• La emprendedora coquimbana está desesperada, pero a la vez resignada. Sobre sus hombros está el peso de las deudas, las pérdidas y los sueños que ya no se cumplirán.
Crédito fotografía: 
Lautaro Carmona
Hoy comienza el mes de la patria, pero no hay banderas ni guirnaldas tricolores. En medio de la pandemia y en plena cuarentena las celebraciones han pasado a un segundo plano con la suspensión definitiva de la Pampilla de Coquimbo –la más grande de Chile-, la de La Serena, y las de otras comunas de la región. ¿Los más afectados? Sin duda los trabajadores quienes año a año esperan esta fecha para instalarse con sus negocios. Nos internamos en su realidad, una que los tiene “con la soga al cuello”, endeudados y a punto de cambiar de rubro para poder subsistir.

Septiembre será diferente y en Coquimbo lo saben. El epicentro de las celebraciones de Fiestas Patrias hoy está lejos de serlo y donde año a año se congregan miles de personas para  disfrutar de la celebración más grande Chile, no habrá nada más que vacío y silencio producto de la pandemia del coronavirus que al menos en la región, no da tregua.

Los anuncios fulminantes

Fue el pasado 13 de mayo cuando a través de su cuenta de Twitter, el alcalde de Coquimbo Marcelo Pereira oficializó lo que ya se preveía. Tras analizarlo en el Concejo municipal, tomaron la decisión de cancelar el histórico evento dieciochero por motivos sanitarios asociados al Covid-19 y también como una forma de redestinar recursos a la emergencia, en términos de salud primaria y de igual forma paliar los efectos socioeconómicos que podría traer aparejado el Coronavirus. “Junto a la mayoría del Concejo municipal damos por suspendida la realización de la Pampilla de #Coquimbo ante la pandemia Covid-19 que avanza día a día, y la necesidad de destinar los recursos necesarios a nuestras comunidades y a la atención primaria de salud”, tuiteó la primera autoridad del puerto.

Sólo un par de días más tarde, el 20 de mayo, desde el municipio de La Serena hicieron lo mismo. La medida consideraba en particular los festejos de la Quebrada del Jardín, que es donde más se congregan personas en la capital regional para celebrar las fiestas patrias. ¿Las razones? Las mismas que en el puerto. No se consideró prudente este gasto de dinero “innecesario” ni tampoco, razonable realizar las celebraciones con el riesgo de contagio que existente.

Era el  golpe de gracia para un centenar de fonderos en la conurbación, que por lo general viven del comercio y que esperan esta fecha para pagar deudas y sueldos, sobre todo tras tiempos tan complejos como los que se han vivido luego del estallido social y ahora, durante todo el 2020 con la pandemia y una cuarentena total que no tiene para cuando terminar.

El vacío

Fuimos al puerto ad portas del septiembre más gris. Allí, en la Parte Alta la gente lo resiente y ve con pesimismo lo que debería ser un ambiente festivo. No hay banderas ni guirnaldas tricolores, y los terrenos de la Pampilla se ven más vacíos que nunca, sin las demarcaciones que algunos fieles coquimbanos habían efectuado, y con Carabineros de punto fijo vigilando que nadie vuelva a realizarlas.

Ingresamos al lugar y nos encontramos con dos adolescentes sentados mirando el horizonte, como rememorando algo que no ocurrirá. Flavio, de 16 años ríe nervioso y asegura estar triste por la suspensión del evento, ya que para él y para su familia siempre ha sido algo especial. “Nosotros desde chicos que nos ganamos un sitio por allá detrás del escenario, pero ahora con todo esto no tendremos esa distracción. Igual es fome porque hubiese sido una alegría para la gente de acá que lo ha pasado mal”, dice el joven, mientras su amigo le insiste en que se retiren pronto, ya que no portaban permiso alguno. Caminan apurados a sus casas.

Un poco más al interior del espacio, tres uniformados supervisan que no sigan con la demarcación de los terrenos, y precisan que desde que el alcalde decretó la ordenanza de multar a quienes lo hicieran, esto ya no se ha producido y el entorno se ha mantenido bastante tranquilo. “Creo que la gente ha entendido que no puede venir acá como todos los años y no se quiere arriesgar a tener problemas. Las multas son importantes y nosotros si llegamos a sorprender a alguien vamos a dar cuenta a los entes pertinentes”, precisaron los Carabineros, en medio de los terrenos vacíos.

El golpe más duro

Pero más allá de lo emocional, hay quienes sienten mucho más la no realización de las pampillas, porque les repercute en sus bolsillos, en sus sueños. Toda una vida realizando algo que ahora, producto de la pandemia se va al tacho de la basura. Para Patricia Olivares, son 17 años que se frenan de un plumazo, y con esto, ya no sabe si podrá salir adelante, ya que “la cosa viene mala desde hace mucho”, dice, en su local de comida ubicado en calle Melgarejo (Coquimbo) que sobrevive sólo gracias a la implementación del delivery con el que no gana más de 10 mil pesos diarios, teniendo que pagar 500 mil mensuales de arriendo.

Es franca y admite que en estos meses se le han ido los ahorros de su vida y ha tenido que despedir trabajadores, pero tenía la esperanza de que a último minuto, la decisión del alcalde se revirtiera, y la Pampilla pudiera ser un aliciente para salir adelante, para pagar las deudas que ya la tienen “con el agua hasta el cuello”. En el fondo, para levantarse. “Te juro, me da tanta pena lo que está pasando que no puedo evitar llorar. Este local ya siento que está muriendo, y la Pampilla era mi salvación, por eso cuando supimos que se cancelaba el evento sentí que el mundo se me venía abajo. Lo primero que hice fue llamar a mi hija y ahí estuvimos llorando las dos por un buen rato”, cuenta resignada Patricia, mientras una lágrima decora su mejilla rosada.

“Venga a Pasarlo Chancho”, fue el nombre que le puso la última vez a su fonda. Claro, los años anteriores le llamó “El Huaso”, pero su hija encontró que era hora de cambiarlo debido a la poca originalidad, y aparentemente fue una cábala. “Nos fue mejor que nunca, fue muy bonito. La gente concurrió mucho el año pasado, por eso que el cambio ahora va a ser demasiado grande. A eso se suma que va a quedar mucha gente sin trabajo, porque en el fondo nosotros les dábamos trabajo al menos a 15 personas. Yo te insisto, en este escenario no voy a poder seguir ni siquiera con mi negocio, voy a tener que cerrar y no sé de qué voy a vivir. Lamentablemente, este es el efecto que ha generado la pandemia en pequeños empresarios como nosotros”, contó la señora Patricia, quien hoy vive su peor momento, pero que igualmente hace un llamado a la gente para que entienda que si este virus no para, nada va a mejorar. “Es muy dramático que pese a todo sigamos viendo nuestra ciudad llena de gente, sin que nadie tome conciencia. Así, capaz que el próximo año tampoco tengamos pampilla”, finalizó.

El sueño de Graciela

Para Graciela Montecinos un septiembre sin pampilla es un sueño truncado. Pese al anuncio de mayo del alcalde ella tenía la esperanza de que algo pasara, las cosas mejoraran y septiembre llegara con la posibilidad de trabajar en lo que han laborado por más de 20 años en la fiesta coquimbana, vendiendo empanadas en su carrito, o en sociedad con alguna de las fondas más tradicionales.

Cuando llegamos a su parcela en Pan de Azúcar, donde vive junto a otras dos mujeres que trabajan en lo mismo -la venta y reparto de empanadas- su tristeza era evidente, ya que ella sí invirtió, y se preparó para recibir este 18 de septiembre. “Es terrible lo que está pasando. Nosotras nunca pensamos, nunca nos imaginamos que iba a llegar este mes y no íbamos a tener cómo recuperar toda la inversión realizada. Este año teníamos las masas compradas, adquirimos un generador para tener luz, y un furgón para poder trasladarnos con nuestras cosas. Fueron más de dos millones de pesos, pero entendimos que era la única forma de recuperar en parte lo que no se ha podido generar estos meses. Lamentablemente, apostamos y perdimos, era una opción así que ahora no podemos reclamar”, indica Graciela, cuya familia lleva más de 40 años con la tradición pampillera, el doble de lo que lleva ella.  

No saben cómo pagarán las deudas adquiridas. La cuarentena se extiende y tampoco les ha ido demasiado bien con la venta y reparto de pan y empanadas. Por lo mismo, a veces prefiere no pensar en el futuro. “No tenemos ni uno, sólo deudas”, afirma la mujer.

“Nos enteramos que no habría Pampilla por la prensa”, dice Elcira Morales, quien trabaja con Graciela. Se siente igual de afectada y afirma después de todo lo que ha pasado, tal vez nunca puedan levantarse. “Este puede ser el final. No lo sabemos, porque hay que reinventarse. No nos podemos quedar esperando algo sobre lo que no tenemos control”, precisó.

Quebrada del jardín

En La Serena la principal pampilla es la de la Quebrada del Jardín y Susana Gálvez Tabilo, es la dueña  de la fonda oficial, donde cada año las autoridades realizan la inauguración. Esta vez, nada de ello ocurrirá. Para Susana, esto implica una gran pena, pese a que sabía incluso desde antes que se anunciara la cancelación que sería poco rentable  realizar el evento, lamenta que mucha gente que trabaja con ella deje de percibir recursos que para estas fechas estaban acostumbrados a ganar. “Es complejo, porque a nadie le sobra el trabajo, y aquí hay unas 40 personas que no tendrán un ingreso que estaba garantizado (…) También es una pena por el público, porque no tendrán Fiestas Patrias como estaban acostumbrados. Por eso lo único que nos queda por hacer es cuidarnos para salir pronto de todo esto”, aseveró.

Ediles comprometen ayuda

Tanto el acalde de Coquimbo, Marcelo Pereira, como el de La Serena, Roberto Jacob lamentan lo que está ocurriendo con los fonderos, pero enfatizan en que esta suspensión tenía que realizarse por un bien mayor como lo es la salud de las personas. “Esto se canceló porque sabíamos que el Covid-19 iba a estar en su apogeo más o menos por estas fechas. La reactivación económica es importante, pero hoy nos preocupa bajar las cifras de contagios, lo que no implica que no les vamos a prestar la ayuda correspondiente a las personas que lo necesitan”, precisó Marcelo Pereira.

Por su parte el alcalde Roberto Jacob, indicó que “aquí la prioridad es la salud, ya habrá tiempo para celebrar, para poder hacer otras cosas. Obviamente que a la gente que se ve afectada económicamente la ayudaremos, analizando caso a caso. No los dejaremos solos, pero primero tenemos que lograr superar el virus”, finalizó el edil de La Serena.

Por lo pronto, a los fonderos no les queda otra alternativa que intentar aguantar, como lo han hecho hasta ahora miles de comerciantes del país y de la región, con la esperanza de que pronto, ojalá el próximo septiembre, se pueda celebrar como siempre se hizo, y que la pandemia sea sólo un mal recuerdo.

 

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