La obra del más importante cronista serenense de nuestros tiempos floreció una vez más en los históricos salones del municipio de la ciudad, donde familiares, gestores culturales y autoridades se dieron cita para homenajear a quien mejor describió a “La Serena de Antaño”

La historia de los pueblos la construyen los mismos pueblos, pero son pocos los llamados a contarla con la rigurosidad y cariño con que lo hizo el periodista y profesor Fernando Moraga Acevedo. El pasado 22 de junio se llevó a cabo el lanzamiento de su libro póstumo, Juan Bohón: Fundador de La Serena y la ocasión sirvió también para homenajear a quien, según dicen, guardaba en su memoria la historia completa de una ciudad.

Perpetuando su obra

Eran casi las siete de la tarde y poco a poco el salón Ceremonial y de Protocolo del Municipio serenense se colmaba de los más destacados personajes de la comuna que rindieron tributo a quien, al decir de muchos, es el más grande cronista que ha tenido la ciudad de La Serena desde Manuel Concha.
Este libro, dado a conocer aquella tarde de viernes, vino a reivindicar a una de las figuras claves en la historia de La Serena, la de su primer fundador, Juan Bohón, quien hizo de estas tierras una ciudad, antes que lo hiciera Francisco de Aguirre, quien en 1949,por orden de Pedro de Valdivia, la refundó como San Bartolomé de La Serena.
Bohón es un personaje que, según comenta Gonzalo Ampuero, autor del prólogo del texto, “ha sido injustamente olvidado (…) y sobre él se ha tejido un halo de misterio y una leyenda en su entorno”.
“La obra estaba lista hacía como 4 ó 5 años”, comenta Arturo Volantines, presidente de la Sociedad de Acción y Creaciones Literaria (SALC), agrupación que se encargó de la edición final del texto. Sin embargo, esa permanente búsqueda de la perfección en la que Moraga siempre estuvo, había demorado la divulgación del libro, que, lamentablemente, no alcanzó a publicar en vida.
Volantines, quien además fue amigo de Moraga, tiene una opinión acerca de la poca producción literaria del cronista serenense. “Quién sabe por qué Fernando no tenía ese afán por publicar sus obras”, reflexiona el presidente de la SALC, al tiempo que agrega que “sí realizó muchas investigaciones históricas a pedido de los municipios, ahí él sí fue muy prolífico en cuanto a publicaciones”, como también lo fue en sus artículos, los que publicó por montones en distintos diarios de las regiones de Atacama y Coquimbo, donde en La Serena, particularmente, tuvo como principal tribuna a diario El Día. “Yo creo que él (Fernando Moraga), legítimamente pensaba que el escritor tenía que escribir los libros, pero otros debían publicarlos. Sin embargo, esa visión fue cambiando ya en el 2010, cuando publicó el libro El Agua: Pasado, Presente y Futuro”, cuenta Volantines.

Un multifacético por excelencia

Más allá de la importancia del último libro publicado y del homenaje que significó su lanzamiento de manera póstuma, el legado de Moraga Acevedo resulta incalculable, y no se enmarca sólo en la investigación histórica, sino también en diversos ámbitos del quehacer humano.
Historiador, profesor, dibujante, actor, periodista, publicista. En todos estos campos intervino Moraga y marcó pauta en cada uno de ellos.
“Y es que fueron pocas las cosas que le faltó por hacer a Fernando”, comenta su viuda, Loreto Cruz, mujer que acompañó al cronista durante más de 20 años. “Para mí, y en esto mucha gente coincide, él era un pequeño Da Vinci, ya que destacaba en casi todos los ámbitos. Incluso en sus últimos días, me comentó que quería incursionar en la música. Despertaba por las noches y me decía que soñaba con partituras (…). Yo creo que si estuviese vivo, lo más probable es que estaría componiendo”, indica la mujer con evidente emoción.
Sin embargo, su primer y más grande amor fue la historia -o más ben la investigación histórica-, actividad que llevó a cabo desde su más temprana juventud, primero en la ciudad de Osorno, en el Colegio Verbo Divino, donde ya destacaba entre sus compañeros por su inusual conocimiento de acontecimientos pasados que el común de la gente y deslumbraba a sus profesores por la facilidad que tenía parra narrar estos hechos. Luego, ya instalado en La Serena, donde arribó siendo un adolescente, continuó desarrollando sus investigaciones.
Es en Santiago, ciudad a la cual se traslada en 1958, donde desarrolla su faceta como hombre de escenarios, ingresando a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, aprendiendo la técnica dramática, expresión corporal y dirección teatral. Moraga desde pequeño manifestó su afición por el arte y desarrolló particularmente la técnica del dibujo, pero su paso por las artes escénicas es poco conocido. Fue este amor por el arte lo que lo llevó por esos años a trabajar codo a codo con Jorge Peña Hen en la Sociedad Juan Sebastián Bach, desde donde, finalizando los años ‘50 y comenzando la década del ’60, dirigió los famosos retablos navideños en la Plaza de Armas.
A partir de 1975 se concentró nuevamente en la investigación histórica, enfocado en la Región de Coquimbo, donde era común verlo por las calles de La Serena con su libreta en la mano, anotando todo aquello que le pudiese servir para sus escritos.
Su labor periodística en la región la desarrolló fundamentalmente en diario El Día, donde de reportero llegó a ser subdirector.

Su familia lo recuerda

Han pasado casi dos años desde la repentina muerte de Fernando Moraga. Sin embargo, para su familia, el cronista sigue acompañándolos día a día. El living de su casa lo decoran decenas de premios que en vida recibió, destacando las tres medallas entregadas por el municipio de La Serena en 1990, 2000 y 2003, por su aporte a la comuna. Además lucen distinciones, como la recibida en 1969 de parte de la Sociedad Francisco de Aguirre como “El Hombre del Año”, y otras tantas que amablemente, su viuda Loreto Cruz nos muestra.
Al hablar de Fernando Moraga, los ojos de Loreto Cruz, paulatinamente se van llenando de lágrimas, la melancolía a veces la derrota, pero dice sentirse satisfecha ya que para ella el cronista sí recibió el reconocimiento que merecía en vida y, además, con el lanzamiento de su obra póstuma en el mes de junio, se perpetúa el legado. “El día del lanzamiento de su libro yo me emocioné, porque vi trabajar a Fernando. Yo vi como él se quemaba las pestañas, no sólo en ese trabajo sino que toda la vida y me da gusto que ahora puedan leer su obra”, cuenta.
Para ella, su relación con Moraga fue algo mágico, de principio a fin, y con cierta reticencia cuenta un hecho que dice haberlo relatado muy pocas veces. “Tú vas a pensar que yo estoy loca”, comenta, “pero la gente de La Serena y los que somos del valle somos un poco místicos. Yo a Fernando lo conocí a los 15 años cuando vi un artículo de él en el diario. No sabía bien quien era, pero desde el momento en que lo leí sentí que estaba destinada a pasar el resto de mi vida con él”. Y razón tenía, pues cuatro años más tarde y sin importar la diferencia de edad se casaron y se mantuvieron juntos hasta aquel triste miércoles 6 de octubre del 2010, cuando Fernando Moraga, víctima de infarto, se desvaneciera en pleno centro de la ciudad que más amaba y a la que más conocía.  

 

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