Cuando el 16 de noviembre la Contraloría General de la República dio luz verde al proyecto de CDT en La Serena, se cerró un ciclo. Y no sólo porque luego de años se acabó la espera para la comunidad que ahora podrá contar con un moderno Centro de Diagnóstico y Tratamiento sino porque también, indefectiblemente, “caerán los muros” de uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad, donde se instalará la moderna infraestructura del edificio de Salud. Se trata de la excárcel pública de La Serena.
ALGO DE HISTORIA. Las paredes del recinto guardaron las vivencias de cientos de condenados que alguna vez estuvieron en sus patios, en sus estrechas celdas que en su momento llegaron a albergar a unos 1000 internos.
Su historia se remonta al siglo XIX. Fue en 1889, durante el Gobierno de José Manuel Balmaceda, cuando el Estado adquirió el predio a un valor de siete mil pesos de la época. Allí, en los terrenos que más tarde serían circundados por las calles Anfión Muñoz, Larraín alcalde, Amunátegui y Benavente, se construiría el inmueble que funcionó como centro penitenciario hasta enero del 2006 cuando los reos fueron trasladados a la nueva cárcel de Huachalalume. A partir de ese momento, otra historia se escribiría.
“Hoy en día los protocolos se han perfeccionado y las medidas de seguridad son mucho más efectivas, porque pasaron cosas graves”, Carlos Galleguillos, Seremi de Justicia.
EL AÑO DE LAS FUGAS, LAS ALERTAS. Los peligros de fuga en los penales siempre han estado latentes. Sin embargo, el año 1991, fue particularmente complejo para la ex cárcel de La Serena.
Entre enero y diciembre se registraron cuatro intentos y uno se concretó, lo que obligo a Gendarmería a realizar toda una revisión en sus protocolos de seguridad que para evitar que a futuro continuaran sucediendo hechos de este tipo.
En enero se registró la primera voz de alerta. Un sujeto vulneró al personal de vigilancia y utilizando unas sábanas logró huir del penal.
Aunque fue recapturado por Carabineros, el debate se instaló de inmediato e incluso se abrió un sumario administrativo debido a la facilidad con la que el individuo huyó.
Y sólo un mes más tarde tendría lugar un hecho mucho más grave. Sesenta de los presos más peligrosos de la cárcel fueron descubiertos construyendo un túnel para fugarse y estuvieron a poco de lograrlo.
El forado tenía cinco metros de profundidad por cuatro de diámetro y daba directamente hacia calle Amunátegui. Según consignó el alcaide de la época, Patricio Ávila, la construcción era una verdadera “obra de arte”, contaba con luz eléctrica y un adosamiento de madera “mejor que cualquier pique minero”.
El intento de fuga sólo pudo ser frustrado ya que funcionarios de Gendarmería oyeron el rumor, y programaron un allanamiento que tuvo resultados positivos.
“Yo no lo defendía directamente a él (Rambo de Carachilla), pero veía como mis colegas estaban horas hablando, porque su actitud era tan temeraria que de verdad se pensaba que el hombre se iba a matar”, Alejandro Viada, exdefensor regional.
UNA NUEVA VOZ DE ALERTA. Cuando se pensaba que la situación ya se había tranquilizado, en el mes de julio (de 1991) se suscitó una nueva alerta. “A fuego frustraron fuga de cinco reos”, tituló diario El Día en alusión a la situación similar a la de enero.
Esta vez los reos lograron terminar el forado en una de las celdas del patio seis y estuvieron a punto de lograr su libertad. Sin embargo, causó gran conmoción que los gendarmes utilizaran sus armas de fuego para reducir a los internos.
El actual seremi de Justicia Carlos Galleguillos, era sólo un niño en ese entonces, pero debido a su cargo se ha interiorizado y está convencido que en la actualidad ya no tendrían lugar situaciones como estas, pese a que, según dice, las personas que están privadas de libertad siempre buscarán la oportunidad precisa para escapar. “Ahora los protocolos se han perfeccionado y las medidas de seguridad son mucho más efectivas, porque pasaron cosas aún más graves”, asegura el seremi, refiriéndose a lo que acontecería meses después.
LA GRAN FUGA. Aquel fue un año difícil, pero nadie pensó que terminaría de la manera más sangrienta. Cuatro reos muertos, y seis reclusos prófugos fue el saldo de la más espectacular fuga ocurrida en la zona y que el 2 de diciembre de 1991 culminó con la seguidilla de intentos de huida de ese año.
Fue una mañana de película. A eso de las 09:00 horas comenzó el infierno en al interior de centro penitenciario. Un grupo de 16 internos de la sección de alta peligrosidad tomó como rehenes a los ocho funcionarios de guardia que fueron maniatados e intimidados con sus propias armas de fuego.
Cuando ya los tenían totalmente reducidos, algunos de los reos cambiaron sus vestimentas con las de los gendarmes para confundir a los demás guardias y lo lograron. Sin que nadie se extrañara, subieron hasta el techo de la sección femenina de la prisión y desde ahí se descolgaron hacia abajo llegando a la calle.
4 reos muertos dejó la fuga ocurrida en 1991 desde el penal.
Se inició una sangrienta persecución que incluyó una balacera en pleno sector céntrico de la ciudad. Al personal de Gendarmería que intentó repeler la fuga de la prisión se sumó Carabineros y la PDI, logrando recapturar a parte de los evadidos. Sin embargo, seis de ellos pudieron escapar.
El saldo fue de cuatro internos muertos tratando de huir del penal en lo que fue sin duda uno de los acontecimientos más dramáticos que recuerde la excárcel de La Serena. “Cuando se pierden vidas humanas es lamentable, pero te insisto, las condiciones han cambiado. De partida la cárcel es otra y la preparación y formación de los funcionarios también es diferente”, puntualizó Galleguillos.
EL DESENLACE FATAL DE OCHO MENORES. “Le pedimos a las autoridades que hagan algo por el bienestar y la situación de los menores privados de libertad”. Aquel es un fragmento de la carta publicada por diario El Día el 2 de febrero de 1994, en la jornada posterior a la peor tragedia ocurrida en la prisión de la capital regional en la que perdieron la vida ocho jóvenes, entre ellos, uno de doce años.
Aunque en un principio reinó un halo de misterio, las versiones posteriores dieron cuenta de una realidad que hasta ese minuto nadie quería aceptar y que tenía que ver con la necesidad de contar con un recinto penal exclusivamente para menores en la región.
8 muertos menores de edad produjo el incendio ocurrido en la sección de menores de la excárcel.
Es que todo se originó por los malos tratos que sufrió un grupo de internos menores que eran mantenidos en una celda de castigo y los demás protestaron violentamente para que fueran liberados. Encendieron fuego a los colchones y rompieron los candados de las celdas provocando el caos.
Cuando el personal de gendarmería se dio cuenta, ya era demasiado tarde. Todo estaba cubierto de humo tóxico, fuego y muchos reclusos yacían inconscientes con principio de asfixia, mientras otros intentaban huir de la trampa mortal, pero sin éxito.
El infierno duró 10 minutos, según consigna la prensa de la época, pero fue suficiente para terminar con la vida de ocho personas.
UNA AFORTUNADA CONSECUENCIA: CONSTRUCCIÓN DE EL TALAY
Hubo consecuencias para Gendarmería. Los funcionarios fueron sumariados, pero lo más importante fue que se instaló la discusión y se apresuraron los trámites para conseguir los recursos y construir un centro cerrado para menores el que finalmente se concretó en 1998 con el Talay de Las Compañías.
A la distancia, quien fuera defensor regional, Alejandro Viada, valora el que “se haya aprendido la lección”, ya que en ese momento la tendencia a nivel país era separar a los menores de los adultos y, además, aquello era lo que se ajustaba lo que se vendría más tarde con la ley de Responsabilidad Penal Adolescente. “Con esta ley ya funcionando, se fijaron parámetros mucho más claros respecto a que los menores requerían condiciones diferentes”, indicó Viada.
En la misma línea, Carlos Galleguillos, sostuvo que lo ocurrido constituye “uno de los hechos más graves” que han acontecido en la historia de las cárceles del país, y demostró que el cambio era urgente. No se podía mantener a los reos menores que están en un proceso de desarrollo biosocial distinto en el mismo centro penitenciario que a la gente mayor, “ellos requieren un tratamiento especial y este episodio lo demostró”, manifestó.
EL TRASLADO, FIN DE UNA ERA. Fue la última escena de una obra que duró por más de un siglo. El 13 de enero del 2006, La Serena se convertía en una de las primeras ciudades en Chile en poner en funcionamiento una cárcel concesionada. Con esto, el tradicional centro penitenciario dejaría de funcionar.
850 reos habían en el centro penitenciario cuando dejó de funcionar.
El traslado fue un acontecimiento pues movilizó a todo el personal de Gendarmería disponible en la zona además de contar con la colaboración de Carabineros y funcionarios de la Policía de Investigaciones.
Se trató de un procedimiento tranquilo, pese a que en principio se dijo que hubo un intento de motín, fue desmentido y en el primer día de traslado en total 350 los internos los que llegaron hasta el nuevo penal, los más peligrosos que ocupaban los módulos 1 y 6.
Alejandro Viada observó este proceso desde Santiago. En particular, recuerda la importancia que tuvo, por tratarse de la puesta en marcha de una de las primeras cárceles concesionadas del país y “los ojos de todos estaban en La Serena. Se quería ver cómo funcionaba y cómo iba avanzando”, consigna.
Y efectivamente todo iba avanzando, tanto que la historia ya ha llegado a su final, pero deja imágenes imborrables.
EL RAMBO DE CARACHILLA
Los años siguientes transcurrieron en calma, pero la imagen de la cárcel se robó todas las miradas una vez más cuando en octubre del 2004 Luis Berríos Tapia subió hasta la cúpula de la cárcel para protestar con dos sables en sus manos amenazando con suicidarse, lo cual repitió más tarde en otras tres oportunidades.
No se trataba de cualquier sujeto, el hombre había sido detenido en el 2003 cuando ingresó a un predio agrícola con un fusil M 16, lo que motivó un despliegue policial nunca antes visto en la zona para poder capturarlo. De hecho, se parapetó y sólo luego de horas de diálogo Carabineros logró convencerlo de que se entregara.
Las veces en que escaló la torre del centro penitenciario, sus defensores tenían que convencerlo que depusiera su actitud. “Era algo tremendo para nosotros. Yo no lo defendía directamente a él, pero veía como mis colegas estaban horas hablando, porque su actitud fue tan temeraria que de verdad se pensaba que el hombre se iba a matar”, recuerda Alejandro Viada, quien por entonces ya se desempeñaba como defensor público en La Serena.
Berríos, años más tarde, ya en Santiago, subió a la torre sur de la Catedral Metropolitana donde permaneció durante cuatro horas antes de ser bajado por Carabineros.
LA CÚPULA SE MANTENDRÁ
Gran parte del interior de la cárcel ya fue demolida y actualmente se encuentra y según se ha informado, la puesta en marcha de la implementación de la nueva estructura tendrá lugar durante el mes de enero. Lo que se mantendrá intacto será la cúpula como una forma de preservar algo de la clásica imagen de este histórico edificio serenense.