• Hace poco fue inaugurada la multicancha del lugar y hoy los niños tienen un lugar donde hacer deporte, y alejarse de un ambiente hostil que por años ha estigmatizado a los departamentos rojos.
  • La señora Carmen trabaja en la feria de Las Compañías y transporta su mercadería en un carro de supermercado, pero no puede subir a su casa con facilidad por el deterioro de las escaleras.
  • El presidente de la junta vecinal Iván Mendieta muestra el grave deterioro que presentan las escaleras en los sectores interiores de los departamentos.
  • Aníbal Aguirre creció en la población de los “Departamentos Rojos”. Estuvo condenado y pagó, pero hoy es un activista social y quiere sacar a la población adelante. Que nadie viva lo que él vivió.
  • La falta de patios obliga a los vecinos a tender su ropa en las ventanas o en plena calle.
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El Día
El sector de los “Departamentos Rojos”, de Las Compañías, parece florecer. Gracias a la organización de los vecinos que quieren dejar de ser considerados un gueto en la ciudad, han bajado los índices de delincuencia y lograron tener una multicancha. Pero todavía falta mucho para que los cerca de mil habitantes puedan vivir de manera digna. El hacinamiento, el grave deterioro de los accesos interiores y escaleras, junto con los problemas con el alcantarillado y el agua potable han llevado a que los residentes sigan alzando la voz a las autoridades, quienes han reconocido las falencias y se han comprometido a trabajar en conjunto.

En la intersección de las calles Nicaragua con Gaspar Marín el tiempo parece haberse detenido. Son 192 “Departamentos Rojos” que fueron emplazados en los ‘80 y cuya historia está llena de altos y bajos.

Siempre estigmatizados, sus cerca de 1000 habitantes han tenido que soportar el prejuicio de vivir, supuestamente, en un barrio donde abunda la droga y los delitos están a la orden del día. Y claro, en algún momento fue así, pero desde hace un tiempo gracias a la organización vecinal y a que “por fin” las autoridades los comenzaron a “tomar en cuenta”, se están levantando y consiguiendo importantes avances, como la multicancha, acompañada de otro proyecto ya comprometido: La creación de juegos infantiles en y un “Museo Cielo Abierto” consistente en más de 12 murales al aire libre para mejorar el entorno, por años abandonado.

Pero la lucha no ha terminado. Todavía queda mucho por hacer para que los residentes de la tradicional población ubicada en el sector norte de La Serena “tengan una vida más digna”, y salgan del “estancamiento” en el que dicen estar, sobre todo en algunas viviendas que no superan los estándares básicos para ser habitadas.

EL EJEMPLO DE ANÍBAL

Aníbal Aguirre nos esperaba en la población ese día. El joven de 24 años creció en el lugar y le tocó ver cómo muchos de sus amigos se perdieron en el flagelo de la droga y la delincuencia en el que cual él también estuvo inmerso durante años. 

Venía llegando de la universidad, donde estudia Trabajo Social. Lo único que quiere es titularse pronto para volver allí, a su casa, como profesional y ayudar a los más jóvenes a no “tomar el mal camino”.

Pero mientras tanto no se ha quedado de brazos cruzados. Formó una agrupación de jóvenes donde realizan talleres, pintan murales y, por supuesto, se divierten sanamente ocupando los nuevos espacios. “La idea es que ningún compañero de acá tenga que ver ni viva lo que a uno le tocó”, dice el  joven, mientras caminamos hacia la multicancha recién inaugurada, donde algunos niños y adolescentes recién llegados de sus colegios juegan a la pelota.

Aníbal los observa y se nota la emoción en sus ojos. “Cuando yo era chico nos teníamos que saltar el muro, a la cancha de los mormones que está al lado, para poder jugar. Pero nunca terminábamos un partido, porque nos corrían”, recuerda, sin parar su avance, menos su emoción.

Lleva una tobillera electrónica que da cuenta del lado más negro de su pasado. La misma falta de oportunidades lo hizo caer en la drogas y posteriormente de la delincuencia. Fue detenido por robo con intimidación y condenado a cinco años. “Fue una etapa muy triste. En mi familia siempre me inculcaron buenos valores, pero el contexto social te va moldeando. Yo estuve en las drogas y eso me llevó a andar robando y cometer muchas equivocaciones”, cuenta Aníbal, quien durante ese periodo también estuvo al borde de la muerte, cuando fue golpeado con en la cabeza por otro sujeto debido a un ajuste de cuentas. “Caí en estado de coma, y cuando desperté, empecé a ver la vida de otra manera”, agrega, con orgullo, mirando el inmenso mural, el primero de 12 que harán en el barrio, para conformar el “Museo Cielo Abierto”.

HISTORIAS Y SUEÑOS QUE CAMINAN

Uno de los jóvenes que estaba en la nueva multicancha ese día era Jonathan Castillo, amigo de Aníbal. Fue uno de los que más peleó por contar con esta implementación. No tuvo la oportunidad de estudiar y hoy trabaja en un “sencillito” del sector para juntar algo de dinero y ojalá en el mediano plazo poder ingresar a la educación superior.

Admite que como joven de “Los Departamentos Rojos”, es estigmatizado, pero se da cuenta que la situación va mejorando poco a poco. “Antes tú veías a gente consumiendo droga, y no había unión entre los vecinos, pero ahora eso se ve menos, los que estaban en esa parada solitos se fueron, al ver que le ganamos los espacios”, dice  Jonathan.

Unos metros más allá está Sergio Lozano de 16 años, quien estudia en el Liceo Gabriela Mistral del centro de La Serena. Ha sido testigo de la violencia y la marginalidad. “Hasta hace poco, arriba en la escalera por Gaspar Marín se paraban a fumar y vender drogas, y nadie podía entrar ni salir, pero la misma gente los ha sacado”, cuenta Sergio, quien no quiere más violencia de la que ya ha visto.

Hace tres años, presenció un hecho que lo marcó, cuando salía de su casa y cinco hombres atacaron a otro “a palos” durante largos minutos dejándolo inconsciente en el suelo, en medio de un charco de sangre. “Todos por peleas por la droga”, acota el adolescente que en el futuro, según nos cuenta, quiere ser profesor de música.

VIVIR EN COMUNIDAD

Muchos pensarían que la gente quiere irse de este lugar, pero no es así.  María Ardiles lleva más de una década en los departamentos. Tiene fe en que el futuro en que todo lo que viene será mejor y que los avances sociales están recién comenzando. “Quiero que mi hija crezca acá”, asegura, mientras camina de la mano junto a ella y describe cómo en poco tiempo la vida ha cambiado para mejor en la población. “Acá hemos aprendido  a luchar juntos. Me gusta cómo se ha generado una solidaridad entre los vecinos en pos de un objetivo. No quiero que ella (su hija) se pierda de esos valores”, manifiesta María.

TODAVÍA QUEDA MUCHO POR HACER.

Es cierto, se ha mejorado, pero “esto recién comienza”, dice Iván Mendieta, presidente de la agrupación Pro Adelante Departamentos Rojos, formada hace unos tres años, quien nos lleva a hacer un recorrido por los bloques mostrándonos las falencias que todavía persisten, pero también los avances que han logrado a pulso y a punta de organización. “Nadie nos ha regalado nada”, enfatiza Iván, con un tono de evidente orgullo. “¡Miren cómo está la entrada! Ahora la gente puede transitar”, insiste el dirigente, en alusión a las escaleras por el sector de Gaspar Marín que antes estaban “tomadas” por delincuentes y traficantes, y que ahora están incluso decoradas por jardines que los mismos residentes hicieron florecer.

Pero claro, está consiente que todavía cargan con el estigma por parte de vecinos de otros sectores que ven a los “Departamentos Rojos” como un foco de delincuencia. “Pasarán años para que por fin reconozcan el trabajo que se hace acá. Lo que tenemos que hacer nosotros es no bajar los brazos y seguir luchando para que nos tomen en cuenta, tanto desde el Gobierno como desde el municipio”, asevera. 

Iván sabe que hay situaciones que nunca se resolverán, pero pueden paliarse. Y es que los departamentos son de 36 metros cuadrados, sin patio y el hacinamiento a veces es insostenible. De hecho, algunos son habitados hasta por 8 personas.   

Y es la misma falta de espacio la que genera problemas asociados. En muchos casos las escaleras están totalmente deterioradas, y la ropa debe ser tendida en la calle.

ESCALERAS EN ESTADO CRÍTICO Y PELIGRO DE CORTES ELÉCTRICOS

La señora Carmen trabaja en la feria. Vive en el lugar desde siempre y la encontramos caminando con su carro de supermercado en el que transporta los productos. A ella le da lo mismo colgar la ropa en la vía pública, ya que asegura, “es parte del folclor de acá, y además ya no se roban las cosas como antes”. Eso sí, tiene graves complicaciones con el estado de las escalas. “Primero que todo, aquí deberíamos tener subidas como rampas, para las personas discapacitadas o para gente como yo que trabajo con este carro y debo esperar a mi hijo para que ayude a subir. A veces pasan horas”, reclama.

Y cuando finalmente puede subir, lo hace con miedo, ya que algunos escalones “están a punto de ceder y en cualquier momento va a ocurrir un accidente”, dice la mujer haciendo un llamado a las autoridades para que puedan hacer las reparaciones correspondientes. “No queremos lamentar una tragedia en la población”, puntualiza Carmen, mientras intenta subir lo que más puede por sí sola, mientras llega alguien que la ayude.

Teresita Arancibia es otra vecina que manifiesta las falencias. Para ella, otra situación que requiere una solución inmediata es la altura que han alcanzado los árboles, los que se topan con el tendido eléctrico y, sobre todo en tiempos de lluvias, son un peligro de incendio o que se interrumpa el suministro de electricidad. “Mi casa queda justo al frente donde se produce esto. Para el último temporal estábamos muertos de miedo porque veíamos los chispazos que en cualquier momento generaban un incendio”, insistió la vecina, preocupada.

LA BASURA NO DA ABASTO

Con cerca de 1000 habitantes y unos pocos recipientes para tirar la basura, éstos se desbordan fácilmente. Así lo hace saber Iván Mendieta, el dirigente vecinal, quien asegura que no pasa más de una hora desde que los vecinos se deshacen de los residuos, para que los perros abandonados hagan de las suyas y tengan todo tirado generando serios problemas sanitarios y malos olores. “Esto es uno de los temas más urgentes, por la imagen que se está dando, y no sólo nos afecta a nosotros en los departamentos, también a los vecinos de poblaciones aledañas que deben sufrir con este impacto ambiental”, indica Mendieta.

EL CRUDO HACINAMIENTO.

Hay realidades que se contraponen, pero, tal como enfatiza Iván Mendieta, en algunos casos el hacinamiento es extremo y se conjuga con la falta de servicios básicos. Esta dura realidad, es la que vive Guillermo Alejandro Díaz, quien habita en uno de los departamentos hace 8 años junto a su mujer y sus dos hijos, en una sola pieza, y sin agua potable.

Guillermo dice estar acostumbrado, pero por sus hijos, le gustaría estar en otras condiciones. Aunque no le queda de otra. Claro, por ahora el trabajo escasea, y lo poco que gana durante el mes se va en el pago del arriendo y en alimento. “Lamentablemente no tenemos otra opción. Yo vivía en Coquimbo, pero nos quedamos en la calle, por lo tuvimos que quedarnos en lo más barato que encontramos”, relata, en un tono bajo, mientras nos muestra las cañerías rotas de la pequeña cocina que también es el lugar de lavado.

Sabe que por lo pronto las posibilidades de irse son pocas, por lo que sus esfuerzos están centrados más que nada en arreglar el departamento, sobre todo la red de agua, ya que en este momento deben sacar desde afuera. “Eso es lo más complejo, abrir la llave, tirar la cadena y que no salga agua es muy complejo, por un tema de salud, más ahora que estamos en invierno”, relata, mientras su esposa Inés del Carmen, asiente con la cabeza y sus hijos ingresan a la pequeña morada.

BUSCANDO SOLUCIONES: MUNICIPIO ABIERTO A DIALOGAR.

“Hemos conseguido cosas, pero no son suficientes”, insiste el dirigente Iván Mendieta, y fuimos testigos de lo que dice. La multicancha y las mejoras en seguridad son un avance, pero los vecinos van por más y quieren solucionar las falencias que persisten y no permiten a algunos habitantes vivir con dignidad.

El dirigente asevera que se reunirán con el alcalde de La Serena Roberto Jacob nuevamente, para exigirle que dé solución a las demandas más urgentes.

Y el edil está abierto al diálogo. Así lo manifestó el pasado 16 de junio cuando inauguraron la cancha y lo reiteró en esta pasada. “Ahora ellos tienen una organización y tenemos a interlocutores con los cuales se puede dialogar para dar solución a lo que hay que mejorar. Está el tema de la basura que tenemos que ordenar, pero creo que vamos a lograr sacar ese estigma que hay con ellos. Ya hay una organización, por lo que pueden postular a proyectos participativos y a recursos”, indicó.

MINVU RECONOCE QUE NO HAY SOLUCIONES INMEDIATAS

Los daños infraestructurales son evidentes en los departamentos. Por lo mismo el dirigente Iván Mendieta precisa que pronto recurrirán al Minvu, para hacer las consultas respecto a qué proyectos pueden postular para subsanar, por ejemplo el déficit que tienen en los sistemas de alcantarillado.

Consultado, el seremi de Vivienda y Urbanismo Hernán Pizarro, admitió que este condominio requiere de una intervención mayor a la que pueden entregar actualmente con el programa del Serviu “Protección al Patrimonio Familiar”.

Sin embargo, este año el programa cambiará e incorporará modificaciones a la línea de Mejoramiento de Condominios sociales, “por lo que se espera que contemple las herramientas adecuadas para este caso en particular, ya que se trata de un conjunto que no sólo necesita mejoras en las fachadas, sino que también de forma interna por los espacios limitados que tienen sus viviendas”, manifestó, agregando que “por el momento, no existe en el Ministerio, en el ámbito regional, una solución definitiva a los requerimientos constructivos de estas familias”.

Pero los vecinos no pierden la esperanza. Aníbal, el joven que nos recibió cuando llegamos hasta los departamentos lo tiene más claro y está convencido de que esto es sólo el principio de lo que será el resurgir este emblemático condominio y sus residentes. “No queremos ser un  gueto en la ciudad. Ni violencia, ni más jóvenes que terminen en la delincuencia, ni en la droga. Yo lo viví, y no quiero que nadie más lo viva”, expresa Aníbal, quien se despide de nosotros en la entrada del barrio, por Gaspar Marín, donde antes había un muro invisible que los separaba del mundo, una muralla que, con el esfuerzo de los vecinos, está siendo derribada. 4601iR

LOS DIARIOS DE CRISTIÁN.

Hace más de 30 años que Cristián Álvarez, vive en la población y es dueño de un quiosco. Pese a que tiene serios problemas a la vista lo que lo obliga a caminar con un bastón, se las arregla para vivir solo y asegura que “nunca lo han hecho leso” con el vuelto.

Sufrió en carne propia la proliferación de la delincuencia que hubo en su minuto. “Me robaron el quiosco. Me sacaron todo cuando recién estaba partiendo. Ahí fue bien complicado porque había poca plata para poder reponerse”, cuenta don Cristián.

Sin embargo, no se dio por vencido. Logró levantarse y ahora continúa su labor “informando a la gente”, según él mismo dice. “No creo que lo que me sucedió pase una vez más. Ahora las cosas están más tranquilas y este barrio está progresando, lento, pero seguro”, enfatiza Cristián.

 

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