• La situación es más crítica en quienes trabajan en la locomoción colectiva y deben estar durante largas horas sufriendo la congestión vehicular.
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Lautaro Carmona
Profesionales y autoridades coinciden en que recientes hechos de violencia que han involucrado a choferes de la locomoción colectiva se generan por el estrés de vivir en una conurbación sobrepoblada de vehículos, tanto particulares como de transporte de pasajeros. Hoy día, con el ingreso de la mayoría de los estudiantes a clases, la situación podría agravarse.

Domingo por la tarde y todo está tranquilo. En las calles hay poco movimiento y de los habituales atochamientos en la conurbación, ni hablar, en ese momento, por lo menos, son inexistentes. Sin embargo, cualquier situación podría provocar que se interrumpa la calma. 

Así sucede. 15:30 horas y en la intersección de Avenida Francisco de Aguirre con la Ruta 5, un microbús de la línea Liserco, pasa a llevar a un automóvil particular dejándolo con daños leves. El chofer del vehículo de transporte no se da por aludido y sigue de largo, sin importarle lo que había pasado con quienes iban a bordo de la otra máquina, quienes afortunadamente resultaron ilesos. 

Pero ahí no terminó todo. El copiloto del móvil chocado, el que era conducido por su señora, se baja, e intenta alcanzar al microbús que paró más adelante en un paradero rumbo a Coquimbo. Al encontrarse con el chofer de la locomoción colectiva, lo emplaza a llegar a una solución para reparar los daños causados, pero se encuentra con una respuesta inusitada. Fuera de sí, -el conductor del micro- también se baja del vehículo mayor gritando improperios, lo que desemboca en una fuerte discusión, con amenazas de por medio. 

Un caso que no es aislado

Parece un hecho aislado, pero no lo es. Si bien no pasó a mayores, da cuenta de la violencia que se puede llegar a generar entre dos personas que tienen un percance mientras van a bordo de un vehículo. Para muestra un botón. Precisamente ayer lunes, en los tribunales de Coquimbo, se presentó la solicitud de una medida cautelar, tendiente a proteger a un señor de la tercera edad quien también habría sido agredido por un chofer de la locomoción colectiva el pasado 21 de julio, quedando con lesiones de mediana gravedad. 

A estos casos le podemos sumar los ocurridos durante el mes de marzo, cuando una usuaria de un colectivo de la Línea 63 de La Serena, denunció, literalmente, haber sido sacada del vehículo por el conductor tras una discusión en la que, incluso, estuvo en riesgo la integridad física de sus hijos de cuatro meses y cuatro años respectivamente. Tras poner en antecedentes a la seremía de Transportes, la línea ordenó una investigación interna y el conductor fue suspendido de sus labores. Días más tarde, se hizo viral una discusión entre un estudiante de Coquimbo, Sebastián Vicencio, y un chofer de la empresa Liserco, quien lo insultó y le devolvió el dinero violentamente cuando el joven pagó con el pase escolar.

Y por último, el 26 de marzo, un joven peatón fue golpeado en la cabeza con un bastón retráctil por un chofer, luego de una discusión entre ambos.

"Si la ciudad está colapsada, es algo natural que la gente de la ciudad, y los que la recorren, particularmente los choferes, también se colapsen”, Gustavo Fierro, psicólogo.  

Particulares no se salvan

Es cierto, la mayoría de los casos de alta connotación pública han sido protagonizados por choferes de la locomoción colectiva, pero nadie se salva. Aquello lo tiene claro Cinthia Álvarez, quien el pasado jueves, vivió una de las experiencias más desagradables de su vida cuando subía rumbo al sector de La Florida en su automóvil particular. Lo hacía con cuidado, dice, ya que hace sólo dos semanas que sacó la licencia de conducir y todavía le cuesta sentarse frente al volante.

“En un momento creo que iba demasiado lento, y los automóviles de atrás me empezaron a tocar la bocina. Yo me puse demasiado nerviosa y cuando quise pasar la marcha el auto se paró y no podía echarlo a andar de nuevo”, relata la joven, quien trabaja como ejecutiva de ventas en una tienda del centro de La Serena. 

En el intertanto, en vez de ayudarla, otra mujer que iba detrás de ella se acercó a la ventana y comenzó a gritarle improperios desde afuera y a golpearle el vidrio. “Era una señora como de 40 años. Su cara estaba como desfigurada gritándome. Sentí mucho miedo porque los bocinazos seguían y ya veía que las demás personas se bajaban y también me iban a querer golpear”, cuenta. 

Afortunadamente eso no pasó. Pudo encender el automóvil y seguir su camino. Pero, ¿qué llevó a esa mujer a bajar del vehículo e ir a increparla furiosa? Y la misma pregunta cabe para los demás casos, ¿qué buscaba al conductor y el copiloto del automóvil chocado el día domingo al increparse mutuamente hasta casi llegar a las manos?, ¿Qué pretendían los choferes de la locomoción colectiva en los casos de marzo y julio golpeando a usuarios y peatones? Para los expertos, la respuesta es una sola: en la conurbación, los conductores están colapsados y se ven superados por el estrés. 

"Esta ciudad no está preparada para su parque automotriz y esto también tiene que discutirse desde el punto de vista de la salud mental”, Marisol Urrutia, psicóloga. 

Números que alarman

Si nos vamos a los números, evidentemente esta teoría tiene sustento. En el último tiempo, se ha experimentado un explosivo incremento del parque automotriz, sobre poblando la conurbación con automóviles. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), al año 2012 eran 161.410 los vehículos (motorizados y no motorizados) que circulaban en toda la región, de éstos, 61.861 en la comuna de La Serena y 38.670 en Coquimbo, es decir, 100.531 solo en la conurbación. A 2017, sólo 5 años después, esta cifra se elevó a 214.286 a nivel regional, de los cuales 74.388 están en La Serena y 54.543 en la comuna puerto (128.931).

A eso se suman las estadísticas sobre venta de vehículos nuevos, que en el 2018 batieron record, con un alza superior al 30%. Según datos de la Asociación Nacional Automotriz de Chile (ANAC), sólo el año pasado se llegaron a comercializar 12.083 unidades más de vehículos livianos y medianos en la región. Pero si sumamos del 2012 en adelante, las cifras indican que en la zona se han vendido un total de 74.333 automóviles más. Impresionante. 

"En este desequilibro en el desarrollo de la ciudad, lo que se va mermando es la salud de las personas. Se colapsan”, Cristóbal Reyes, sociólogo. 

Psicología del estrés

Si todo esto se suma a que este aumento de automóviles no ha ido de la mano con la creación de una infraestructura acorde, los resultados están a la vista: un caos vial que no sólo está alargando los tiempos de recorrido en determinados tramos, sino que, a la larga está repercutiendo en la salud mental de las personas. Así lo cree el psicólogo clínico, Gustavo Fierro, quien enfatiza que en el actual contexto, las conductas agresivas no son deseables, pero sí esperables. “Si la ciudad está colapsada, es algo natural que la gente de la ciudad, y los que la recorren, particularmente los choferes, también se colapsen.

Que entren en la dinámica del estrés laboral peligroso que, en algunos casos, no todos, los lleva a cometer acciones violentas”, precisa el especialista. 

En el mismo sentido, la psicóloga de la Universidad Central, Marisol Urrutia, enfatiza en que, si sumamos el estrés propio de la vida diaria con la congestión y los atochamientos vehiculares, como resultado tenemos un malestar generalizado en las personas, el que en algún momento tiene que explotar. “Esta ciudad no está preparada para el parque automotriz que tiene, y esto siempre se analiza desde el punto de vista de las nuevas obras, y de la infraestructura, pero también tiene que discutirse cómo repercute en la salud de las personas”, manifestó. 

Hizo la salvedad en un punto. Según Urrutia, frente al caos vial, de acuerdo a diversos estudios, son los hombres por sobre las mujeres los que pierden el control de manera más fácil. “Esto tiene que ver con la pérdida de sensación de control del ser humano. Casi siempre creemos que podemos controlar todo, incluso el tráfico, pero el tráfico es como el clima, no lo podemos modelar, y cuando nos damos cuenta de esto, es que se activan una serie de elementos a nivel fisiológico y psicológico que influyen en nuestras reacciones. Esto se multiplica en quienes trabajan en la locomoción colectiva que están todo el día a bordo de un automóvil”, indicó Urrutia. 

Una mirada sociológica

Para el sociólogo Cristóbal Reyes, la situación es clara: “Si las condiciones no cambian, la realidad va a seguir siendo la misma”, enfatiza, en alusión a que es muy difícil que un problema de índole social encuentre solución si las entidades competentes no actúan. “Aquí tenemos una incongruencia entre el crecimiento demográfico, el parque vehicular y el desarrollo de un asentamiento humano.  Como la ciudad  ha crecido demasiado respecto a los primeros ítems, entonces, todo queda descompensado y en este desequilibrio lo que se ve mermado es el estado mental de la gente. Se colapsan”, expresó el profesional. 

Buscando soluciones

El seremi de Transportes, Juan Fuentes, admite que la situación es compleja, pero tiene fe en que ahora, con el retorno a clases, y tras las reuniones que se hicieron con las líneas de transporte mayor, no debería haber mayores inconvenientes. “Es cierto que se han seguido conociendo hechos de violencia, pero cada vez son menos. Yo espero que todos los esfuerzos que hemos hecho no sean en vano y esto pare, sobre todo ahora que entran los alumnos a clases y se dan las diferencias por el uso del pase escolar”, expresó Fuentes. 

Las críticas a las líneas también han estado presentes. En ese sentido, el presidente de Liserco, Justo Álvarez, también piensa que se irá mejorando, pese a la contingencia del ingreso de los estudiantes y que claramente habrá más trabajo. “Eso es muy positivo, porque cuando están de vacaciones se echan de menos. Ahora, el llamado que nosotros hacemos es a que le den un buen uso al pase, a que no se suban en estado de ebriedad a la micro, que no sean irrespetuosos, que efectivamente lo utilicen cuando van a estudiar, y no para cualquier cosa”, indicó Álvarez. 

Respecto al colapso que hay entre los conductores, y el eventual estrés, no lo desestima y cree que es un fenómeno que debe estudiarse a fondo. “Siento que es un tema muy profundo que debiese tratarse con la seriedad adecuada. Porque sin duda que este trabajo es difícil y se torna peor con el parque automotriz que tenemos, y no sólo es complejo para los choferes de la locomoción colectiva. Esto es algo transversal”, manifestó el dirigente gremial, quien espera que de aquí en adelante exista una buena actitud, tanto de conductores como de pasajeros, para que las acciones de violencia no se repitan. 

Cronología

6 de marzo del 2019

Una usuaria de un colectivo de la Línea 63 de La Serena, denunció, literalmente, haber sido sacada del vehículo por el conductor tras una discusión en la que, incluso, estuvo en riesgo la integridad física de sus hijos.

21 de marzo del 2019

Se hizo viral una discusión entre un estudiante de Coquimbo, Sebastián Vicencio, y un chofer de la empresa Liserco, quien lo insultó y le devolvió el dinero violentamente cuando el joven pagó con el pase escolar.

26 de marzo del 2019

Un joven peatón es golpeado en la cabeza con un bastón retráctil por un chofer, luego de una discusión entre ambos.

20 de julio del 2019

Se hace viral el video de un adulto mayor supuestamente tras haber sido golpeado por un chofer. 

28 de julio del 2019

Un conductor de la locomoción colectiva choca a una pareja que iba en su vehículo particular y luego los agrede verbalmente. 

 

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