En un día como hoy, pero hace exactamente 100 años, el teniente de ejército, Alejandro Bello Silva, llevó a cabo una operación aérea en la que desapareció para siempre y se convirtió en una leyenda de la aeronáutica nacional.
Para ese lunes 9 de marzo de 1914, el capitán Manuel Avalos dispuso que se realizara un raid (circuito) desde el Aeródromo de Lo Espejo en Santiago hasta Cartagena pasando por Culitrín, lugar ubicado entre Paine y San Francisco de Mostazal, y retornando a Lo Espejo.
El objetivo era que los tenientes Alejandro Bello, Julio Torres, Tucapel Ponce y el sargento Menadier pudieran sacar su título de aviador, en un vuelo que debería durar 48 horas.
De acuerdo a la bitácora, la jornada comenzó a las 5:30 am. A esa hora despegó la primera nave a cargo del teniente Torres, rumbo a la costa. Sin embargo, a poco andar, tuvo que abortar su vuelo y volver al Aeródromo Lo Espejo donde se encontró con el teniente Bello, quien también debió regresar debido a la espesura de la niebla.
En ese primer intento, Bello pilotaba un aparato Bleriot que al aterrizar, cayó en una acequia y averió su máquina, la que remplazó por un Sánchez Besa Nº 13, un aparato con escasas partes metálicas. Vistiendo su tenida especial para volar; casco, lentes, casaca de cuero y bufanda para protegerse del viento, revisó su nueva nave de ochenta caballos de fuerza. Verificó su brújula, diagnosticando que estaba todo correcto para cuando se reanudara la prueba.
Ojo desnudo
El trío de pilotos remontó vuelo nuevamente a la 9:30 horas. Bello y Ponce lograron llegar sin novedades a Culitrín.
Pese a la neblina pudieron aterrizar sin problemas. Cabe recordar que por esos años los pilotos debían volar a “ojo desnudo” pues los instrumentos de navegación eran muy precarios.
Mientras, Torres y Menadier fallaban en su segundo intento para llegar a Cartagena, este último terminó con su avión casi totalmente destruido.
Desde Culitrín, los motores se alistaban para continuar viaje hacia Cartagena a las 16:00 hora aproximadamente. Una hora más tarde, el teniente Torres despegaba desde lo Espejo, sin llegar a su destino, debiendo aterrizar de emergencia en Mallarauco, resultando ileso, pero con su avión destrozado. Con esto se sumaba el tercer aparato destruido del día.
Durante el trayecto de estos pilotos, Ponce siempre observó a Bello volando delante de él, sólo durante algunos segundos lo perdía de vista. En las cercanías de Buin, el teniente Ponce tuvo que buscar un lugar para aterrizar ya que se le acababa el combustible, así es que después de esquivar unos viñedos logró detener el aparato sin ocasionarle mayores daños. Una vez en tierra, el teniente preguntó por su amigo Bello, pero nadie pudo darle noticia de él.
Para pesar del aviador, su búsqueda no fue inmediata, porque en un primer momento se dijo que había aterrizado sano y salvo en las cercanías de Llolleo. Los primeros rescates fueron para los otros pilotos que se encontraban accidentados en distintos lugares de la zona contemplada en el raid.
La búsqueda
Al día siguiente, el capitán Avalos ordenó con urgencia la búsqueda por mar y tierra del teniente Bello. De esta manera se alertó a la policía de Melipilla, San Antonio y Cartagena la que recorrió a caballo toda la región. A su vez se solicitó la cooperación de la Armada, quien dispuso el buque “Gálvez” para rastrear el mar desde San Antonio.
Mientras ello ocurría, la desbordante imaginación de decenas de ciudadanos comenzó a hilvanar historias que jamás se pudieron comprobar. Algunos lo vieron mal herido en un fundo cercano a Llo Lleo, una mujer de Cartagena dijo haber visto caer cerca de su vivienda “un pájaro raro y enorme que hacía mucha bulla”. Incluso se llegó a decir que el cadáver de Bello había sido encontrado sin ojos. Todo fue una broma de mal gusto.
La búsqueda del aviador perdido se concentró principalmente en la zona de Melipilla, Llo Lleo, San Antonio y Cartagena.
Durante diez días, la aviación militar, a pesar de las dificultades provocadas por la neblina y las escarpadas montañas, exploró toda esa zona, arriesgando muchas veces la vida de los pilotos destinados a esta misión.
La comisión investigadora de la Escuela de Aeronáutica comunicó: “Se cree que el Teniente Bello ha caído al mar”. Por lo tanto, el 24 de marzo, el gobierno de Ramón Barros Lucos y la Escuela de Aviación Militar dieron por terminada la investigación.
Así nace el famoso dicho, “más perdido que el teniente Bello”basado en el extraviado militar, cuyo último recuerdo fue haberlo visto volar con dirección hacia la cordillera.
Expedición
Lo que muchas personas desconocen es que a partir de la década del 30 se han realizado al menos tres expediciones que buscaron dar con los restos del avión de Alejandro Bello. Dos de ellas se efectuaron a un lugar de la comuna de San Vicente de Tagua Tagua, que se conoce como la Quebrada del Diablo. Una de ellas se efectuó en julio de 1988 y fue encabezada por un grupo de taxistas y dos militares. Luego de tres días, regresaron con las manos vacías, aunque aseguraron que volverían mejor preparados.
El 30 de noviembre de 2007 se realizó la última expedición para dar con el paradero de Alejandro Bello. Esta vez, se llevó a cabo en San Antonio, en la Región del Valparaíso y fue encabezada por el piloto y presidente del Club Aéreo de San Antonio, Jorge Ponce.
“La expedición comenzó a idearse en marzo o abril del 2007, pues había que buscar financiamiento y apoyo de distintos organismos. Fue así que la Escuela de Ingenieros del Ejército ubicada en Tejas Verdes aportó con personal especialista en el manejo de radares para metales. También hubo apoyo de la Municipalidad de San Antonio, El Club Aéreo San Antonio, El Museo, el grupo ecológico Antípodas, algunos empresarios y la enorme disposición de gente voluntaria que fue seleccionada para participar. La expedición se concretó para el 30 de noviembre del 2007 y duró unos tres días”, señala Luis Valderas, de Canal 2 de San Antonio e integrante de la expedición.
Pero está búsqueda surge a partir del hallazgo de unos misteriosos fragmentos de metal remachado ocurrido el año 1976.
“Jorge Ponce, con quien me une una larga amistad, me comentó que estaban en su poder unos fragmentos de metal remachado que fueron encontrados en 1976 en el sector de La Arboleda, cercano a la localidad de Cuncumén en la comuna de San Antonio, los que quedaron al descubierto tras un enorme incendio que afectó ese lugar. Los metales quedaron guardados en una bodega en el campo, hasta que el hijo de quien los encontró se lo comentó a Ponce y le ofreció mostrarle los restos. Me dijo Ponce que inmediatamente reconoció los pedazos como restos de una aeronave, pues los remaches y aleaciones correspondían a las que se usaron en Chile durante los primeros vuelos de la aviación militar. La única forma de verificar lo autenticidad de los restos era ir hasta el lugar”, indicó Valderas.
Es así como la expedición se centró en dicho sector llamado La Arboleda. “En el presente es una quebrada llena de vegetación, donde costó mucho moverse. Hubo que aplicar machetes y encontrar algunos senderos que se habían perdido hace muchos años. Si bien el lugar no era demasiado extenso, la abundante vegetación terminó por complicar todo. No se pudo recorrer completamente y eso terminó por disminuir el entusiasmo inicial. Los radares del ejército funcionaron muy bien: aparecieron herraduras y trozos de herramientas del campo”, recordó Luis Valderas.
Lamentablemente, los resultados de la expedición no fueron los esperados. En cuanto a los restos encontrados el año 1976 varias personas, con conocimientos en estructuras de aviones validaron la teoría. Incluso por fotos llegaron a determinar que podrían ser los restos del Sánchez Besa que pilotaba el teniente Alejando Bello Silva el 9 de marzo de 1914 cuando desapareció.Se trata de piezas de aluminio y han sido examinados por ex- estructuristas de aviación, como Darwin Iglesias y Luis Frías del Centro de Mantenimiento de Golden Eagle y por diferentes Pilotos y Mecánicos.
Nueva búsqueda
En cuanto a realizar una nueva búsqueda, los integrantes del Club Aéreo de San Antonio no lo descartan, aunque aún no han definido fechas para aquello. “Este lugar está muy cerca del recorrido que originalmente debieron hacer Bello y sus compañero Tucapel Ponce y el teniente Torres que era cubrir La Cisterna - Culitrín - Cartagena. Dentro de los primeros reportes tras su desaparición siempre se cuenta el de una señora que apareció en la Estación de Trenes de Llolleo avisando que algo inmenso había caído envuelto en llamas en el campo hacia el interior. No fue tomada en cuenta inmediatamente y cuando quisieron obtener más datos ya no la pudieron ubicar. No muchos conocían los aviones en esa época. La gente del Club Aéreo sostiene que los restos hallados son de un avión, de algún accidente no reportado a comienzos del siglo pasado”, finalizó Luis Valderas.
Pese a los 100 años de ocurrida esta tragedia aérea,aún se recuerda. Es así como ayer sábado en el hangar del club Aéreo de San Antonio, que se encuentra en el Aeródromo de Santo Domingo, se ofició una misa en la que fueron invitados tanto civiles como militares.
Tercero de cuatro hermanos
••• El joven Alejandro Bello había ingresado como cadete en un curso especial de la Escuela Militar, el 27 de mayo de 1909. Catorce meses más tarde, el 4 de julio de 1910, y con 22 años, su vocación militar le permitió obtener el grado de teniente segundo de Ejército en el arma de Infantería.
Alejandro Bello Silva era hijo de José María Bello (hijo de Andrés Bello) y Ana Rosa Silva. Su infancia la vive en la ciudad de Ancud. Es el tercero entre cuatro hermanos.