• Patricio Moore admite que muchas veces no han sido claros en entregar el mensaje a los fieles ya que a ellos también la situación se les vino de golpe.
  • Espera que todo esto termine para que se sepa la verdad, por las víctimas. Ellos, como comunidad están mandatados a darle asilo a Cox sea cual sea el resultado de un eventual juicio.
Crédito fotografía: 
Andrea Cantillanes
El sacerdote conversó en exclusiva con diario El Día. Durante un fugaz paso por La Serena, detalló cómo pasa los días el exarzobispo Francisco José Cox, en una silla de ruedas y con demencia senil, esperando ser llamado por la justicia. A su vez, aseguró que siempre estuvieron “por la verdad” y que en el 2002 la comunidad hizo todo lo posible para que el religioso no fuera enviado a Alemania y sus delitos quedaran impunes, pero no fue posible debido a que no existían denuncias en los tribunales.

“Lo que ha pasado nos golpeó directo al corazón”. Con esta afirmación, el religioso Patricio Moore, vocero nacional del Instituto Secular de los padres de Schoenstatt, comienza la conversación.

Durante la semana, llegó hasta las dependencias de diario El Día, en una “visita relámpago” que realizó a La Serena para reunirse con los fieles y entregarles un mensaje de esperanza a quienes siguen creyendo, pese a la actual crisis de la iglesia en la que Schoenstatt ha sido protagonista debido a que uno de los sacerdotes acusados por abusos sexuales, cuyo caso es uno de los más emblemáticos, fue formado en la comunidad. Se trata del exarzobispo de La Serena, Francisco José Cox, hoy expulsado del clero y objeto de una investigación que se mantiene en curso.

Moore sabe que en la región el tema ha sido cubierto ampliamente, y que luego del retorno del exsacerdote al país desde Alemania para ser juzgado, la duda más grande es en qué lugar se encuentra.

No puede responder aquello, sin embargo, el padre no tiene reparos en contar cómo pasa los días el exarzobispo de 85 años, en algún lugar de Santiago, con demencia senil, en una silla de ruedas, fundamentalmente viendo televisión ya que “la cabeza ya no le da para la lectura”.

Pese a que sabemos qué nos dirá, no podemos evitar partir la entrevista con la más obvia de las preguntas.

-¿Dónde está Cox?

“La verdad es que esa es una pregunta que no la podemos responder, porque nos costó mucho conseguir un lugar para él, y la gente que lo acogió nos dijo que lo recibían con la condición de que no se supiera el paradero, para poder vivir tranquilos”.

-¿Está con una familia de la comunidad de Schoenstatt?

“No, para nada. Ellos son personas que tienen un hogar que se dedica a cuidar personas de la tercera edad, pero en su caso (el de monseñor Cox) hicieron un excepción y lo tienen en su casa, ahí lo están cuidando”.

-¿Esta familia le ha dicho qué los motivó a cuidar a una persona acusada de cometer abuso sexual contra menores?

“Mira, yo no he hablado tanto con ellos como para saber cuál es su motivación, pero yo sé que esto se da porque son muy amigos de un sacerdote que tiene un hogar para todo tipo de gente, ancianos, drogadictos etc… Entonces,  yo creo que independiente de lo que haya cometido, la motivación de ellos viene de decir, ‘mira, es un anciano, y lo recibimos’”.

“Cuando nosotros recibimos el mandato, nuestro superior general le volvió a preguntar al Papa, por segunda vez si debíamos protegerlo y la respuesta fue tajante. Dijo que teníamos que preocuparnos de él, y que no quedara en la calle hasta el día de su muerte”.

-La gente en general condena que se le entrega esta especie de protección, y las críticas no se las lleva la familia que los recibió, sino que ustedes. A estas alturas, ¿por qué Schoenstatt continúa resguardándolo?

“Qué bueno que me haces esa pregunta, porque esto no es una decisión de nosotros. Esto es un mandato específico del Papa. Desde el momento en que él dimite a Cox del sacerdocio, nos envía una carta a nosotros diciéndonos que nos tenemos que hacer cargo de él. Es un mandato escrito y oral por parte del Papa Francisco”.

-Esto despeja dudas, porque existe gente que es de la tesis de que Cox continúa con una red de protección en Chile, y que ustedes, al protegerlo, son parte de ella…

“No, por supuesto que no. Incluso, cuando nosotros recibimos el mandato, nuestro superior general le volvió a preguntar al Papa, por segunda vez si debíamos protegerlo y la respuesta fue tajante. Dijo que teníamos que preocuparnos de él, y que no quedara en la calle hasta el día de su muerte”.

-¿Cuál es su condición real de salud? Por un lado se dice que padece demencia senil, pero por otro lado, en el video que pudimos  ver se muestra bastante lucido…

“Sí, la verdad es que el diagnóstico es una demencia senil. Recordemos que él tiene 85 años. Respecto a sus condiciones físicas, está en silla de ruedas, tiene varias enfermedades, como diabetes y otras. Uno puede conversar con él, pero pasan 10 minutos y se va, no recuerda. Estamos hablando y de repente sale con un ‘hola, ¿cómo estás? Hace tiempo que no te veía…’ Cosas por el estilo”.

-¿Cuándo fue la última vez lo vio?

“Yo lo vi hace unas tres semanas, aproximadamente”.

-¿Y le preguntó por los abusos que cometió?

“Sí, tuve que hacerlo, porque desde el momento en que existen las demandas, tuvimos que informarle, decirle ‘mire, usted tiene dos demandas acá, por tales motivos y lo va a defender una defensora pública de La Serena…’, o sea, le informamos todo”.

-¿Cuál fue su reacción?

“En ese momento no dijo nada. No sé cuánto captó él de lo que le dijimos”.

-¿Usted cree que no tiene conciencia de lo que está pasando?

“Yo creo que tiene conciencia de que están pasando cosas graves, pero es difícil saber hasta qué punto. Pero creo que tiene cierta conciencia”.

-¿Él sabe que en algún minuto tiene que salir de su “refugio” y venir a La Serena?, ¿Vendrá antes, o sólo cuando sea requerido por el juez?

“Bueno, él no puede moverse mucho. Está en silla de ruedas, es difícil que viaje, no tiene la cabeza muy bien, pero sí, el juez seguramente lo va a llamar a declarar y ahí tendrá que venir”.

“Uno puede conversar con él, pero pasan 10 minutos y se va, no recuerda. Estamos hablando y de repente sale con un ‘hola, ¿cómo estás? Hace tiempo que no te veía…’ Cosas por el estilo”.

-¿Cómo es un día de Cox?, ¿ve televisión, lectura?

“No, ya no lee, se le olvida todo. No es capaz. Es una vida bien tranquila, yo creo que lo que más le gusta es ver televisión, cosas así, pero ya lectura o cosas de ese tipo le cuestan mucho. A veces lo sacan para afuera, a tomar aire, tal como es la vida en este tipo de lugares tipo asilo”.

Un golpe difícil de enfrentar

-Ustedes como instituto secular y comunidad, ¿cómo han enfrentado esta situación?

“Bueno, afecta muchísimo y lo hemos conversado mucho. Nosotros todos los años, a finales de febrero tenemos dos jornadas de retiro, y este año el tema fue ese, el cómo abordar, no sólo la crisis nuestra, sino que la crisis de toda la iglesia, que por supuesto nos ha tocado y hemos tomado medidas. Tenemos una comisión de prevención de abusos y varias cosas que hemos ido determinando a futuro, pero desde luego que nos duele, por las víctimas”.

-Antes de que se conocieran los abusos por los cuales hoy es investigado, ¿qué significaba, o qué relevancia tenía la figura de Cox en su comunidad?

 “Lo que pasa es que hay que poner todo en su contexto. Él ha sido mucho más años obispo que miembro de Schoenstatt. Desde el momento en que es nombrado obispo en 1975, pasa a pertenecer a la congregación para los obispos del Vaticano. Entonces hizo toda una carrera de obispo. Nosotros somos otra cosa. Yo te diría que dentro del movimiento nunca tuvo ninguna influencia, porque estuvo muy poco activamente, sólo al comienzo cuando fue sacerdote en los primeros años. Yo creo que es una figura de la iglesia más que de Schoenstatt”.

“Yo creo que tiene conciencia de que están pasando cosas graves, pero es difícil saber hasta qué punto. Pero creo que tiene cierta conciencia”.

 

-¿Pero al ser él obispo, ustedes dejan de tener cualquier potestad sobre él?

“Exactamente, no tenemos ninguna potestad. Al menos, jurídicamente, ninguna”.

-Y cuando estalló el caso Cox en el 2002, si bien usted dice que ya no se relacionaba con ustedes, ¿qué postura tomaron?, ¿por qué nunca salieron a manifestarse públicamente sobre las acusaciones al sacerdote formado en su comunidad?

“Bueno, es difícil pensar en eso ahora. Yo creo que cuando supimos de todo hubo una mezcla de sensaciones y pensamientos. Incertidumbre, en saber si era verdad o no era verdad todo lo que sucedía. Por otro lado, había quienes decían que si existían estas denuncias tendría que haber algo, porque se sabía poco. Yo, por ejemplo, no sabía nada a pesar de que estaba en la comunidad”.

-Pero, ¿no pudo haber nacido de ustedes iniciar una investigación?

“Sí se investigó. El superior provincial de Schoenstatt del 2002, fue muy claro. Cuando se planteó que se le iba a mandar fuera de Chile, dijo, ‘se le manda fuera de Chile, siempre y cuando no exista ninguna demanda’ y ahí se concurrió al Sename, y también a los juzgados a preguntar, y no había ninguna demanda así que no podíamos oponernos a que saliera”.

-¿Lo que me está diciendo es que la comunidad intentó retenerlo en Chile para que no se fuera impune si existían demandas?

“Así es. Más que Schoenstatt como tal, el superior de los padres de Schoenstatt de la época realizó todo ese trabajo. No es verdad que no hicimos nada en su momento, y por eso es que cuando surgen estas demandas actuales, nosotros intervenimos”.

-¿Ha sido poco reconocida su labor en lo que tiene que ver, desde el comienzo, con la investigación contra Cox? Porque hay gente que insiste en que ustedes lo siguen protegiendo…

“Bueno, el problema es que el Papa nos puso un poco en esto, porque por un lado lo dimiten como sacerdote, pero nos mandata protegerlo. Nosotros le preguntamos al Papa, de hecho, que si ya no era religioso debía irse, pero él dijo no, ustedes lo mantienen y tienen que seguir con él. Entonces no es que nosotros lo estemos encubriendo, estamos cumpliendo un mandato del Papa, que me parece bien, porque si no él estaría en la calle”.

“Lo de Errázuriz es más opinable, decir que es el más grande encubridor, me parece una exageración que no corresponde a la realidad, y creo que tiene poco que ver con lo de Cox. Yo no los pondría en la misma balanza”.

-¿Y su familia?

“Su familia directa está cercana, pero nunca se han  hecho cargo de él. Son todas personas muy mayores. Han preguntado eso sí, pero sin posibilidades de hacerse ellos cargo”.

La figura de Errázuriz

-Haciendo un paralelo con monseñor Cox, la figura de Francisco Javier Errázuriz, acusado por encubrimiento y también formado en Schoenstatt, ¿qué representa para ustedes?

“Lo que pasa es que son casos distintos, porque lo de Cox entra en hechos delictuales, como el abuso. Lo de Errázuriz es más opinable, decir que es el más grande encubridor, me parece una exageración que no corresponde a la realidad, y creo que tiene poco que ver con lo de Cox. Yo no los pondría en la misma balanza”.

-Pero ellos fueron muy amigos entre sí…

“Mira, no lo sé. La verdad es que yo creo que no. Son de colegios distintos. Evidentemente se conocían, pero amigos amigos, no lo sé. Habría que preguntarle a ellos”.

Los laicos y el mensaje

-¿Cómo han tomado los laicos del instituto secular de Schoenstatt, todo lo que se ha ido conociendo?

“No ha sido fácil. No hemos sido muy capaces de transmitir un mensaje muy claro. Ha existido mucha crítica por parte de los laicos y con razón también, porque muchas veces nosotros no fuimos suficientemente rápidos para dar información, porque a nosotros también esto nos fue golpeando. La gente cree que sabíamos las cosas y que la habíamos escondido, pero nosotros nos íbamos informando igual que ellos”.

-Cree que en el 2002, cuando hicieron cosas para que Cox no se fuera en la impunidad, según usted nos cuenta, ¿fue un error no haberlo informado a la opinión pública?

“Es difícil responder esa pregunta ahora. En este minuto yo te diría que sí, que fue un error no haber informado, pero en el 2002 era otra sociedad, otras situación. Otro contexto. Esas cosas no se hacían. Es fácil echarles la culpa a los más antiguos, pero la verdad es que no sé cómo habría reaccionado el 2002”.

-¿Cómo cree que va a terminar todo esto, si en definitiva Cox es declarado culpable?, ¿acatarán el mandato de seguir dándole protección y asilo?

“Mira, lo primero que diría es que me gustaría saber la verdad. Eso es lo más importante, eso nos va a liberar a todos. Ahora, el mandato del papa es que nosotros lo cuidemos a él hasta que se muera. Pero insisto, lo que más me interesa es la verdad”.  

-¿Y qué harán cuando se conozca esa verdad?

“No lo hemos pensado aún. Pero probablemente habría que adelantarse un poco porque todas las pruebas indican que es culpable, pero hasta ahora no tenemos un plan en relación al mensaje que le daremos a los fieles”.

-¿Cómo se van a sacar el estigma de haber sido, para la mayoría de la gente, la comunidad que formó a Cox?

“Bueno, yo creo que la iglesia entera va a quedar con el estigma, tras esta crisis. Tenemos que aprender a ser más coherentes, pero vemos luces. Este sábado se ordenaron ocho diáconos nuevos y ellos son el futuro, son los que van a transmitir la fe de ahora en adelante. Y uno dice, increíble que se decidan por esto, en medio de esta crisis”. 4601iR 

Una mirada general al clero

-El contexto general de la Iglesia, ¿cómo lo ve?

“Es un panorama complicado, pero nos obliga a nosotros a ser más consecuentes, mejores sacerdotes. Más verdaderos, esas es nuestra posición respecto al futuro”.

-¿Considera que eliminar el celibato sería una salida para evitar los abusos?

“Yo creo que no es ese el problema. El problema es más de fondo, porque hay gente que abusa y que no es célibe. El problema es que la vocación del sacerdocio tiene que ser mucho más auténtica, de manera que uno sea un mejor sacerdote, por ahí va la cosa. Seleccionar mucho mejor, y que quienes quieran dedicar su bondad a esto tengan como principio la humildad y la entrega y poner ante todo a Cristo”.

 

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