Hace ya cuarenta años que Félix Vallejos salió de su casa en Tierras Blancas para emprender el viaje más importante de su vida. Sin entender bien lo que pasaba, inició su recorrido hacia la Región de Antofagasta para cumplir con su deber.
Corría el año 1978 y este joven de entonces 18 años de edad debía realizar su servicio militar obligatorio, sin saber que sería parte de un importante hecho histórico que marcó a su país y su propia vida.
Félix, junto a un grupo de más de mil jóvenes de la región, fue llamado a proteger la frontera de Chile por la parte norte, ante el posible estallido de una guerra armada en la frontera por el “Conflicto del Beagle”, frente a Argentina, y por el cual hoy junto a un grupo de excamaradas busca reivindicar su participación en la historia, a su juicio olvidada e invisibilizada.
SALIDA DE LA ESTACIÓN
La mañana era fría y a primera hora partió desde su casa con nada más que una bolsa bajo el brazo en la que llevaba sus pertenencias, “no había ni para bolso”, comenta con humor. Sin saber lo que le esperaba llegó a la Estación de Trenes de La Serena para tomar el vagón en el que comenzaría su recorrido, el cual hoy relata en una suerte de libro que espera pronto publicar.
Para él era extraño que el Ejército llamara a la nueva generación de conscriptos a cumplir con su servicio militar en el norte, pero en su inocencia, hasta entonces intacta, no se imaginaba que se trataba de un conflicto con tintes de guerra, para el cual él tendría que estar entre las filas.
La muchedumbre lo confundía aún más. Esa mañana la estación estaba llena, y sin nadie que lo despidiera, junto a una mesa esperando su turno, miraba cómo los padres -algunos orgullosos, otros temerosos- despedían a sus hijos mientras entraban al tren.
De pronto alguien gritó su nombre, le indicó que entrara al vagón número dos y recién en ese momento comenzó a reflexionar en los pasos que estaba dando, “pero no podía arrepentirme a esas alturas”, señaló Félix, tampoco podían los más de mil jóvenes que junto a él serían parte de, como ellos mismos llamaron después, “la generación silenciosa del ‘78”.
EN EL TREN
Es quizás el recuerdo más vivo que tienen del proceso que vivieron. A cuatro décadas siguen relatando lo importante que fue para ellos tomar ese tren. Mientras las familias lloraban despidiéndolos, ellos se lo tomaban como una oportunidad, en la que muchos querían seguir una carrera militar y otros solo buscaban aprovechar al máximo la experiencia para madurar.
Tres días y dos noches los alojó el vagón del tren en el que viajaron, en un ambiente de nueve por tres metros en el que debían comer y dormir. Esto último fue lo más complicado, aseguran, las rígidas bancas de metal y madera los obligaron a buscar una cama entre las rejillas para el equipaje para no permanecer sentados todo el tiempo.
Una vez acostumbrados al espacio, y al frío que se colaba dentro del tren, adquirieron un poco de confianza y comenzaron a formar los lazos que hoy nuevamente los reunió. De distintas clases sociales, los nuevos soldados comenzaron a presentarse y conocerse.
Luego de tres días de hambre y frío llegaron a la Estación La Negra, en la comuna de Antofagasta. Allí los esperó un pelotón, para bajar de lleno a la realidad a un grupo de adolescentes que por primera vez salía del nido. “Parecía una imagen sacada de una película de guerra”, recuerdan.
VIVIENDO EL AMBIENTE DE GUERRA
Los dividieron en grupos y los enviaron a diferentes recintos, al grupo de Félix le tocó el “Regimiento Blindado N°2 Libertadores”, donde ubicados en la compañía logística, desde el primer día comenzaron a vivir el ambiente militar.
Al segundo día ya estaban en instrucciones militares, despojados de sus nombres, y bajo las órdenes de un superior, comenzaron sus entrenamientos, para luego, al día siguiente, llegar al “Valle de las Lágrimas”.
No les costó comprender el porqué del nombre. Entre tierra y piedras comenzaron los “aporreos”, instrucciones mediante las cuales los militares pretendían “endurecer el carácter y hacerlos hombres, porque los más débiles sucumbían”, indican los exconscriptos.
Luego siguieron las prácticas de tiro, un entrenamiento “rápido y duro”, y tras dos meses de prácticas, fueron trasladados hasta la frontera del país, por San Pedro de Atacama, donde recién comprendieron que el conflicto territorial con Argentina había escalado a tal punto que los había llevado a un estado de guerra, en la cual eran ellos los encargados de defender el territorio por el norte,
“El asombro fue grande”, señalan, pero los entrenamientos habían sido efectivos, ya que aseguran que más que miedo había convicción de cumplir con el deber y ellos estaban dispuestos a “ir a la pelea”.
FIN DEL CONFLICTO
El resto es historia conocida, ese mismo año el gobierno de Chile solicitó al Papa Juan Pablo II una mediación para terminar con una histórica disputa. El conflicto era por la soberanía sobre las islas ubicadas al sur del canal Beagle y los espacios marítimos de una zona estratégica, situada entre los mares Atlántico y Pacífico.
En 1971 los gobiernos de Chile y Argentina se habían comprometido a someterse al arbitraje de la Reina Isabel II de Inglaterra y seis años más tarde una resolución otorgó los derechos de navegación a ambos países en el canal Beagle, quedando Chile con la mayor parte de las islas, por lo que su contraparte declaró como “insubsanablemente nulo" el fallo, movilizando sus tropas a la zona en conflicto.
El 8 de enero de 1979 quedó oficializada la mediación del Papa en el Acta de Montevideo y los países firmaron el Tratado de Paz y Amistad, el cual otorgó la mayor parte de las islas a Chile y el territorio marítimo a Argentina, con lo que terminó el conflicto, y se evitó una guerra.
Terminado el peligro y cumplido así el servicio militar, la generación de soldados conscriptos emprendió el rumbo de regreso. Admiten que algunos de los padres tenían pocas esperanzas de que regresaran, “mi madre lloraba cuando me vio de vuelta, para ella era un hijo perdido”, indica otro de los protagonistas, mientras la emoción se apodera de él.
REENCUENTROS
Para Félix el retorno fue diferente, de hecho no volvió a la región de Coquimbo, como no había nadie despidiéndolo al subir al tren, tampoco había nadie esperándolo de regreso, pero pudo formar su propia vida en el norte del país.
Pasados los años algunos de los soldados se seguían encontrando por las calles, “¿cuándo nos juntamos?”, se decían unos a otros hasta que comenzaron a organizarse, 38 años después realizaron los primeros reencuentros.
En ellos, Félix pudo volver, y luego de casi cuatro décadas, ahora un hombre adulto, con esposa, hijos y nietos, regresó a la Región de Coquimbo para encontrarse con sus camaradas. Las emociones fueron incontrolables y resultó inevitable recordar cómo dejó su hogar solo con una bolsa y regresaba en su propio auto con toda una familia a su lado para reencontrase con sus mejores amigos.
REIVINDICACIÓN
Este grupo de soldados considera que con ellos la historia ha sido ingrata. El Papa Juan Pablo II interviniendo por la paz se ha convertido en una imagen icónica, pero quienes fueron a defender los territorios en disputa por la respuesta armada de Chile a la avanzada de Argentina quedan casi en el olvido.
Por otro lado, quienes fueron a cumplir su deber en el norte ni siquiera alcanzan a ser olvidados, “ya que no se conoce la historia, nada se dice de quienes fuimos llevados a Antofagasta”, comentan, por lo que ellos hoy buscan resaltar su participación en la conocida “guerra que no fue”.
Félix ha sido el encargado de relatar los acontecimientos que a su juicio debiesen ser mejor valorados, y de sus recuerdos comenzó a construir un libro contando la historia de “La Generación Silenciosa”, proyecto que espera concretar mientras también empezó a relatar las actividades que han realizado en estos dos años de reencuentro, para quienes deseen conocerlas, además, así llaman a quienes también fueron parte del grupo y no estén enterados, puedan sumarse a “la familia”.
Para este aniversario de La Serena enviaron una carta al alcalde de La Serena, Roberto Jacob, relatando los hechos que compartieron también con El Día, en el escrito piden al edil la oportunidad de poder dar a conocer su historia a la comunidad de La Serena, para “poner en valor el rol de los jóvenes de la comuna en el Conflicto del Beagle”.
De esta forma es como también consiguieron un espacio en la tradicional Verbena de aniversario, en la cual contarán con un stand al que aprovecharon de invitar a los vecinos que quieran conocer una historia hasta ahora desconocida, y desde sus mismos protagonistas.
UNA GRAN FAMILIA
De a poco se han ido uniendo, luego de haber estado más de treinta años separados. La amistad y la camaradería continuaban intactas, y de la mano de la tecnología pudieron concretar reuniones, primero por videollamadas y luego en persona. Hoy son un grupo grande, en el cual se han integrado con la familia completa.
Un grupo de la generación de soldados conscriptos del año 1978 ha logrado unir lazos, crearon una agrupación y juntos viajaron a visitar el regimiento donde cumplieron su servicio y que una vez más los recibió de puertas abiertas.
Esperan seguir estrechando lazos y crecer, por lo que buscan a través de su historia llegar a otros miembros de la generación, "estamos siempre abiertos a recibirlos", comentan
EL MÁRTIR
Pese a que no llegó al enfrentamiento armado, como en todo conflicto bélico la "guerra que no fue" también tiene sus mártires y hoy, a cuarenta años de los hechos, la "generación silenciosa" recuerda a Aldo Robles, que ejercía como ayudante de conductor en la compañía y mientras estaban estacionando uno de los vehículos murió entre el impacto de un móvil con un árbol.
Si bien no fue producto del enfrentamiento con la contraparte en conflicto, para ellos el joven representó el valor de dar la vida por el servicio. Aún no pueden olvidar la cara de su madre al enterarse, ni como fue despedido con honores y entre tiros y banderas. "Y este es uno de los casos, el de nuestra compañía, en general hubo mucho más bajas", indican los exsoldados.