Crédito fotografía: 
Guillermo Alday
La artista plástica llegó a vivir a la caleta de Tongoy cuando era tan solo una niña. Allí, y enamorada de los colores y de la vida de “la mar”, desarrolló una potente carrera como pintora, vinculada al medio ambiente y a los recursos naturales.

Por: Camila Hidalgo

Ha sido un ir y venir. La primera vez, la llegada a la icónica caleta de la Región de Coquimbo fue de la mano de sus padres, cuando tenía tan solo un año.

Su padre, Luis Hernández Parker, de profesión periodista, vio en Tongoy el paraíso en la tierra. De este modo, el clima semiárido, las quebradas, y el promontorio donde se instalaron los primeros habitantes de la bahía, se transformaron en el primer hogar de la artista. 

“Yo tengo un nexo con Tongoy muy fuerte. Yo considero que Tongoy es mi segundo o primer hogar”, cuenta Paula Hernàndez. 

Sin embargo, tras este primer paso por Tongoy, la artista volvió a Santiago (donde nació en 1961) para seguir estudios de arte. Primero en la Escuela Experimental Artística de Educación, y luego en la Escuela de Arte de la Pontificia Universidad Católica de Chile. 

“Ya en 1984 me vine a vivir acá con mi familia, con mis hijas y mi marido, y dejé mis estudios de arte y con eso mi relación con el arte, que era un tanto más conceptual o de alguna manera “más urbana”, y me encuentro con el color y con la vida de los pescadores. Eso me maravilló y así empecé con la pintura de frentón”, enfatiza.

La serie "Catástrofe del Paraíso" incluye obras sobre el desastre que provocó el tsunami del 2015 en la localidad de Tongoy. Foto: Guillermo Alday

En ese entonces, y según la artista que previo a radicarse en Tongoy hacía grabados y derivados de grabados, la caleta era mucho más salvaje y se caracterizaba por la abundancia de pescados y mariscos, los que eran compartidos por los pescadores con toda la comunidad que habitaba el pueblo. 

Fue en ese compartir la abundancia y fertilidad de la mar, donde la obra de Paula se transforma en una pintura enamorada de la luz y del color de la vida de los pescadores. Ese cambio es el que Paula menciona como el inicio de su carrera como pintora.  

Pero tras vivir 20 años ininterrumpidos en la bahía, ella tuvo que trasladarse nuevamente a Santiago. El traslado, que estuvo condicionado por motivos familiares, dio vida a la serie “Catástrofe en el Paraíso”.

El nombre de la serie no sólo denota lo que significó dejar Tongoy y enfrentarse a la urbe, sino también la clara conciencia ambiental de la artista.

“Catástrofe en el Paraíso”, la serie de pinturas intervenidas con telas, también homenajea al padre de Paula, quien la llevó por primera vez a esta bahía que se transformaría en su hogar, y quien escribió un libro del mismo nombre tras el terremoto que azotó a Valdivia en 1960.

Pero la serie se expande en el tiempo y también incluye obras que nacieron luego del tsunami que afectó a Tongoy, y a la Región de Coquimbo, el 2015.

“Cisnes”, la exposición que contiene esta y otras obras de la artista plástica, debe su nombre a la catástrofe ecológica que sucedió en el Río Cruces, en Valdivia, lugar en que murieron cientos de cisnes de cuello negro, será inaugurada el próximo 11 de enero en Tongoy. 

Paula Hernández Solimano, la pintora que se enamoró de Tongoy, ha desarrollado además con niños, talleres que ensamblan lo artístico con la sustentabilidad, con la clara intención de que sus asistentes descubran las maravillas de su entorno, lo quieran y cuiden. 

“Es una cosa de cosa de raíz, amo el mar, yo nado todos los días, amo a mi pueblo porque son gente con mucho humor. Aquí hay mucho amor, hay mucha generosidad y siento que es un muy buen lugar para sobrevivir a todos los conflictos que hay en el mundo y en el mismo Santiago”, declara Paula. 

 

 

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