• En las costas de la Región de Coquimbo es clásico que se lleven a cabo sendos espectáculos de fuegos artificiales para el disfrute de las personas.
Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
Durante las fiestas de Año Nuevo se llevarán a cabo cientos de shows de pirotecnia a lo largo del país. La mayoría de la gente acude a verlos con entusiasmo. Sin embargo, los expertos detallan sus efectos adversos, como los eventuales daños al ecosistema, la “tortura” que implican para los animales y también el calvario que sufren las personas con autismo, producto del inmenso ruido.

Cuando el cielo se ilumina de colores en cada fiesta de Año Nuevo con los fuegos artificiales, pareciera que todo es alegría. Sin embargo, también existe una triste realidad. 

Para los niños con espectro autista, esos momentos se convierten en un verdadero calvario y aquello lo sabe, por ejemplo, Carol Jaroba, madre de dos hijos, Máximo,  de cinco años, y  Alexander, de 11,  ambos con autismo. 

En el caso del menor, le tiene pánico a la pirotecnia, por lo que simplemente la familia no puede celebrar las fiestas de fin de año. 

Todo comenzó cuando lo llevaron a disfrutar de los fuegos a Coquimbo. Sin embargo, la celebración terminó de la peor manera. 

El niño no soportó la pirotecnia y se lanzó a llorar sin parar, desesperado. “No hallábamos qué hacer, estábamos lejos de la casa y él estaba muy mal”, relata Carol. 

En la familia pensaron que la solución estaría en dejar de ir a estos eventos, pero lamentablemente el pequeño sufre los embates, incluso estando en su hogar ya que “no puede huir del sonido”. 

Por eso tomaron la opción de pasar todas las fiestas como si fuesen un día normal, para que así, cuando llegue la hora de los artificios y el ruido, Máximo esté dormido. “Es un sacrificio que tenemos qué hacer”, precisa la madre. 

LA REALIDAD DE LOS FUEGOS. 

Pero lo que le sucede a los niños con autismo no es el único efecto adverso que tienen los fuegos artificiales y aquello fue discutido hace algunos meses en el seno del Concejo Municipal de La Serena donde el debate se instaló. Sobre todo luego que algunos integrantes del cuerpo colegiado se opusieron a la aprobación de los 70 millones de pesos para financiar los fuegos tanto en la Pampilla de la Quebrada del Jardín en Fiestas Patrias como también para las celebraciones de la llegada del 2018.

Aunque las razones fueron múltiples, y tras empatar en la votación el alcalde Roberto Jacob se definió a favor de la pirotecnia, las objeciones quedaron dando vueltas en el aire.

Más allá del presupuesto, los concejales aludieron precisamente a los daños que los fuegos podrían provocar en el medioambiente y que aunque se tratara de una tradición, era hora de replantearse la conveniencia de llevar a cabo estos shows.

UNA TRADICIÓN EN CHILE

Pero vamos al inicio de la tradición en nuestro país. En Chile la pirotecnia tiene larga data. Fue el 31 de diciembre de 1953 cuando en Valparaíso tuvo lugar el primer show de artificios realizado en el país. A partir de ahí todos quisieron tenerlos para las celebraciones de Año Nuevo y la Región de Coquimbo no es la excepción. 

Tanto en La Serena como en el puerto los municipios entregan sendos espectáculos gratuitos a la comunidad, la que acude en masa. 

CARABINEROS, EL ENTE FISCALIZADOR  

Pero la pirotecnia en el país tiene altos y bajos. En la década del ’90 era común ver a personas comprando los petardos y cohetes sin ningún tipo de restricción y a un módico precio. 

Sin embargo, los resultados eran lamentables. Al día siguiente las informaciones sobre niños quemados colmaban los noticieros y, por eso, las autoridades tomaron cartas en el asunto. 

En el 2000, mediante una reforma a la ley 17.798 sobre el control de Armas y Explosivos se prohibió la venta al público de elementos pirotécnicos y comenzó una fuerte regulación a los shows masivos que utilizan los fuegos de artificio. 

Según explica el subprefecto de Carabineros, Gianni Barnato, a partir de ese momento cualquier utilización de estos elementos debió ser visada por personal del O.S.11 de la institución ya que el artificio pasó a ser considerado por reglamento como un artefacto explosivo que debe estar sujeto al control de armas. 

En esa línea, precisa que no cualquiera puede manipularlos y las empresas que quieran prestar este tipo de servicio tienen que contar con profesionales capacitados que posean una certificación del O.S.11, “de lo contrario, no podrán obtener permiso para operar”, asevera Barnato.  

SANCIONES A PARTICULARES. 

El policía sabe que mucha gente viola la ley y que no le toma el peso a la peligrosidad de los fuegos. “Se lo toman muy a la ligera”, asegura. 

Por lo mismo, llama a no adquirir estos elementos, ni mucho menos a comercializarlos ya que las multas son altísimas y varían entre las 10 y las 50 Unidades Tributarias Mensuales. En el caso de la fabricación, la cifra es aún mayor, fluctuando entre las 25 y 75 UTM. “Cualquier ciudadano que vea que se están cometiendo estas faltas debe hacer la denuncia de manera inmediata y el Juez de policía local ordenará el decomiso respectivo”, sostiene Gianni Barnato. 

EL LADO MENOS AMABLE. 

Ya lo dijimos al principio de este reportaje: Pese a “iluminar los cielos”, no todo es color de rosa en los fuegos artificiales. Según explican expertos, cuando este elemento se expande en el ambiente genera consecuencias. 

Por supuesto, los animales, fundamentalmente perros y gatos, se ven seriamente afectados por la contaminación acústica. Así lo indica la veterinaria Fernanda Fuentes, quien enfatiza en que el sonido que se produce podría afectarles de manera permanente en su audición y también causarles un ataque de ansiedad. 

Al igual que las personas, las mascotas reaccionan ante el potente estímulo, pero la diferencia está en la gran intensidad con que ellos pueden percibir un sonido. 

Por ello, según la profesional, los animales entran en pánico y se desorientan, reaccionando de forma descontrolada y pudiendo sufrir incluso ataques cardiacos. “A muchos les puede parecer muy atractivo, pero para ellos (animales) es una tortura”, enfatiza Fuentes.

En ello coincide la adiestradora de animales Valeska Layana, quien hace el llamado a no dejar solos a los canes durante los minutos que duran los fuegos de artificio, ya que suelen huir “despavoridos” y en ocasiones lanzarse por las ventanas o ser atropellados en la calle. “Lo ideal es tenerlos preparados, en lugares cerrados y seguros para evitar cualquier contratiempo”, asegura. 

¿ECOSISTEMA DAÑADO? 

Más allá de lo que puedan sufrir los animales, también existe discusión en cuanto a si los fuegos artificiales podrían ser nocivos para el medioambiente. 

La académica ingeniera en medioambiente de la UCN, Begoña Peceño explica que la pirotecnia efectivamente libera gases contaminantes que pueden tardar de dos a tres días en disiparse, por lo que se sobrepasan los niveles de polución normales. Sin embargo, la profesional aclara que estos efectos no son permanentes. 

Eso sí, ratifica que la contaminación acústica afecta a la fauna del entorno desde donde se lanzan los fuegos, tanto terrestres como marinos. “Aunque no hay un estudio sobre el daño que producen en el mar en La Serena y Coquimbo, generan un ambiente que no es el habitual, lo que siempre trae alteraciones”, indica. 

Y en los seres humanos, ¿podría generarse un efecto adverso? Según los especialistas, no sería demasiado. Sin embargo, el llamado es a no exponerse más de la cuenta a una situación que escapa a la normalidad ya que, de acuerdo a Begoña Peceño, en circunstancias habituales el oído humano está expuesto a 60 decibeles, los que se duplican en cantidad al momento de oír la pirotecnia. 

Por lo mismo no está demás tomar ciertas precauciones, tal como lo explica la prevencionista de riesgos, Evelin Vargas, sobre todo con los niños. “Es ideal ponerles audífonos. Con esto se pueden evitar problemas a futuro”, aseveró. 

UNA TRADICIÓNQUE CONTINUARÁ

Pero aunque los efectos adversos estén a la vista, la mayoría de la gente y las autoridades están dispuestas a pagar el costo. Así lo explica el sociólogo Jorge Tapia, quien, de hecho, lo grafica en que las ciudades más grandes del país preparan inmensos espectáculos masivos y gratuitos, lo que asegura que la tradición continuará por muchos años. “Es prácticamente una convención social. Las personas saben que podrían tener problemas o que se están exponiendo. Sin embargo, eligen ser parte de la celebración porque no quieren quedarse fuera. Tiene que ver con el sentido de pertenencia”, concluye el profesional. 4601iR 

 

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