• Hay capítulos en la vida de Hernán Godoy que todavía están inconclusos y en los que cuesta dar vuelta la página. El dolor de lo vivido con los delitos de monseñor Cox, que fueron cubiertos en su minuto por diario El Día, sigue presente.
  • En las dependencias del Arzobispado de La Serena se vivieron hechos deleznables entre los ’80 y ’90, debido a las acciones de quien fuera la máxima autoridad eclesiástica en la zona.
  • El testimonio de Godoy se enmarca dentro de la crisis más profunda vivida por el clero en los últimos años lo que tiene a la Iglesia Católica en el suelo, tratando de levarse y recuperar la confianza de la gente.
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El Día
*Durante más de 20 años Hernán Godoy guardó silencio. Sin embargo, finalmente se atrevió a denunciar los abusos sufridos por el exarzobispo de La Serena Francisco José Cox, “para que nadie tenga que pasar por lo mismo”. *Su relato es desgarrador. Cuando tenía 13 años, monseñor le puso un cartel que decía “esclavo” para encerrarlo en su despacho en el Arzobispado y robarle la inocencia. Asegura que desde ese momento “ya no cree en nada” e intenta vivir con el dolor que puede mitigarse, pero nunca termina.

Su vida no ha sido fácil, y las heridas están lejos de cicatrizar. Hernán Godoy, serenense de 45 años, es la primera víctima de monseñor Francisco José Cox, en denunciar en la justicia ordinaria los abusos sexuales cometidos por quien fuera arzobispo de La Serena entre 1990 y 1997.

El 16 de junio recién pasado decidió dar este paso. “Para que a nadie más le vuelva a pasar”, asegura. Ese día acudió al Ministerio Público e interpuso la querella que, espera, dé pie a una  investigación que determine la responsabilidad del religioso en los delitos y así reparar en parte el daño causado “a tantos niños y adolescentes de la zona”.

Le costó traer de nuevo a su memoria los episodios más tristes de su vida. Se negaba a exponerse nuevamente y, de hecho, hasta hace un mes sólo diario El Día había logrado ponerse en contacto con él revelando que interpondría la acción legal.

Pero rompió el silencio. Ahora está dispuesto a hablar con todos quienes quieran conocer su testimonio, eso sí, sin mostrar su rostro, ya que, asegura, todavía no está preparado. “Paso a paso… de a poco”, manifiesta Godoy, quien no quiere repetir los errores que cometió el 2002, cuando se destapó el escándalo de Cox a nivel nacional y él, producto de su ímpetu y rabia, declaró abiertamente haber sido testigo de los abusos, siendo luego víctima del asedio periodístico, desaprobación por parte de su familia, burlas, e incluso amenazas. “Iban a pegar papeles a mi casa para decirme que tuviera cuidado con lo que estaba haciendo”, asevera.

UN ENCUENTRO QUE MARCÓ SU VIDA

Siempre estuvo vinculado a la Iglesia Católica. Nacido y criado en Las Compañías, su abuela lo llevaba a participar en grupos como Moani, un movimiento apostólico de niños dirigido por jóvenes laicos, y a los 11 años ya era acólito. De ese tiempo, Godoy tiene buenos recuerdos, conoció a “gente buena” y amigos que le enseñaron muchas cosas de la vida.

Pero todo cambiaría un día cualquiera cuando tenía 13 años y se realizó una misa en el colegio donde cursaba sus estudios. El invitado principal era nada más y nada menos que Francisco José Cox, quien en ese momento era obispo coadjutor.

La personalidad del sacerdote llamó la atención de inmediato. En un contexto donde la mayoría de los curas eran más bien lejanos, monseñor mostró cercanía, jugaba con los niños y se reía con ellos.

Su actitud fue tomaba bien y cautivó a los menores. Sin embargo, con el paso del tiempo Godoy recuerda detalles que pudieron haber sido un indicio de las oscuras intenciones del religioso. “Fue muy cariñoso en ese primer encuentro. Demasiado cariñoso. Nos abrazaba y apretaba mucho… las manos, recuerdo que nos apretaba los dedos y respiraba agitado”, cuenta.

LAS VISITAS AL ARZOBISPADO.

Tras la visita al colegio, Cox no quiso perder el contacto con los menores. Invitó a un grupo, entre ellos a Hernán, al Arzobispado de La Serena, lo que los puso muy contentos. “Que el obispo te invite a su casa, siendo un niño creyente, que era acólito, sin duda que era algo importante”, relata, por lo que no dudaron en ir.

“Cuando llegamos caminando desde Las Compañías, él (Cox) nos recibió con un banquete. Mucha comida, en momentos en que para nosotros lo habitual era comerse un pan con mantequilla”, recuerda Godoy, quien asegura que con estos detalles el cura terminó de ganarse a todos. Y sacó partido de inmediato. Ese mismo día, habría comenzado a darles besos en la boca a los niños cada vez que los saludaba y cuando se despedía, algo que se normalizó con el tiempo. Claro, venía de un alto mando de la Iglesia “un ser superior incuestionable” por ese entonces.

Las visitas continuaron y llegó el minuto en que los adolescentes ni siquiera requerían invitación para ir a ver a monseñor. “Entrábamos y salíamos”, consigna Godoy, quien en su inocencia todavía no sospechaba nada extraño. Pero llegó el día en que se dio cuenta de que algo andaba mal.

Estaban en el Arzobispado, como siempre, y Cox lo tomó en sus brazos a él y a otro menor. Los besos en la boca ya eran habituales, pero el de ese momento “fue una cosa extremadamente violenta. Nos tenía agarrados a los dos y vi como primero besó a mi compañero y luego a mí, apretándonos y rasguñándonos muy fuerte”, narra el denunciante, quien sintió algo de temor, y, según asevera, nunca volvió a tener el mismo trato con el exarzobispo. Sin embargo, ni Hernán ni los demás dejaron de visitarlo.  

LOS “ESCLAVOS”

Entre las excentricidades de Cox había una que Godoy califica como “perversa”. Acostumbraba darle dinero a los niños para que fueran a comprar dulces, pero siempre dejaba a uno con él en su oficina, al que le colocaba un cartel que decía “esclavo”. Nadie sabía lo que pasaba dentro del despacho mientras los demás no estaban, hasta que Hernán lo descubrió por accidente.

En una ocasión, en vez de ir por golosinas, los menores decidieron gastarse el dinero en fichas para jugar a los flippers, muy populares en esa época, lo que a Godoy le pareció mal, por lo que se devolvió a contarle a monseñor. Cuando abrió la puerta del despacho se encontró con una escena que lo descolocó, lo más impactante que había visto en su vida. “Llegué y entré, porque así lo hacíamos siempre y vi a Cox con la polera abierta y al niño también sin polera, todos transpirados y agitados”, cuenta la víctima.

La reacción del religioso cuando fue descubierto fue de total normalidad. No dijo nada, simplemente se vistió y se retiró del lugar sin decir palabra alguna. A Hernán no se le pasó por la cabeza denunciar lo que había visto, es más, era tal el dominio psicológico que Cox ejercía sobre ellos que dice haber sentido vergüenza por haber interrumpido al religioso. “Éramos niños, yo lo era. No  supe muy bien cómo actuar, simplemente ver esto fue como un escarmiento, porque dejé de ir al Arzobispado por un tiempo”, relata.

LAS CARTAS DE MONSEÑOR.

Los meses pasaron, pero José Francisco Cox no dejó de estar presente en la vida de Hernán Godoy, pese a que el joven ya no lo visitaba. Cada cierto tiempo le enviaba cartas a su casa, con saludos, invitándolo a volver. Y como su familia era muy católica, regresó. “Imagínate lo que era para ellos (familia) que el obispo enviara cartas, era muy importante, porque se trataba de una gran autoridad un referente en todo aspecto”, cuenta el hombre, hoy de 45 años.

Fue a jugar a la pelota junto a un grupo de amigos y se volvió a encontrar con monseñor. Los saludó de beso a todos, como de costumbre y hasta ahí era lo de siempre. Pero llegó el momento en que el sacerdote llamó a los niños para elegir a su nuevo “esclavo” y su mirada se clavó sobre Godoy. “Me pegó el papel en el pecho, y no supe qué hacer. No sabía si era bueno, o malo. Estaba confundido. Todos reían en ese entonces, sólo después tú te das cuenta que pudiste haber corrido, relacionarlo con lo que le pasó al otro niño… tantas cosas, pero estar ahí era como estar atrapado”, dice.

La historia se repetía. Los demás se fueron a comprar y Godoy quedó solo con el cura. Recuerda que no sintió miedo, sino más bien “una sensación extraña”, estando en el despacho personal del futuro arzobispo, quien le mostraba, siempre agitado, su biblioteca personal y en particular una colección de libros de Papelucho que había escrito su tía, Ester Huneeus (Marcela Paz), la que, según Cox, se inspiró en él para dar vida al famoso personaje. “’Yo soy Papelucho, yo soy Papelucho’, me decía este hombre que a esas alturas estaba totalmente transformado. Me sentó en sus piernas y me susurraba de manera irónica que no me iba a poder arrancar, que era un imbécil. Estaba como furioso, enfermo”.

Hernán intentó huir. Pero Cox lo tenía retenido con todas sus fuerzas. “Me tomó de las orejas y me empezó a dar besos con lengua, pasándomela por toda la cara. Me tiraba el pelo. En eso, se bajó el cierre del pantalón y pude percibir que estaba totalmente mojado de excitación. No dejaba de tocarme en mis partes íntimas”, relata, con un tono de impotencia.

Fueron 15 ó 20 minutos de terror y Godoy no podía zafar. Afortunadamente, se le ocurrió comenzar a gritarle a monseñor que alguien estaba golpeando la puerta y sólo ahí el obispo aflojó sus brazos y el menor pudo liberarse. “Corrí para abrir la puerta, no había nadie afuera. Así que yo corrí y corrí, desde el arzobispado hasta Las Compañías. No supe de nada, sólo corrí hasta llegar a mi casa”.

“TUVE QUE CALLAR”

Lo lógico hubiese sido que el adolescente denunciara, o comentara lo sucedido, pero no fue así. “Tuve miedo, porque era un tema tabú”, asevera Hernán Godoy, quien durante mucho tiempo ni siquiera con su familia habló del tema.

Sin embargo, de a poco fue contando de manera fragmentada lo que vivió con monseñor. “Más de alguna vez mi mamá me escuchó que yo decía: ‘Ya anda este cura maricón’, refiriéndome a él. Y así, mis actitudes develaban que no lo respetaba y que sabía quién era realmente”.

Pese al dolor que cargaba silenciosamente, siguió ligado a la iglesia con la convicción de que no todos eran como el exarzobispo. Continuó siendo acólito y su enseñanza media la hizo el Colegio Los Salesianos de La Serena, cumpliendo un sueño de su familia. “Lo que pasa es que antes entrar a ese colegio era motivo de orgullo, no cualquiera llegaba”, cuenta el denunciante.

EL REENCUENTRO Y LA RABIA

En su labor de acólito continuó viendo a Francisco José Cox. Participaba en confirmaciones y en algunas oportunidades el sacerdote se hizo presente. Ya no era lo mismo, las miradas eras distintas y, según Godoy, el religioso le dirigía la vista con rabia, como queriendo decirle algo. Sin embargo, Hernán optó por la indiferencia. “Yo no lo pescaba, era lo más sano. Además que lo que él hacía ya era un secreto a voces, y te estoy hablando de 1987, el año que vino el Papa Juan Pablo II, antes de que Cox fuera arzobispo. Ahí había gente de la misma iglesia que nos decía a los acólitos, ‘pónganse lápiz labial, que viene el cura Cox’”.

A los 17 años, el joven trabajaba con grupos juveniles. Confiesa que ya no tenía la misma fe de antes, pero creía necesario estar dentro para orientar a los que venían. “Las cosas que hacíamos eran a nuestra pinta. Yo estaba medio revelado, y si bien ocupábamos los salones de la iglesia, nuestras actividades no tenían nada que ver con la religión”, asegura Godoy.

En este contexto tuvo un nuevo encuentro con monseñor. Fue en una ceremonia en que Cox se le acercó y le dijo al oído: “Aquí te pillo imbécil, mal agradecido”. Pero a su edad, con la rabia y el desencanto a flor de piel el joven no estaba dispuesto a dejarse amedrentar. “’Cállate, viejo maricón’, le contesté yo esa vez y esto se repitió varias veces. Claramente teníamos cuentas pendientes y alguna vez también le dije que un día se iba a acordar de mí y se arrepentiría de todo”, relata.

2002, EL AÑO DEL ESCÁNDALO

Los años pasaron. Hernán Godoy pudo hacer su vida de manera normal, aunque siempre con el dolor que nunca pudo sacarse. En el 2002 estaba trabajando, tenía su pareja y una hija. Salía adelante, pero Cox nuevamente se cruzaría en su camino.

Pese a que el sacerdote  había sido enviado a Colombia en 1997, dejando el Arzobispado en manos de monseñor Manuel Donoso, los motivos de su salida nunca quedaron claros hasta que debido a investigaciones periodísticas, en Santiago, el Cardenal Francisco Javier Errázuriz tuvo que reconocer que el religioso, sobrino de Ester Huneeus, estaba siendo investigado por la Nunciatura Apostólica de Chile debido a sus “conductas impropias” cometidas en La Serena.

Cuando Godoy se enteró de esto ya no pudo guardar silencio. Lo llamaron de la prensa y no dudó en contar lo que él había visto, aunque en ese momento sólo como testigo, ya que aún no estaba preparado para hablar de su experiencia. Luego de eso vino el asedio, móviles de la televisión apostados afuera de su casa, en su trabajo, y en cualquier parte que fuera. “Pagué caro el haber hablado, porque nadie más lo hizo. Estuve solo, no medí consecuencias, no pensé en mi familia, en que estaba casado. No pensé en nada”, relata el serenense, quien tiempo después también perdió su trabajo, y está convencido de que las razones de su despido estuvieron en su atrevimiento. “Tú sabes que la iglesia era una mafia, y la influencia que podía tener en cualquier ámbito era tremenda, y todavía lo es”.

Tuvo la oportunidad de reunirse con el Arzobispo Manuel Donoso, paradojalmente en la misma oficina donde Cox abusó de él, pero tampoco le contó sobre su abuso, sólo dio su versión como testigo. Monseñor lo escuchó, pero en ese momento Godoy lo único que quería era salir de ahí. “Había prensa esperando afuera, y yo ya no quería nada más. Siento que él (Donoso) pudo haber hecho más, orientarme, pero después de esa reunión, no supe nada más”, recuerda.

EL HERNÁN DE HOY

Hoy está tranquilo, a la espera de los pasos que seguirá el Ministerio Público. Por lo pronto, sigue con su vida, trabajando, y aunque se separó hace 10 años cuenta con el apoyo de su exmujer y también de sus dos hijos. “Ellos continúan siendo mi soporte emocional. Mis hijos sobre todo, a los que les conté lo que me pasó y lo tomaron con una madurez que me sorprendió”.

Pero es realista. No cree que traigan a Cox de vuelta desde Alemania para juzgarlo, y sabe que incluso el delito que denuncio podría declararse prescrito. Sin embargo, necesitaba cerrar el ciclo estampando la acción legal tras décadas de silencio “para que nadie más pase por esta mierda”. 4601iR

EN CONTACTO CON MONSEÑOR REBOLLEDO

En entrevista con diario El Día, el arzobispo de La Serena, monseñor René Rebolledo, hizo público el llamado a las presuntas víctimas de Francisco José Cox a que denunciaran y se acercaran al Arzobispado. Fue así como la semana pasada, Godoy se reunió con el alto mando eclesiástico en un encuentro que se extendió por unos 40 minutos.

Según relata Hernán, fue una conversación amena, hablaron de cosas cotidianas hasta llegar al tema Cox. “Me escuchó, y me pidió perdón, pero yo le dije que él no tenía que pedirme perdón, porque no era responsable de lo que había pasado. Ahí me contestó que se trataba de su familia, la familia de la iglesia, que por eso lo hacía. Y también me dijo que siguiera con esto hasta el final, que me iba a apoyar”, cuenta el denunciante, quien desde esa reunión ha mantenido comunicación con Rebolledo, y esperan encontrarse nuevamente durante las próximas semanas.

 

EL APOYO DE LA FUNDACIÓN PARA LA CONFIANZA

El caso de Godoy llegó a oídos de la Fundación Para La Confianza, entidad creada el año 2010 por el médico cirujano James Hamilton, el periodista Juan Carlos Cruz, y José Andrés Murillo, víctimas de Fernando Karadima quienes a principios de año se reunieron con el Papa Francisco para contarle sus experiencias y manifestarle su rechazo a este tipo de acciones reiteradas en el clero que en su minuto fueron encubiertas.

Ellos están asesorando legalmente a Godoy, y de hecho, en agosto viajará a Santiago para reunirse con el abogado Juan Pablo Hermosilla. “Han hecho una excepción, porque ellos no ven casos de regiones, pero por la importancia de este, lo tomarán”, precisa Hernán, quien espera que para esa fecha el Ministerio Público también “tenga alguna novedad”.

 

HISTORIA, LA RELEVANCIA DEL CASO COX

Pero, ¿quién es Francisco Cox y cómo marcó a la Iglesia en Chile? Según consiga el matutino La Tercera en su edición del 9 de enero de 2018, en los últimos 15 años la comunidad eclesiástica del país ha enfrentado 80 denuncias por abuso sexual y monseñor Cox se sitúa como el sacerdote de mayor jerarquía en haber sido sindicado por estos hechos.

Fue arzobispo de La Serena entre 1990 y 1997, y en su último año como autoridad eclesiástica su continuidad se hizo insostenible debido a las acusaciones por parte de feligreses de “actos impropios”.

Emigró a Colombia, donde desempeñó labores de asistente de la iglesia para “enfriar el ambiente”. Sin embargo, en el 2002 desde el clero no pudieron callar más ante la incertidumbre y fue el propio Cardenal Francisco Javier Errázuriz quien reconoció que monseñor estaba siendo investigado por la Nunciatura Apostólica de Chile debido a su “conducta indebida” y que había sido enviado a Alemania para confinarse en un monasterio dedicando su vida “el recogimiento y a la oración”.

 

MATÍAS WALKER: ¿ES POSIBLE QUE SE INVESTIGUE?

La duda surge de inmediato. ¿Es posible que se acoja la denuncia? El diputado por la Región de Coquimbo Matías Walker, asegura que todo es cuestión de voluntad y que el proyecto de Ley de imprescriptibilidad de los delitos sexuales va precisamente en esa dirección. “Las víctimas deben tener este derecho al tiempo”, acotó el parlamentario, quien agrega que sería “muy sano” que las víctimas formalicen las denuncias, independiente del momento en que se cometió el abuso. Y en ese sentido también apunta a que los tribunales debiesen investigar antes de desestimar las causas por la fecha de comisión. “Esto se puede hacer, aplicando la sana doctrina que aplicó la Corte Suprema con los delitos de lesa humanidad amparándose en los tratados internacionales se determinó que los casos debían investigarse antes de determinarse la prescripción. Yo espero que por jurisprudencia, aquí se aplique lo mismo”, manifestó Matías Walker.

 

>> CRONOLOGÍA

Septiembre de 1990

Cox es nombrado arzobispo de La Serena, convirtiéndose en el sucesor de monseñor Bernardino Piñera.

Abril de 1997

Tras publicaciones de la prensa de la época, y luego de que la Nunciatura Apostólica iniciara una investigación, por supuestos “actos impropios” de Monseñor Cox, renuncia a su cargo y se retira a Colombia para desempeñarse como asistente de la iglesia.

Noviembre del 2002

Luego de años de incertidumbre por parte de la comunidad serenense sobre los motivos de la renuncia, el Cardenal Errázuriz reconoce que está siendo investigado y que luego de estar en Colombia, fue enviado a Alemania a llevar una vida dedicada a la oración y al recogimiento.

 

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