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Lautaro Carmona
Sin autoridades, altos ejecutivos ni ambientalistas foráneos de por medio, nos internamos en la realidad de los pueblos de La Higuera que –para bien o para mal- se verán afectados por el Proyecto Minero-Portuario. En 380 kilómetros de recorrido, visitando ocho localidades encontramos todas las visiones. Desde familias golpeadas por la falta de trabajo y estancamiento económico que anhelan que la iniciativa vea la luz, hasta los habitantes del borde costero que viven del mar y del turismo y se oponen férreamente. Pudimos constatar que la balanza se inclina a favor de quienes apoyan la iniciativa de Andes Iron, incluso en sectores cuyo sustento está en la pesca y la extracción de mariscos. Además, fuimos testigos de la división en algunos pueblos donde sectores radicalizados han logrado intimidar a quienes apoyan el proyecto. Pero también están los que tiene el convencimiento de que la empresa provocará serios daños al ecosistema y que buscan el consenso entre el desarrollo económico y la conservación en una historia cuya última palabra todavía no está dicha.

No encontramos la verdad absoluta, ni tampoco era nuestra intención. Si lo que se busca son cifras o estadísticas, de antemano advertimos que pare de leer, pues encontrará muy pocas. Sólo queríamos historias y fuimos por ellas, pero las comunes y corrientes, sin altos ejecutivos, ambientalistas foráneos ni autoridades al acecho.

Durante un día completo, en un recorrido de 380 kilómetros, visitamos siete localidades rurales pertenecientes a la comuna de La Higuera y tomamos el pulso en terreno de cómo sus habitantes están viviendo el que podría ser uno de los procesos de cambio más importantes de las últimas décadas que modificaría radicalmente la actividad productiva de la zona: Se trata del proyecto Minero-Portuario Dominga que hoy vive días claves, se encuentra judicializado, y cuya continuidad  sigue en “veremos” luego que sus detractores recurrieran a la Corte Suprema para evitar su concreción.

POSTURAS IRRECONCILIABLES

Desarrollo económico versus protección del medio ambiente -a priori- parecen ser las dos posturas que no se dan tregua. Mientras hay quienes aseguran que la minera podría afectar de manera irreparable la Reserva Nacional pingüinos de Humboldt, donde se encuentran también las islas Chañaral, Choros y Damas, y, además, terminar para siempre con la pesca artesanal afectando recursos como el loco y la macha, otro grupo más grande al interior de la comuna cree que la iniciativa sólo traería beneficios.

En una zona altamente afectada por el desempleo, sostienen los que apoyan a Dominga, la minera sería una luz de esperanza para salir del estancamiento económico y asegurar un mejor devenir para las futuras generaciones que en la actualidad, sino se dedican a trabajos vinculados a la extracción marina, no tienen otra opción que emigrar a otras regiones para poder subsistir.

PRIMERA PARADA: PUNTA DE CHOROS LA MAYOR OPOSICIÓN 

En nuestro andar escuchamos posturas de todo tipo, y fue en la primera parada donde las voces en contra del proyecto se escuchan con mayor fuerza.

Cuando llegamos al lugar, los muros hablan por sí solos y las consignas en ataque a la iniciativa de Andes Iron están por todos lados. Y se entiende, ya que en este pueblo de algo más de 400 habitantes vive de la pesca artesanal y el turismo, justamente las actividades que peligrarían con la implementación de la minera.

En la caleta, los trabajadores del mar poco conocen cómo avanza el proceso legal, y no están enterados que la ONG OCÉANA ese mismo día recurrió a la Corte Suprema para presentar un recurso de casación y dejar sin efecto la sentencia del Tribunal Ambiental que ordenó retrotraer el proyecto al momento de votación en la Comisión de Evaluación Ambiental de Coquimbo.

Humberto Díaz admite que no ha seguido el proceso. Él se instaló en Punta de Choros en 1974 y desde ese momento que es buzo mariscador.  Está convencido que de intervenir el área marina “de aquí a tres años”, se acabará el recurso y no tendrán de qué vivir. “Pasará lo mismo que pasó en el norte donde las mineras han dejado la escoba y han terminado con la actividad”, precisa el trabajador.

Junto a él Mauricio Carrasco, también dedicado a la extracción de molusco, apoya a su compañero y dispara con todo en contra del proyecto minero. “El estudio de impacto ambiental está mal hecho, y por eso que ha tenido tantos problemas para su aprobación”, dice, enfático.

Admite que la empresa se acercó y contribuyó con embarcaciones, pero siente que esto no lo compromete con Andes Iron, por lo mismo, insiste en que Dominga va a afectar a todo nivel. “Primero a los pescadores, después al ecosistema, y desde luego que al turismo porque ¿qué va a pasar con las especies que la gente viene a ver y que sólo tenemos aquí? Van a desaparecer…”, asegura.

Fuera de la caleta las opiniones van en la misma línea, y los pobladores aseguran que si bien hay quienes apoyan la iniciativa, no pasan del 10%. Fue precisamente después de conversar con Josué, quien administra una conocida cabaña y quien argumentaba en contra de la minera, que encontramos a Angélica Flores, quien caminaba junto a su hija de siete años rumbo al sector más cercano al mar.

SENTIMIENTOS ENCONTRADOS

Ella dice tener “sentimientos encontrados”, pero si se tiene que decidir, es categórica en apoyar a la empresa. “Lo que pasa es que uno sabe que se van a destruir recursos naturales, pero también veo el futuro de mi hija. Yo no quiero que trabaje en el mar y eso me hace estar a favor de Dominga”, sostiene la mujer, quien continúa su camino al encuentro de su esposo que la espera unos metros más allá. Él se niega a hablar del tema y camina raudo cuando nos ve, y además, se percata de que Josué reacciona al ver su presencia. “¡Cuánto te pagó Garrido (gerente de Andes Iron)!”, le grita, una y otra vez, dejando clara la animadversión que existe entre un grupo y otro.

SEGUNDA PARADA: LOS CHOROS, DE LA INDIFERENCIA A LA RADICALIZACIÓN

A 44 kilómetros del pueblo de La Higuera, hacia la zona costera, y a 20 de la Ruta 5 Norte está el pueblo de Los Choros. Con cerca de 270 habitantes, la mayoría de avanzada edad, dedicados a labores vinculadas al mar, la producción de aceituna, y aceite de oliva, la primera sensación que nos embarga es que la implementación de Dominga les resulta indiferente. De hecho, sentados afuera de sus casas, varios de los habitantes manifestaron desconocer el asunto o derechamente reconocer que “no les importaba”. Sin embargo, al permanecer en la localidad por algunos momentos nos dimos cuenta que el tema sí ronda en el ambiente y que las posturas aquí también están radicalizadas.

Fuimos a los establecimientos educacionales y allí las docentes nos entregan luces de lo que representa la minera para la gente.

En el jardín Familiar “Frutilandia”, de administración municipal, la educadora de párvulos María Antonieta Valencia, cuenta que para los apoderados siempre ha sido un tema de discusión.

Al principio todos estaban en contra, y de hecho en su minuto se estableció en el reglamento no dejar entrar a Dominga con sus actividades sociales. Pero la situación habría ido cambiando y ahora no existe restricción. “Para fiestas Patrias, por ejemplo, les entregan volantines y cada cual decide si quiere recibirlo o no, hay más libertad”, indica la educadora.

Eso sí, María Antonieta advierte que en la Escuela Rural de Los Choros, ubicada justo al lado del jardín, la oposición es más radical.

En esa línea, la directora del establecimiento que atiende a 30 alumnos, Karina Morales, explica que “es un tema complejo”, por lo mismo, en el colegio prefieren no tocarlo ya que pese a que la mayoría de los padres se oponen, según precisa ella, en el pueblo no ocurre lo mismo. “Lo que pasa es que muchos de los apoderados no son de acá, sino que se han venido a instalar, y llegan con esa visión”, sostiene.

TEMOR ENTRE LOS QUE APOYAN

La radicalización de las posturas se hace patente cuando hablamos con la dueña de un conocido restaurante, quien dice estar a favor, pero que no lo dirá públicamente “por temor a represalias”.

Y pareciera ser la tónica. Mario Orellana y su hermana Patricia lo corroboran. Precisan que no se trata de acciones violentas, pero que “hay una suerte de intimidación porque ellos (los detractores) meten más ruido y entonces los demás se quedan callados”, indica Mario.

Patricia también enfatiza en que la gente que está a favor no lo puede demostrar. “Pero son muchos porque saben que esto trae progreso, tanto para Punta de Choros como para Los Choros, porque el daño al medio ambiente están controlados”, asegura la mujer quien pertenece a la Mesa Comunal de La Higuera.

TERCERA PARADA: PUNTA COLORADA TIENE ESPERANZAS.

En el sector rural de Punta Colorada, aseguran ser los más abandonados por el desarrollo. El pueblo de alrededor de un centenar de habitantes antiguamente fue una Estación Ferroviaria, y añoran la actividad minera que en algún minuto tuvo un rol predominante. Hoy, sólo quedan algunos pirquineros y la gente vive fundamentalmente del ganado caprino.

Aquí no hay dudas. Apoyan el proyecto Minero Portuario al 100% y ven en él una esperanza para que el pequeño poblado resurja y los jóvenes puedan tener trabajo sin emigrar obligadamente de la zona.

Cecilia Ortiz, a quien encontramos trabajando en un invernadero que ha instalado con sus propias manos en el patio de su casa, asegura enfática que ella está esperanzada en que el proyecto se apruebe pronto y respeten el Acuerdo Marco que suscribieron con Andes Iron, donde la empresa se compromete a generar empleos y entregar recursos económicos. “Esto que usted ve acá va a desaparecer, porque la gente no tiene cómo subsistir. Mis hijos se tuvieron que ir a la minería en Antofagasta para poder tener un futuro cuando perfectamente podrían estar trabajando acá. Entonces, si tenemos esta oportunidad por qué la vamos a desaprovechar”, expresa Cecilia.

Hace un llamado a los “detractores foráneos” a “ponerse una mano en el corazón” y ver la realidad de quienes verdaderamente necesitan del desarrollo minero. “Los ambientalistas y la gente de Punta de Choros, está acostumbrada a llenarse los bolsillos de plata por el turismo, porque lo tienen todo, pero ¿conocen la realidad de acá? Ni siquiera saben qué existimos”, asevera la mujer.

Olga Castillo y su esposo Víctor Pastén viven hace 40 años en Punta Colorada. Tienen un negocio y un restaurante en el cual atienden fundamentalmente a personal de la minera Pascualama que realiza frecuentemente trabajos en el sector. Están de acuerdo con el controvertido proyecto, ya que, aseguran, hoy en día su economía familiar sufre altos y bajos debido a la cesantía imperante lo que genera que tengan pocos clientes.

Ve a Dominga como el último salvavidas, de lo contrario deberán buscar otros rumbos para darle un mejor futuro al pequeño Bruno, su hijo de 11 años quien padece síndrome de Dawn. “En estos momentos tenemos que velar por él, por los que vienen. Más que por los que estamos ahora, tenemos que pensar a largo plazo y en lo que este proyecto minero pueda beneficiar a las futuras generaciones. Hay que ser solidarios”, manifiesta.

CUARTA PARADA: EL TRAPICHE Y EL DILEMA DE LOS NIÑOS.

Despegado hacia ambos lados de la Ruta 5 Norte, a 22 kilómetros de La Higuera está El Trapiche que tiene cerca de 270 habitantes.

Ha derivado de la actividad minera a la agrícola, según detallan sus habitantes, “pero siempre de manera inestable” debido a la sequía que azoló a la Región de Coquimbo hace un par de años.

Llegamos al pueblo a eso de las 14:00 horas, y la mayoría de las personas estaba en sus casas, almorzando, y poca gente circula por el lugar. Sin embargo, como en buena parte de los sectores alejados de la costa advertimos que el apoyo a Dominga es mayoritario.

Al contrario de lo que vimos en Punta de Choros, aquí los rayados en los muros hablan de los beneficios de la empresa minera, y la gente a la que consultamos al paso ratifica los escritos en las paredes.

El argumento es el mismo. Dominga se planta como la gran solución para la cesantía y el estancamiento económico y de ello está convencida Carolina López, funcionaria del consultorio local cuyo esposo e hijo están “sin pega” y sólo trabajan de manera esporádica “cuando les sale algún pololito allá en loa claveles”, dice, con desgano.

DOMINGA EN EL AULA: NO HAY CONSENSO.

En el Colegio José Santos Ossa, donde estudian 100  alumnos de la localidad y también de pueblos cercanos como Punta Colorada, el inspector general Marcelo Ledesma Rojas asegura que al principio, cuando se empezó a conocer el proyecto minero no se hablaba mucho, pero en el último año se discute incluso en las reuniones de apoderados donde el apoyo sería transversal, según Ledesma, quien agrega que tanto los padres como el propio director están trabajando en las mesas técnicas de Dominga.

Precisa que también sería beneficioso para el colegio, ya que espera que con la implementación del proyecto Minero aumente la matrícula y con los nuevos recursos podrían invertir en la labor educativa. “Llegarían más niños porque habría más trabajo. Eso posibilitaría mayores entradas económicas y también sería positivo en lo cultural, ya que los alumnos conocerían otras realidades”, relata el docente.

Pero, ¿qué piensan los niños? Cuando salieron al patio y vieron el lente de nuestra cámara se mostraron efusivos y pudimos darnos cuenta que el proyecto Dominga no les es ajeno. Los alumnos de séptimo básico tienen claro los pros y los contras y lo manifiestan abiertamente. En principio hablan de las bondades pero es la pequeña Tamara quien de pronto irrumpe con su visión contraria que parece convencer a todos los demás. “A mí no me gusta porque se mueren los delfines y los peces”, expresa, risueña, y sus compañeros asienten, dejando claro que todavía falta por educar, por convencer, por aclarar.

QUINTA PARADA: LA HIGUERA, EN EL EPICENTRO.

Llegar al pueblo de La Higuera, es dar con el epicentro de todo. Allí, justo frente a la plaza principal, en una esquina, están las oficinas centrales de la empresa en la región y al otro lado, el edificio municipal.

Aquí es donde vive se concentra la mayor cantidad de habitantes y no cabe duda que los que rechazan el proyecto son minoría.

Hay una mirada crítica de los “ambientalistas afuerinos” que viven en la costa, y aseguran que la gente que de verdad es de la zona quiere que se ejecuten las obras de la compañía Andes Iron. “Dominga será beneficioso para la comuna”, dice de entrada Juan Díaz Castillo quien desempeña como chofer de colectivos en el pueblo de La Higuera.

Desde siempre trabajó en el rubro minero, pero debido a la baja de este sector productivo en la zona tuvo que convertirse en conductor. “No me quedaba de otra, o sino tenía que irme de la comuna a Calama, o Antofagasta. Pero ahora si se aprueba el proyecto vamos a poder trabajar en lo nuestro sin marcharnos, y muchos de los que se fueron van a poder volver”, expresa.

Asegura que los que se oponen “deben respetar la opinión de la mayoría” ya que, “acá no todo es mar o turismo. Hay gente con necesidades”.

Lo mismo opina Leandre, a quien encontramos trabajando en una construcción. Viene de Haití, y como muchos de sus compatriotas llegó al país en busca de un mejor pasar. No lleva demasiado en Chile y todavía le cuesta comunicarse, pero para él todo lo que pueda repercutir en más trabajo es positivo.

Cuando le preguntamos sobre Dominga responde casi automáticamente que es “bueno, bueno”, y que espera poder mantenerse en el país cuando se apruebe para “tener su oportunidad”.

SEXTA PARADA: EL DILEMA DE CHUNGUNGO.

Desde el pueblo de La Higuera hasta Chungungo es una hora de viaje por pendientes y curvas que llevan a la costa. Cuando llegamos a la Caleta trabajadores admitieron que están preocupados. La minera CAP ya tiene contemplado el Puerto de Cruz Grande, y Dominga vendría a instalarse muy cerca.

Esta situación complica a los pescadores, según expresa Ricardo Dubó, quien vive en Chungungo desde 1972. “Con dos puertos encima no tenemos nada que hacer”, dice, con rabia, mientras levanta una malla de mariscos para transportarla en su camioneta.

Asegura que desde Andes Iron hasta ahora no les han ofrecido nada concreto para compensar. “Han tenido reuniones con algunos, pero aquí hay mucha gente que no está de acuerdo y deberían respetarla también, porque somos gente de mar”, asevera el pescador.

PUEBLO QUE ESPERA.

Dejamos la caleta y cuando subimos al pueblo lo encontramos dividido. Existe una mezcla de indiferencia que se inclina a favor de la compañía Andes Iron.

Quien no tiene dudas es Daisy Sasmaya, “nacida y criada en Chungungo”. Afirma que con los recursos marinos son pocos los que ganan debido a que existen áreas de manejo, pero que los demás no tienen ninguna otra opción laboral. “Si tú te das cuenta, acá somos puros viejos. Los jóvenes se tienen que ir porque la mar ya no está dando y también pasa que la gente joven no quiere trabajar en eso”, sostiene.

Eso sí, admite que están divididos. “No todos están de acuerdo, pero creo que al final va a terminar primando lo mejor para todos”, indica Daisy, optimista.

Sentados viendo caer la tarde encontramos a Diógenes Morales, otro habitante de toda la vida. Sabio, se pone en ambos planos. Por una parte entiende la necesidad de generar fuentes laborales para los más jóvenes, pero cree que los pescadores están en su derecho de oponerse a lo que consideran les va a afectar. “Aquí todos defienden sus intereses. No creo en los ambientalistas, pero sí en los pescadores porque igual acá les están poniendo dos puertos gigantes. Hay que ver la forma en que nadie salga perjudicado”, asevera, mientras a su lado, un amigo lee atentamente diario El Día, que en esa edición destaca las acciones de la ONG OCÉANA, que llevó “el caso Dominga” a la Corte Suprema.

SÉPTIMA PARADA: TOTORALILLO NORTE EXPECTANTE

Cuando llegamos a Totoralillo Norte a eso de las 17:00 horas, parecía un pueblo fantasma. Casa por casa, intentamos encontrar a alguien por largos minutos, pero no había nadie. En el muelle, que desde hace poco cuenta con nuevas y modernas instalaciones ocupadas por los 36 trabajadores del mar que laboran en la pesca y el buceo, sólo quedaban rastros de lo que probablemente fue la jornada de trabajo matinal, pero ni un alma.

El poblado es fundamental en el desarrollo del proyecto. Será en este lugar donde se emplazará el terminal de embarque que recibirá entre cuatro y seis buques al mes con la carga de mineral.

Muchos aseguran que con esto la actividad pesquera en este sector terminará definitivamente. Sin embargo, según cuenta Jesús Godoy, la única persona que encontramos el día de nuestro viaje, la mayoría de los pescadores no está preocupado ya que trabajan en Caleta Los Hornos, y además, dice el también trabajador del mar, esperan que la compañía compense cualquier daño que pueda causar. “Si perjudica por un lado, tendrá que beneficiarnos por otro. Aquí hay opiniones divididas eso sí,  pero por ese lado no nos preocupa el tema, y estamos expectantes”, relata.

OCTAVA PARADA: EN CALETA LOS HORNOS PONEN TODO EN LA BALANZA.

De vuelta a La Serena, Caleta Los Hornos es la última parada. Con casi 600 habitantes sus actividades económicas son principalmente la pesca y la extracción de mariscos.

Llaman la atención los rayados en los muros como expresión popular en contra del proyecto minero- portuario, algo similar a lo que encontramos en Punta de Choros, al comienzo del recorrido.

De inmediato vamos al muelle donde todavía, pese a la fría brisa costera, algunos pescadores siguen trabajando. Uno de ellos es Gabriel Collao, buzo mariscador de toda la vida, quien asegura no estar totalmente en contra de la minera, pero que tampoco puede apoyarla totalmente. Sabe que en su gremio hay un grupo radicalizado pero que hay que analizar las ventajas y desventajas, y ver la realidad. En esa línea admite que la pesca se vuelve cada vez menos lucrativa. “De partida hay muchas limitantes. Ni siquiera puedes tener dos embarcaciones, sólo puedes tener una entonces progresar es imposible. Sólo se trata de subsistir”, reflexiona.

Bajo esa lógica, cree que, en definitiva, Dominga sería positivo en términos laborales para los hijos y los nietos de quienes hoy viven del mar. “Te pongo el ejemplo de mi hijo. No está ni ahí con la pesca, nunca trabajará en eso. Entonces qué tiene que hacer. ¿Irse de acá? Yo creo que no”, manifiesta.

Pero por otro lado también sostiene hay mucho de “comodidad” en quienes apoyan el proyecto, ya que, según percibe, “están esperando que la empresa llegue y les solucione todos los problemas, pero eso no es así. Al principio todo es bonito, pero después la minera se quedará sólo con los que le sirven, porque es una empresa”, asegura, en un tono crítico Collao.

A unos metros de don Gabriel, Mercedes Yáñez ocupa la tarde pescando con una lienza. Lo hace más que nada por diversión, ya que ama el lugar donde vive y es totalmente detractora de la iniciativa de Andes Iron. Y claro, su posición está marcada por sus circunstancias, como en la mayoría de los casos. “Yo sé que hay gente que apoya, pero no piensan en lo que va a pasar con la gente de mar”, asegura, sin cesar en sus intentos por pescar algo ya tan entrada la tarde.

RESPETO AL ECOSISTEMA

Constanza Cortés y Gabriel Díaz venían saliendo de un negocio cuando los abordamos. La pareja que pronto tendrá a su primer hijo está cociente que la empresa traerá desarrollo económico, pero es escéptica respecto a que los reales beneficiados sean los habitantes de la zona. “Es difícil poner a trabajar en una minera a gente que toda la vida ha subsistido del mar”, expresa Constanza, y Gabriel asiente con la cabeza.

Sin ser ambientalista, cree que las pérdidas para el ecosistema, aunque sean mínimas, deben relevarse de igual manera que lo económico. La joven, siendo del pueblo de La Higuera y con una familia completa que apoya el proyecto asegura que “existen cosas que no tienen precio” y se dio cuenta cuando tuvo la oportunidad de bucear por primera vez en Caleta Los Hornos. “Yo estudio Ingeniería Civil Industrial y a futuro tal vez me vea beneficiada con Dominga, pero lo que te puedo decir ahora es que tener la oportunidad de estar bajo el mar y ver especies que nunca has visto es impagable. Y ese es mi gran miedo, que por más mitigaciones que se hagan, en algunos sectores de la comuna ya nada vuelva a ser como antes”, aseveró Constanza.

EL FINAL, EL SILENCIO

Tal como percibimos en gran parte de los lugares que visitamos, las visiones siempre están divididas en Caleta Los Hornos y existe temor a expresarse abiertamente a favor. Caminando por la calle principal encontramos a personas que esperan con ansias que la minera logre su aprobación, pero no lo dicen públicamente. “Para qué hacerse problemas”, señalan.  

Es así. Nadie nos lo contó, lo vivimos en terreno, pueblo por pueblo. En el corazón mismo del conflicto, del choque de ideas que hoy divide a una zona cuyos habitantes sólo esperan progreso y salir del estancamiento económico, pero que chocan con intereses externos que impiden un consenso real entre quienes, al final del día, quieren exactamente lo mismo. 4601iR

PROCESO LEGAL EN CURSO

Fue el pasado miércoles y de acuerdo a lo programado, cuando Océana y otros cinco abogados presentaron un recurso de casación ante la Corte Suprema en contra de Dominga, en representación de organizaciones locales de La Higuera y de particulares que participaron como observantes en la evaluación del proyecto, y como terceros interesados ante el Tribunal Ambiental. Entre ellas se encuentran la Asociación Gremial de Mariscadores y Pescadores de Los Choros; el Movimiento en Defensa del Medio Ambiente de La Higuera (MODEMA), el Comité de Agua Potable Rural Los Choros y la Asociación de Pequeños Propietarios Agrícolas de Los Choros.

El recurso busca dejar sin efecto la sentencia del Tribunal Ambiental que ordenó retrotraer el proyecto al momento de votación en la Comisión de Evaluación Ambiental de Coquimbo.

Se espera que no en menos de seis meses se tengan novedades en torno al dictamen de la Corte Suprema, si esta decide acoger los recursos.

 

CRONOLOGÍA:

- Enero de 2011:

Andes Iron inicia un proceso participativo en la comuna de La Higuera para mostrar el proyecto

- Septiembre de 2013:

Andes Iron ingresa al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) su Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del Proyecto Minero Portuario Dominga.

- Febrero de 2014:

La Comisión Regional del Uso del Borde Costero (CRUBC) aprobó ampliar su concesión marítima, con lo cual se dio la autorización para la construcción del puerto.

- Entre 2014 y 2016:

El proyecto pasa por un exhaustivo proceso de estudios ambientales, período en el que se ingresan distintos Informes Consolidados al SEA, Pronunciamientos por parte de autoridades competentes y Adendas con consideraciones sobre el proceso.

- Febrero de 2017:

El Servicio de Evaluación Ambiental, (SEA), de la región de Coquimbo recomendó aprobar el estudio de impacto ambiental.

- Marzo de 2017:

Comité de Evaluación integrado por 12 autoridades regionales rechaza la Resolución de Calificación Ambiental (RCA) Dominga.

- Mayo de 2017:

Empresa Andes Iron apela decisión del Consejo de Evaluación regional ante Consejo de Ministros.

- Agosto de 2017:

Comité de Ministros vota el proyecto Dominga.

- Diciembre 2017:

Tribunal Ambiental admite reclamación que busca revertir el rechazo a proyecto Dominga.

- Enero 2018:

Se realiza la primera audiencia en el tribunal en torno al megaproyecto minero.

- Febrero 2018:

1° Tribunal Ambiental decreta visita inspectiva a La Higuera para conocer en terreno los alcances del proyecto.

- Marzo 2018

Tribunal Ambiental llama a proceso de conciliación, pero Servicio de Evaluación Ambiental le quita el piso y exige fallo en torno al proyecto.

- Mayo de 2018:

1° Tribunal Ambiental falla a favor de Dominga, ordenando retrotraer el proyecto al momento de votación en la Comisión de Evaluación Ambiental de Coquimbo.

- Mayo de 2018:

Océana presenta recurso de casación ante la Corte Suprema para intentar revertir dictamen del 1° Tribunal Ambiental y frenar el proyecto minero portuario.

 

 

Humberto Díaz, vive en Punta de Choros y ve a la Minera como una franca amenaza.

El pescador Mauricio Carrasco está convencido que si la mina se instala perderán el recurso marino del cual han vivido y ahuyentarán al turismo.

Olga Castillo, Víctor Pastén y su pequeño hijo Bruno también se aferran a la posibilidad de que se concrete el proyecto minero y no tener que emigrar de Punta Colorada.

 

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