Hasta ahora, pareciera ser que los esfuerzos han estado centrados en los sectores urbanos de la conurbación. Desde el miércoles 29, cuando el reloj marcó las 22:00 horas comenzó a regir la cuarentena total en las comunas de La Serena y Coquimbo, el despliegue de las Fuerzas Armadas y de Orden en el territorio ha sido intenso, particularmente en los sectores céntricos.
Claro, además de que nadie entre ni salga de estas ciudades, a no ser que cuente con la autorización respectiva, la fiscalización al interior de éstas debe ser incesante para que la medida del confinamiento obligatorio finalmente dé los resultados que todos esperan y no se prolongue indeterminadamente.
Buen trabajo
Las primeras jornadas -jueves, viernes y sábado- fueron positivas, y como único incidente de importancia, el día de ayer se registró la interrupción de funcionamiento de la feria de La Antena en La Serena, pero no pasó a mayores.
Ha existido una gran cantidad de controles, y pocos detenidos en relación al número de fiscalizados. Todo pareciera ir bien encaminado, y aunque nadie se confía, de hecho, existe consenso en que la cuarentena duraría más de dos semanas, el trabajo planificado que se está realizando es valorado trasversalmente.
Flancos abiertos
Pero existirían flancos abiertos. ¿Qué pasa en las localidades rurales y sectores que están más alejados? Hicimos un recorrido por algunos de ellos y nos encontramos con una realidad muy diferente a la que se vive en las zonas neurálgicas de la conurbación.
La ciudad puerto tiene dos sectores del borde costero que sobresalen en cantidad de residentes. Se trata de Guanaqueros y Tongoy, donde también han existido casos de Covid positivo y se encuentran en cuarentena. Sin embargo, las personas parecen no darse por aludidas y la información respecto al confinamiento es escasa.
Primero fuimos a Guanaqueros. El día viernes se ve poca gente circulando, pero según afirman los vecinos, “aquí siempre es así, con o sin cuarentena”. Sentado en las afueras de un negocio de abarrotes, Osvaldo Zambra, cuenta que el cambio “no se ha notado”. Eso sí, él mantiene un permiso para salir a ver su embarcación ya que se dedica al rubro de la pesca, y está convencido de que con el mismo documento puede transitar libremente, realizar compras, y cualquier tipo de actividad durante el día. “Se supone que esto me sirve (el papel). A mí nadie me ha dicho nada, sólo sé que se me termina en 5 días y ahí tengo que ir a renovarlo de nuevo”, dice don Osvaldo, confiado.
Cuando le manifestamos, que para efectuar otras cosas requiere otro tipo de documentación, se muestra escéptico, confía en que no será fiscalizado y se justifica diciendo que en cualquier caso, él vive solo, y debe salir para poder subsistir. “No tengo quien me haga las compras, tengo que ir a comprar el pan, porque no voy a estar comiendo pan duro. Ahora, si me llevan las cosas a la casa, yo me quedo en la casa, pero no lo puedo hacer”, expresó el hombre de 64 años.
Al interior del negocio, la dueña, María, afirma que la cuarentena se está respetando poco, por la falta de información. En todo caso, asegura, que la gente en la localidad “siempre es tranquila” porque la mayoría son adultos mayores. “Aquí cuando no es verano no se ve mucho movimiento, pero igual yo creo que la gente no sabe mucho lo que puede y lo que no puede hacer. Yo me he informado bien y le he dicho a los que me vienen a comprar que tienen que tener un permiso. De a poco la gente se va informando, porque también les advierto que si los pillan, les pueden sacar un parte”, cuenta la señora.
María tiene enfermedades crónicas, y debe acudir al Hospital de Coquimbo dos veces al mes. En julio ya le correspondió y si esto continúa, dice, “tendré que pedir el permiso especial. Ahora, lo que no sé es si voy a alcanzar a realizar todo, ni quién me va a acompañar, pero todavía tengo tiempo”, expresó. Claro, el permiso para concurrir a un recinto médico dura tres horas y entre tomar locomoción, llegar al establecimiento médico, recibir la atención y luego volver, lo más probable es que tarde más que eso.
Pero de todas formas, para tranquilidad de María, desde Carabineros, principal ente fiscalizador han asegurado que en este tipo de situaciones, primaría el criterio.
Soledad y cuarentena
La historia de Francisco Osciel es conmovedora. Tiene 82 años y vive solo en la localidad de Guanaqueros. Para él la cuarentena comenzó hace mucho tiempo ya que desde antes de la pandemia prácticamente no salía de su casa. Asegura que recibía con más frecuencia la visita de una de sus hijas, pero lamentablemente ahora, con el confinamiento obligatorio, ella sólo puede ir a dejarle la comida y a prestarle sus cuidados esenciales.
Respecto a sus trámites, como el cobro de su pensión, también lo realiza su familiar, pero hasta ahora no ha podido efectuar el proceso para solicitar el retiro del 10% de sus fondos previsionales, lo que señala, le gustaría hacer, pero no sabe utilizar internet. “No entiendo nada de eso. Lo que veo en la tele nomás, pero no sé nada de las computadoras ni celulares. Mi hija no me ha podido ayudar porque no tiene tiempo, viene a hacerme las comidas para dos tres días y se tiene que ir, ojalá alguien de la municipalidad me pudiera venir a ayudar con eso”, pide don Francisco, desde el ante jardín de su casa.
El estrés de Don Gabriel
Don Gabriel tiene 85 años. Es nacido y criado en Guanaqueros y vive junto a su señora y sus tres nietos. A él lo encontramos mirando por la ventana de su casa hacia la calle, y de inmediato nos manifestó que le encantaría poder salir, “pero con esto de la cuarentena no se puede. Ni siquiera puedo ir a ver a mi hermano que está súper enfermo”, dijo.
El hombre sabe que debe mantenerse en casa, porque si no lo podrían infraccionar, pero no está enterado de sus posibilidades como adulto mayor, que lo podrían ayudar a detener el estrés que, enfatiza, lo tiene agobiado.
“Lo que pasa es que con la cuarentena se deben resolver muchas cosas, el tema de las compras, los alimentos, el pan y parece que el permiso que te dan es muy corto, y limitado, y todavía tenemos que ver quién nos va a ir a retirar la pensión, y qué vamos a hacer para no volvernos locos encerrados”, expresó el adulto mayor, quien se sorprende cuando le informamos que al menos una de sus inquietudes es de fácil solución ya que sí puede salir a pasear tres veces a la semana (los días lunes, jueves y sábado) durante 60 minutos sin alejarse a más de 200 metros de su casa.
Lo único que necesita es su carnet de identidad y a un acompañante, que en este caso sería su señora Deysi Rojo de 59 años. “Mire, no teníamos idea de eso, y su hermano vive acá a la vuelta nomás. Lo que pasa es que como uno es viejo y no ocupa el internet no se entera de nada, y nadie anda avisando puerta por puerta pues”, finaliza Deysi.
¿Falta de fiscalización?
El viernes 31, en el tercer día de cuarentena, la feria de Tongoy (Coquimbo) concentraba prácticamente a toda la población que había solicitado permiso temporal, lo que generó que la gente se aglomerara, pese al control policial dispuesto en el acceso principal donde una patrulla con dos Carabineros efectuaba la fiscalización.
Era demasiado poco contingente tomando en cuenta que muchos de los que llegaban entraban por otros lugares, saltándose el control, en el que ni siquiera existía personal de salud para la toma de temperatura.
Claramente había personas sin autorización, y se veía a tongoyinos comprando en familia, de dos o tres personas que viven en un mismo hogar, algo totalmente contrario a lo recomendado.
Un ejemplo del mal funcionamiento de esta feria en términos de vigilancia, era la presencia de don Luis Horacio Bonilla, adulto mayor de 84 años, quien pese a su edad se encontraba realizando compras sin que nadie lo hubiese fiscalizado. Don Luis ni siquiera sabía de la cuarentena. “No tenía idea. Yo vivo con mi señora que también es adulta mayor, tiene la edad mía, pero nadie nos dijo que no se podía salir. Bueno, tendré que irme a la casa, pero primero tengo que comprar las cosas”, asegura el hombre.
Consultado respecto a cómo se organizará para los próximos días teniendo en cuenta que no sabe utilizar internet para obtener permisos temporales y que vive solo con su señora, no tiene nada planificado, y espera que alguien se acerque para que los puedan orientar. “No sé pues, si usted me dice ahora de esto y que no se puede salir más habrá que hacerlo, pero, ¿quién me va a ir a comprar, cómo pido el permiso? Ojalá vinieran a darme alguna solución”, indica don Luis.
Paulina y Marjorie iban juntas a la feria. Todo legal, ambas pidieron sus respectivos permisos pero, ¿por qué no fue sólo una de ellas si viven en el mismo sitio? Su respuesta es que, pese a que comparten espacio físico son de distintas familias y necesitaban comprar muchas cosas. “Teníamos que venir juntas, porque si no íbamos a volver muy cargadas. Lo bueno es que acá en la feria sólo se pusieron los que venden alimentos y no la gente que vende otras cosas, eso es súper positivo, aunque igual llegó harta gente”, expresa Paulina.
La Serena y la ruralidad
En la capital regional también existen flancos que, pareciera ser, quedaron abiertos en cuanto a la fiscalización y que se tendrán que solucionar mientras vayan pasando los días. En los sectores rurales de La Serena, se suscitan inconvenientes parecidos a los que hay en los balnearios porteños, poca fiscalización, desinformación, y, además, en los sitios más interiores falta de conexión a internet lo que impide que los habitantes, por ejemplo, de las majadas, puedan obtener sus permisos temporales para salir a realizar cualquier tipo de trámites.
No se requiere ir demasiado lejos, en Las Rojas, ya encontramos a personas transitando por la calle sin ningún tipo de autorización. Claro, no tienen internalizado el tener que quedarse en sus casas obligadamente y aparentemente nadie les ha ido a reforzar la idea.
Don Iván Valdivia, de 57 años es una excepción a la regla, y cuenta con su permiso para trabajar, aunque tiene dudas para qué le sirve el permiso que solicitó. “Yo pedí el permiso para trabajar, o me lo pidieron, pero para las demás cosas no sé muy bien. Parece que hay que pedir permiso hasta para ir a comprar el pan, pero aquí no se ha visto control de nada. La gente anda igual nomás, pero no es porque quieran infringir esto, yo creo que es más porque no saben mucho”, indicó el habitante del lugar. Y efectivamente, tal como le informamos, se requiere un permiso para cada trámite en específico.
Fernando Alfaro, el Minimarket Olimpo enfatiza en lo mismo. La gente va y viene sin ningún tipo de permiso. Por su parte, él si obtuvo el que le permite funcionar, pero no sabe si ese documento le sirve para desplazarse y hacer delivery. “Hice la consulta por teléfono que me dieron de Carabineros, y me recomendó que hiciera el giro de mi negocio como abastecedor, y así poder salir a repartir. Hicimos ese trámite, pero no entiendo muy bien si eso me permite hacer delivery, hay muchas dudas. Creo que deberíamos poder salir a entregar porque si no la gente va a seguir viniendo sin respetar la cuarentena y no es la idea”, expresó Alfaro.
Desconectados
Más al interior, a unos veinte minutos de Las Rojas, pasando por Cutún, está el sector de Los Perales, donde hay pequeñas majadas encontramos al joven José Andrés Rubio. Para él, quien vive junto a su pareja Andrea Bustos, siempre ha sido un problema el tema del traslado, y ahora este inconveniente se agudiza. “Por lo menos justo antes de la cuarentena pudimos abastecernos bien con alimentos, con mercadería, pero nos va a durar máximo dos semanas.
Ahí ya tendremos que volver a salir, el problema es que el permiso que dan hay que sacarlo por internet y acá no llega la señal, estamos totalmente desconectados”, cuenta Andrés.
Por tanto, dice, sí o sí tendrá que arriesgarse cuando llegue el momento de hacer la solicitud correspondiente, ya que tendrá que recorrer a pie hasta la entrada del pueblo donde logre conectarse. En ese intertanto, no tendrá ninguna autorización. “Esa es la única forma, es decir, tendré que quebrantar la cuarentena igual, pero espero que si me encuentra algún carabinero me pueda comprender”, indica.
Pero no sólo los alimentos lo tienen intranquilo. En este contexto, el no contar con un recinto de Salud cercano y estar con una conexión telefónica precaria, y nula a internet se vuelve una pesadilla debido a que su pareja sufre de asma, y le dan crisis. El joven no tiene claro qué hará si esto llega a suceder, ya que no posee vehículo y no la podría llevar a un hospital.
“Ese es un problema de siempre, que hemos tenido, pero ahora es más complejo porque no sé qué permiso necesitaría ahí para ir al hospital, ni cómo bajaría. Y lo otro, parece que estos permisos duran sólo dos horas, pero en mi caso yo me demoro una hora sólo en ir a tomar la locomoción, entonces es bien complejo. Falta harta información, y yo sé que las autoridades o ustedes la entregan pero no siempre les llega a todos”, finalizó el habitante de la majada.
Llamado a informarse
Claro está que existe mucha gente que no cuenta con toda la información necesaria, por lo mismo, desde Carabineros insisten en el llamado a ingresar a la página habilitada, comisaríavirtual.cl donde están todas las indicaciones. Además, desde la institución ya han comenzado con un plan para ir donde la población más vulnerable y facilitarles la atención y sus permisos. Aquello comenzó el día viernes, y se espera que este cuartel de asistencia móvil pueda llegar a la mayor cantidad de lugares donde las personas están teniendo inconvenientes en el contexto de la cuarentena total.