• Francisco Javier Errázuriz, Francisco José Cox estuvieron unidos desde siempre por una amistad, una congregación y un resguardo obsesivo y peligroso por parte del cardenal.
  • La imagen corresponde a la portada de La Nación Domingo, en noviembre del 2002, cuando la periodista Alejandra Matus viajó a La Serena e investigo durante un mes los abusos de Cox en la zona.
  • Francisco Javier Errázuriz (derecha) junto al papa emérito Benedicto XVI. El cardenal Chileno siempre estuvo ligado a las altas esferas del poder en el Vaticano.
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El Día
Amigos de la infancia, con la misma edad, pertenecen a la primera generación sacerdotal de la congregación Schoenstatt. Estudiaron juntos en Europa, y ambos llegaron a las más altas esferas en el Vaticano. Dominaron la Iglesia Católica en Chile durante los años en que se cometieron las peores aberraciones contra menores que fueron silenciadas. El exarzobispo de La Serena fue uno de los abusadores que hoy está siendo investigado, y el Cardenal Errázuriz –uno de los hombres más influyentes en Roma- su más fiel amigo y encubridor desde los ’80, cuando se conocieron las primeras denuncias contra el “afectuoso” Cox quien continuó con sus prácticas, ya que sabía que tenía “un ángel de la guarda”.

“Errázuriz (Francisco Javier) en algún momento tiene que terminar en la cárcel”. Con esta categórica frase, James Hamilton, una de las víctimas de Fernando Karadima, quien en la actualidad lucha contra los abusos sexuales cometidos en la Iglesia Católica, sentencia el que, para él, debiese ser el destino del cardenal chileno, quien han integrado las más altas esferas de poder del clero en el país durante las últimas décadas, y que, para muchos, es el mayor responsable de las aberraciones cometidas por religiosos, ya que “su silencio cómplice” y en algunos casos, incluso la facilitación de los abusos –algo que ha reconocido el propio Papa Francisco- llevó a que los delitos se volvieran permanentes y sistemáticos en el tiempo, y que recién en los últimos años estén siendo conocidos e investigados.

 

Cox, a la sombra de Errázuriz

En alguna medida Errázuriz, quien el pasado 28 de marzo declaró como imputado por encubrimiento ante la Fiscalía de O’Higgins,  fue protagonista también en la historia de abusos en la Región de Coquimbo. Era el número 1 de la iglesia chilena, y tenía a “su preferido”, a quien, según dicen fuentes al interior del clero, “protegió con uñas y dientes”, “hasta que más pudo”. Se trata de Francisco José Cox.

El cardenal habría movido todas sus influencias, no sólo en Chile sino también en el Vaticano, para que nunca fuera juzgado ni perseguido por sus “actos impropios” que cometió prácticamente durante toda su carrera eclesial.

“El peso que tenía el arzobispo era demasiado grande, y además contaba con el apoyo del Cardenal, por lo que hubo una operación a alto nivel. Errázuriz agotó todas las instancias posibles para que él no enfrentara a la justicia”, Alejandra Matus, periodista quien realizó la primera investigación sobre Cox.

Resulta evidente pensar que Errázuriz no quería que saliera a la luz pública ningún tipo de situación de la naturaleza en la que estaba involucrado Cox. Sin embargo, en este caso el encubrimiento fue mucho más allá, y comenzó antes, incluso, de que el exarzobispo de La Serena llegara al país.

 

Una rápida y misteriosa llegada

“Se sabía que venía con antecedentes desde Roma”, comentó a este medio el obispo emérito de La Serena y sucesor de Cox en el Arzobispado, Manuel Donoso, quien, eso sí, precisa que nunca se reveló con exactitud qué habría hecho en 1985, cuando ocupaba un alto cargo en la curia como secretario del Pontificio Consejo para la Familia, para ser enviado drásticamente a La Arquidiócesis de La Serena, lo que fue “un retroceso en la carrera eclesiástica de Cox”, según relató Luis Moncayo, jefe del departamento de Laicos del Arzobispado en aquella época. “La gente se preguntaba qué problemas habrá tenido en el Vaticano que se trasladaba a la zona. Pero a nadie se le pasaba por la mente que podían ser cosas de carácter sexual”, detalló quien también fue seremi de Gobierno, en un reportaje publicado el 16 de febrero pasado.

 

Obispo coadjutor, Arzobispado asegurado.

Nadie investigó, por miedo, probablemente, ya que si algo se sabía era que había sido impuesto en la zona por el mismo Francisco Javier Errázuriz, y, en algo que jamás se había realizado al interior del mundo eclesial chileno, como obispo coadjutor, es decir, según cuenta una fuente al interior de la iglesia que trabajó con Errázuriz y con Cox en diferentes momentos, “amarrado para que fuese el sucesor de Bernardino Piñera. O sea, premiado”, dice la fuente, quien prefiere resguardar su anonimato. Y agrega los motivos por los que Cox fue sacado del Vaticano: “Fue acusado por conductas impropias, las mismas que practicó acá, y lo iban a comenzar a investigar, pero ahí Errázuriz movió sus influencias y logró que lo trasladaran y que todo quedara en el olvido”, asegura.

Ni siquiera Bernardino Piñera, arzobispo titular de La Serena, fue consultado antes de la llegada. De hecho, según se consigna en el reportaje realizado por Alejandra Matus el 2002, “Piñera tenía miedo de dejarle el puesto a Cox, ya que sabía de sus conductas. Por eso pretendía que el Papa extendiera su mandato”.

 

Mismos hechos, disímiles reacciones

Otra muestra de la predilección de Errázuriz por Francisco José Cox, fue la diferencia con la que actuó cuando éste fue denunciado el 2002 por los hechos ocurridos en La Serena, en comparación al accionar respecto a José Andrés Aguirre, el “cura Tato”, quien el mismo año fue acusado por abusos, y finalmente sentenciado, sin ser defendido “con tanta obsesión” por la iglesia.

Pero aquí se conjugan varias situaciones que beneficiaron a Cox, aparte de su relación con el cardenal. Primero su jerarquía, y en segundo lugar, “el clasismo” imperante en el mundo eclesiástico. Así lo cree Juan Rojas Palma, vocero de la Agrupación de Laicos Juan XXIII. “Cox no era un religioso cualquiera, venía de Roma, de un cargo importante y pertenece todavía a la misma congregación que Errázuriz, Schoensttat, que de por sí ya es un grupo clasista. En cambio, religiosos como el cura Tato, y el cura Jolo no eran parte de las altas esferas. Si en el fondo, acá los que se encubrían eran los que tenían poder, los demás obviamente que también, pero nadie se iba a jugar el pellejo por ellos”, dice Rojas.

 

Una amistad de toda la vida

En los ’90 Francisco Javier Errázuriz, sin duda era uno de los personajes más influyentes de la Iglesia Católica Chilena, y probablemente el que tenía mayor cercanía con el Vaticano. “Su cargo era como ser un subsecretario de Estado, para hacer un símil”, precisa una fuente -quien todavía ejerce el sacerdocio-, por lo que tenía línea directa con el Papa Juan Pablo Segundo.

Y el personaje más influyente tenía a su predilecto, a su protegido, en definitiva, a su mejor amigo. Pero, ¿dónde comienza y cómo surge la amistad entre Errázuriz y Cox? Según relata, en conversación con El Día, la periodista Alejandra Matus, quien en el 2002 estuvo durante un mes en La Serena trabajando en un reportaje sobre los abusos cometidos por Cox, el primero que se realizó, “lo que pude establecer yo cuando estuve reporteando fue que ellos habían sido amigos de niños, y que después vivieron juntos en Italia”, asevera.

2 son las querellas que enfrenta Cox en la justicia Chilena en la actualidad, pese a que se conocen otras denuncias en el país, y otra en Alemania.

Ambos futuros religiosos, eran parte de las familias que en ese momento estaban fundando la congregación Schoenstatt en Chile. “Toda esta gente estaba muy unida. Eran personas de clase acomodada, católica, que de manera muy motivada participaban de lo que eran los principios de Schoenstatt, entonces era natural que los niños se hicieran amigos”, relatan cercanos a la congregación.

Los dos nacidos en 1933, se llevaban sólo por tres meses, por lo que “la vida misma los fue uniendo y acercando cada vez más. Se fueron juntos a estudiar y fueron de los primeros sacerdotes que surgieron de la congregación”.

 

Carreras paralelas

Errázuriz llegó a ser cardenal, y a mantenerse en la élite del Vaticano por muchos años. Hizo la carrera que debía hacer, ordenada, y “sólo se arriesgó por su amigo”.

Respecto a Cox, seguía la misma senda que Francisco Javier, y todavía hay voces al interior del clero que aseguran que también “iba directo a ser Arzobispo de Santiago y después cardenal”, pero sus instintos más bajos pudieron más, aunque habría tenido muchas oportunidades.

La primera vez que se le acusó de abusos en Roma, en la década del ‘80, Errázuriz logró acallar el tema, y que no pasara a mayores, pese a que en el Vaticano ya lo veían con recelo, “esto es política”, cuenta un sacerdote que prefiere no dar su nombre, convencido de que lo que sepultó la carrera de Cox fueron los hechos ocurridos en La Serena y no los anteriores. “Hay que recordar que también tuvo problemas en cuando fue Obispo de Chillán, mucho antes, donde está el denunciante Abel Soto, y luego en Roma, pero siempre zafó de alguna manera. Era muy hábil y tenía contactos”, agrega nuestra fuente.

 

Más muestras de confianza

Una prueba concreta del peso que continuaba teniendo Cox, al alero de Errázuriz, fue que pese a las acusaciones que había en su contra, en 1987 se le designó en una de las funciones más importantes para un integrante del clero. Fue el secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de la Visita de Juan Pablo Segundo a Chile. “Su experiencia en el Vaticano le jugó a favor. Era un tipo muy inteligente y muy bien preparado, independiente de sus delitos, por eso lo eligieron”, señala una fuente.

Y cumplió. La visita papal fue todo un éxito. En particular, en la Región de Coquimbo, quienes trabajaron directamente con él y la comitiva proveniente del Vaticano así lo ratifican.

El periodista y actual concejal por La Serena, Alejandro Pino Uribe, por esos años se desempeñaba en la Intendencia y fue el encargado de coordinar el trabajo con la prensa internacional que vino desde todas partes del mundo a dar cobertura a la visita. “Fue algo que provocó una vorágine, pero muy ordenado. Mucha prensa internacional que venía con tecnologías nuevas, nos reafirmó aún más la importancia de lo que estábamos cubriendo y no instó a trabajar mejor”,  recordó Pino en un reportaje publicado en enero del 2018.

 

Víctima “con poder” y retiro inesperado

Para 1997, pese a que nadie había denunciado formalmente a Cox ante la justicia ordinaria, sí se conocían las prácticas del arzobispo, y el encubrimiento era evidente. Prueba de esto fue el silenciamiento que hubo hacia Manuel Hervia, sacerdote de la diócesis de La Serena quien sorprendió a Cox teniendo relaciones sexuales con un joven en una habitación del Arzobispado en 1992, y tras informar sobre los hechos ante Carlos González Cruchaga, presidente de la Conferencia Episcopal de la época, fue trasladado a Santiago a solicitud del propio Cox, quien le habría dicho literalmente: “No te quiero más en La Serena”.

Luego de eso, Hervia fue silenciado y obligado a firmar un documento en el que se comprometía a no referirse al tema, de lo contrario sería apartado de su labor eclesiástica.

Sin embargo, la situación había llegado a niveles insospechados, y estaba a punto de explotar. Ante esto, en abril de 1997, y sin dejar en claro las razones, la iglesia decidió remover al arzobispo de sus funciones, sin quitarle el grado de obispo, quedando en calidad de emérito. Se trataba de un hecho inusual, ya que monseñor tenía sólo 62 años y estaba muy lejos de los 75, edad en la que corresponde la jubilación en el cargo. “Protegerlo era más importante”, relata una fuente.

Pero, ¿por qué ahora no pasó inadvertido como tantas veces?, ¿Por qué Errázuriz no pudo hacer nada para que continuara como arzobispo? En rigor, respondiendo a la última interrogante, el cardenal sí hizo mucho por Cox, como siempre, guardándole esa obsesiva lealtad. Ocurre que, de acuerdo a lo que relata nuestra fuente, quien por esos años pertenecía a la diócesis de la capital regional, el arzobispo “se metió con un menor de una familia muy poderosa en la zona, social y económicamente, por lo que esta vez no había posibilidad de silenciarlos. Era gente con estudios que llegaría hasta las últimas, y quedaría un escándalo”.

Las víctimas del exarzobispo, en general, habían sido feligreses de estratos sociales bajos, “gente para la que la figura del arzobispo era como ver a Dios”, señala Hernán Godoy, hoy querellado contra Cox. Se trataba de personas de poblaciones populares e incluso de niños del Sename, como Edison Gallardo, quien también reveló el episodio en que fue abusado por el exreligioso, “personas que era muy difícil que se fueran en contra de los curas”, dice Gallardo.

La decisión que tomó Errázuriz, consensuada con el propio Cox, era que partiría fuera del país, a Colombia, donde siguió en una alta jerarquía, sin ningún tipo de sanción.

 

La última jugada de Errázuriz, el boicot a Alejandra Matus

Manuel Donoso asumió en el Arzobispado y, pese a que las dudas sobre la salida siempre estuvieron latentes entre la comunidad laica, nunca se entregó información oficial. Sin embargo, muchos conocían la verdad y el denominado “secreto a voces” era cada vez más difícil de ocultar.

Sólo cinco años después la periodista de La Nación Domingo, Alejandra Matus, decidió investigar el caso. Viajó a La Serena y estuvo durante un mes recabando antecedentes, no sin complicaciones, ya que alguien le informó a la iglesia sobre el trabajo que estaba realizando y las presiones para que el reportaje no se publicara no se hicieron esperar. Sin embargo, ella continuó indagando y logró develar detalles que no se habían conocido, sobre todo “por la resignación que existía en los feligreses de que nunca nadie diría la verdad”, indica Matus, quien recuerda que en ese momento, si bien se percató que todavía existía cierto temor, “hubo quienes estuvieron dispuestos a dar su nombre y sintieron una suerte de desahogo cuando contaron lo que ellos sabían”.

Al no poder frenar la publicación, según relata Matus, el cardenal Errázuriz, recurrió a la última alternativa y se adelantó. Dos días antes de que la información apareciera, llamó a los medios de comunicación e informó que efectivamente Cox estaba siendo investigado por la Nunciatura Apostólica debido a “conductas indebidas”, y que se encontraba en Alemania. Claramente, aquello fue una reacción a la investigación de Matus “urdida desde las altas esferas, no sólo de Chile, sino del Vaticano”, asegura la periodista. “El peso que tenía el arzobispo era demasiado grande, y además contaba con el apoyo del Cardenal, por lo que hubo una operación a alto nivel. Errázuriz agotó todas las instancias posibles para que él no enfrentara a la justicia”, agrega. 

 

El ambiguo comunicado

Aunque Errázuriz hablara de “conductas impropias”, todos sabían que se refería a los abusos sexuales cometidos por Francisco José Cox, por lo que muchos feligreses esperaban una condena mayor, al menos verbal, para el religioso que estaba siendo investigado. Por lo mismo, llamaron la atención las palabras del cardenal cuando se refirió a la partida del exarzobispo de La Serena rumbo a Europa. “No es nuestra intención emitir juicios sobre lo ocurrido en la intimidad de su conciencia. Nuestra actitud será siempre de respeto, sin olvidar el bien que hizo con generosidad. Sólo Dios conoce el corazón del hombre, sus intenciones más personales, y las huellas de sus enfermedades psíquicas y limitaciones (…).Comprendemos y apoyamos la decisión de monseñor Cox de retirarse a una vida de oración. Sabemos que partió de Colombia rumbo a Europa para buscar el lugar más adecuado para este propósito”, escribió Errázuriz, por entonces presidente del episcopado.

Hoy, tanto Errázuriz como Cox enfrentan a la justicia. El primero acusado de encubridor ha tenido que declarar varias veces ante el Ministerio Público, la última vez el pasado 28 de marzo, por diferentes casos de abusos. Y Cox, enfrenta dos querellas por los abusos sexuales cometidos en contra de Abel Soto, cuando era Obispo de Chillán, y contra Hernán Godoy, en La Serena, cuya investigación se encuentra en pleno desarrollo, luego que el exreligioso fuese expulsado de la iglesia y volviera a Chile, donde se encuentra bajo la protección de la congregación Schoenstatt. No se sabe con exactitud en qué lugar, ni tampoco si se ha vuelto a ver con su incondicional amigo, el cardenal. 4601iR

La denuncia de Hervia

Hace algunas semanas, quien podría ser un testigo clave en el caso Cox, el sacerdote, actual capellán de la Posta Central, Manuel Hervia, rompió el silencio tras ser acallado por las altas esferas eclesiásticas cuando en 1992, presenció cómo el arzobispo, Francisco José Cox, mantenía relaciones sexuales con un joven en una habitación de la catedral.

El religioso denunció el hecho ante el obispo Carlos González Cruchaga, presidente de la Conferencia Episcopal de la época. Sin embargo, según señalan hoy integrantes del clero, el estatus de Cox dentro de la Iglesia y su cercana relación con el cardenal Francisco Javier Errázuriz, llevaron a que se hiciera caso omiso a las acusaciones y, es más, se le protegiera.

Fue enviado a Colombia, ya que el propio Cox le dijo que no lo quería cerca, y al regresar a Chile, a La Serena, mantuvo una tensa relación con el arzobispo Manuel Donoso, que los llevó a enfrentarse públicamente y que terminó con Hervia nuevamente fuera de la arquidiócesis.

Recaló en Santiago, y allí, vio de cerca cómo era la relación de Errázuriz y Cox.  El Cardenal, Arzobispo de Santiago “estaba obsesionado porque no se hablara nada de ese tema”, señala una fuente, y como sabía del pasado de Hervia, para asegurarse, lo obligó a firmar un documento en el que se comprometía a guardar silencio, de lo contrario perdería su trabajo.

A penas llegó a la diócesis, quien por entonces era el obispo auxiliar, Ricardo Ezzati, lo llevó hasta una oficina y le explicó los alcances del escrito al que el sacerdote no se pudo negar.

Pero la historia de Hervia da para mucho más. En 2011, fue denunciado por haber abusado sexualmente de nueve niñas, pero los cargos fueron desestimados por Fiscalía en 2013, y por el tribunal eclesiástico tres años después. Muchos sostienen que esta acusación fue debido a la denuncia  que efectuó contra Cox, pese a que nunca rompió el silencio que juró guardar.

Sin embargo, hasta antes de la salida de Ezzati del Arzobispado de Santiago, aseguró que estaría siendo perseguido por el cardenal, ya que éste se enteró que declaró en el informe Scicluna el año pasado, por lo que temía una vendetta, hoy más lejana con Ezzati algo más lejos del poder.  

 

CLAVES

Infancia

Ambos religiosos se conocieron durante la infancia, pertenecientes a familias que iniciaban la congregación Schoenstatt en el país.

Juntos en Europa

Coincidieron en el viejo continente donde ambos se desempeñaron en altos cargos en el Vaticano.

Primera generación

Ambos forman parte de la primera generación de su congregación que fueron ordenados sacerdotes.

Carrera en Chile

Sus carreras eclesiales en el país tenían un claro rol para cada uno. Presuntamente Cox abusaba de menores y Errázuriz lo protegía.

 

 

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