel nacional e internacional.
La impotencia
Pese a que los hechos todavía son investigados, entre las agrupaciones de ciclistas que llegaron a rendir tributo a la artista, estaba Ciclistas Rebeldes, quienes manifestaron que a partir de esta tragedia debían sacarse lecciones respecto a la indefensión en la que transitan. “Aquí, en primera instancia se saben muchas cosas, la persona que atropelló a Anaís se pasó el paso de cebra, eso es lo que se puede decir por ahora. Pero en general, creo que aquí queda demostrado que no tenemos una cultura donde entren los ciclistas. Mucho se habla de convivencia vial, pero no existe. Imagínate que se pretende descongestionar una ciudad, y se llama a que usen las bicicletas, pero con ciclovías mal diseñadas, para el paseo, y que no se conectan entre sí. Hay mucho por hacer en este sentido”, expresó Fernando Estay, líder de la agrupación, quien también llora la partida, de Anaís, la que, dice, “se pudo haber evitado”.