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La abogada conversó con Diario El Día sobre su carrera en televisión de la mano de “La Jueza”, proyecto que lleva diez años al aire

Como cada jueves, Carmen Gloria Arroyo llegó a Chilevisión para desarrollar una larga jornada, ya que deberá grabar cinco capítulos de su programa en el mismo día. Entre tanto ajetreo, Arroyo nos recibe en el camarín número uno del canal ubicado en Machasa, donde guarda sus cambios de ropa y descansa entre cada caso, dado que algunos, incluso, se extienden por más de una hora, a pesar de que en televisión sólo se emite un porcentaje de este.

Posterior al caso Spiniak le ofrecen el proyecto de “La Jueza”, ¿cómo fue el acercamiento con la TV?

“Yo había terminado el caso Spiniak y empezó a perseguirme una productora para contarme de un proyecto de TV que tenía. Yo pensé que era una participación como panelista, porque había estado yendo a otros programas. La productora fue bien insistente y cuando logró explicarme el proyecto, me llamó la atención, además llegó en la etapa en que yo estaba recién separada, partiendo desde cero con mis tres hijos, con una situación económica muy mala, entonces era un ingreso extra, bueno y estable. Dije ‘me embarco por un par de años y me salgo’. Ese fue mi primer pensamiento. Textual dije un ‘un par de años’ y ya han pasado diez”.

¿Había temor de comenzar a trabajar en TV?

“Sí, sí había, por eso yo decía que sería un par de años. Hay mucho prejuicio. Yo estaba bien posicionada como abogado en un círculo bien de elite, con toda la humildad del mundo, gracias a los resultados que había tenido en mis gestiones judiciales, y era arriesgar todo eso, porque existe prejuicio en contra de la TV. Al final dije ‘nadie le va a dar de comer a mis hijos, ni creo que voy a perder neuronas por entrar a la TV. ¡Lo hago!’. Me preocupo siempre de ceñirme lo más que puedo a mi profesión, de tomármelo todo súper en serio, de que no sean casos actuados, ni nada por el estilo; que tengan un contexto y repercusiones legales y ojalá que ayuden a la gente concretamente en tribunales. Lo hemos logrado, ha sido una buena dupla la seriedad con que se toma la carrera profesional, pero ejercida a través de la TV”.

¿Consumía este formato anteriormente?

“Nada, consumía muy poca TV, nunca me ha gustado mucho porque soy bastante inquieta, entonces no aguanto mucho rato frente a un televisor, pero no por un prejuicio, porque tampoco veo teleseries, hay que estar mucho tiempo. Como soy muy inquieta, veo películas, ojalá cortas, que terminen en dos horas. (El formato) lo empecé a ver cuando me llamaron de CHV, pasé varias tardes viendo Caso Cerrado para tener una referencia”. 

 

Suele cuestionarse la veracidad de los casos, ¿cómo responde ante la incredulidad?

“Es normal que piensen eso, porque hay casos de otros programas, de otros países, que son, efectivamente, casos recreados. En el caso nuestro, les puedo dar certeza que son absolutamente reales las historias y las personas que las cuentan. Aquí no hay pago de por medio, es todo realidad”.

El programa cumple un rol educativo, ¿cree que hoy la gente está más instruida?

“Estoy absolutamente segura de que así es. El feedback que tengo con la gente, a través de las redes sociales, así me lo hace sentir. La gente califica al programa como educativo, hace mención de todo lo que han aprendido y yo le veo cuando llegan los litigantes y me hablan de artículos del Códigos Civil, o mujeres empoderadas que se dan cuenta que lo que están viviendo es violencia y terminan denunciándolo. He escuchado comentarios de algún abogado de la Corporación de Asistencia Judicial y la gente llega a pedir tal y tal cosa, ya saben de lo que se trata, han aprendido términos jurídicos en estos diez años. Lo encuentro maravilloso, me encanta que sea así”.

¿El programa es una instancia previa o posterior al tribunal?

“Es previa al tribunal. Cuando la persona tiene un conflicto, nos llama y nosotros ubicamos a la contraparte y en el estudio se habla del conflicto. Si las partes están en el estudio, yo voy a hacer lo imposible para tratar de que se llegue a un acuerdo, que lleguemos a un término medio que sea conveniente para las dos partes. Una vez producido ese acuerdo, se firma un documento, que es una transacción, un contrato que está validado por nuestras leyes y es parte de nuestro Código Civil, con la cual se precave un litigio eventual. Entonces nosotros redactamos este acuerdo, firman los dos y nuestra abogada tramitadora presenta esto en el tribunal”.

¿Es muy demoroso?

“No, en un par de meses ya está todo solucionado. En media hora tienen el acuerdo y en un par de meses tienen la sentencia judicial”.

Al resolver casos, de una u otra forma, cambia la vida de las personas, ¿qué siente al respecto?

“Me encanta. Nunca he perdido ese norte de tener la responsabilidad, por eso me apasiona tanto. Yo no estoy haciendo solamente un programa de TV, siempre tengo la conciencia de que lo que estoy haciendo ahí puede significar un cambio de por vida, para siempre, por eso insisto tanto. Nosotros nos demoramos una hora en grabar un caso y en TV está diez minutos, porque pedazos que son privados y se edita para hacerlo más ágil también, pero nos tomamos con toda seriedad esa responsabilidad y me gusta, me gusta mucho, sobre todo en lo que ha implicado la difusión de los derechos de la mujer, en ir hablando de cómo denunciar, qué permitir, qué no permitir… Nosotros tenemos un rol importante y lo asumimos así”.

 

¿Cómo maneja la carga emocional luego de las grabaciones?

“Soy bien transparente con la carga emocional. Muchas veces se descarga ahí mismo en el programa, porque veo casos que me emocionan de verdad y lloro, aunque trato de aguantarme, siento que, a veces, es una falta de respeto que yo me ponga a llorar si es la persona quien tiene el problema. Hay veces en que me logro aguantar y termino desahogándome en el camarín, pero lo que nunca hago es llevarme los problemas. Si puedo ayudar en algo, hago lo que tenga que hacer. Si me inspira mucha pena o mucha angustia, me desahogo acá, pero no los arrastro a la casa, ni a días posteriores… Ha habido muy pocos casos en los que nos hemos involucrado a más largo plazo, pero trato de involucrarme de forma indirecta, a través de mi equipo, no yo directamente”.

¿Es cómodo el rol de mujer ruda?

“Me acomoda, porque profesionalmente sí lo soy. En la intimidad no soy así, no ando retando a la gente por la vida, ni mucho menos gritoneando, pero en mi área profesional, ya sea en tribunales o en la TV, sí soy bien estricta conmigo misma y con el resto. Soy bien apasionada con lo que alego, con lo que me gusta”.

¿Qué le acomoda del medio televisivo?

“Me acomoda el llegar a tanta gente con lo que puedes tratar de enseñar. Tomo súper en serio el asumir esa responsabilidad y me gusta, sabiendo que lo que yo estoy diciendo va a ser escuchado por miles de chilenos y que, de repente, puedes empezar a provocar un cambio, una forma distinta de mirar las cosas. Me acomoda y me gusta mucho el rol de comunicador que implica estar en la TV”.

¿Y qué le incomoda?

“Me incomoda la exposición pública. Llevo diez años y no me acostumbro, más si se meten en mi vida privada, como con quién estoy saliendo, cuánto tiempo hemos salido, si me caso o no me caso. Entiendo que es parte del juego, pero me es extraño, me cuesta todavía. Yo creo que no me voy a acostumbrar nunca. No entiendo que me pidan una foto o un autógrafo, menos aún si yo no soy ningún artista importante”.

¿Qué emoción le generan estos 10 años de “La Jueza”?

“Me parece increíble. Cuando miro hacia atrás digo ‘¡wow, diez años!’. A los dos años traté de irme, a los cuatro años también traté de irme, porque pensaba que no iba a durar mucho. Hemos ido llenando un espacio que hacía falta, un espacio social. Nos hemos ganado la credibilidad no sólo de la audiencia, sino que también de las autoridades, hoy están viniendo ministros y alcaldes al programa, lo que permite que trabajemos en coordinación para poder prestar ayudar más concreta a la gente. Hoy el 90% de nuestros casos pasa por los Tribunales de Familia y son autorizados por los tribunales, lo que le da un contexto absolutamente concreto, real y efectivo a los problemas de la gente. Es un honor trabajar en este programa, nosotros, como equipo, lo tomamos así, sentimos que hacemos un trabajo realmente importante y lo asumimos con esa responsabilidad. Nos sentimos orgullosos de estar haciendo un programa de TV que entretiene, que tiene una buena teleaudiencia, pero que además presta una ayuda real y concreta”.

El programa cuenta con una audiencia fiel, ¿cómo recibe el apoyo y respaldo constante del público?

“Lo agradezco con toda la humildad del mundo, de verdad, de corazón. Me emociona escuchar cómo la gente que es fiel seguidora del programa me ha llegado a conocer, a través de lo que hablamos en el programa, de la forma en que tratamos los casos. Pueden adivinar lo que pienso, saben cómo soy y lo que voy a decir. Es sentirse como en familia con gente extraña, que nunca te ha visto en la vida, pero te pueden llegar a conocer a tal profundidad. Siento que de verdad me conocen, no que es una cosa de mi imaginación, sino que es real. Yo dejo exponer mucho mi intimidad en el programa, porque creo que vale la pena, porque me pongo en los zapatos del otro. No hablo sólo de mis conocimientos técnicos, sino que también de las cosas que a mí me han tocado vivir como mujer, eso me permite empatizar con el otro. Ese cariño emociona muchísimo y te hace sentir más responsable aún de lo que estás haciendo”.

¿Cómo es bajo el rol de madre?

“Soy estricta, pero soy también súper acogedora, converso harto con mis hijos, me preocupo de que haya una comunicación fluida, de compartir harto con ellos. Soy, también, de hartas reglas, pero reglas bien claras. Tengo una excelente relación con mis hijos, tengo unos hijos maravillosos”.

¿Qué similitud existe entre su faceta de jueza y de madre?

“La pasión, esa es una similitud, absolutamente”.

¿Y qué diferencia hay?

“Lo malgenio. En el programa reacciono mucho más rápido, soy más polvorita, porque los casos que trato me agotan la tolerancia. Si yo veo un abuso sobre un niño, ¡pa!, exploto al tiro, pero en la vida diaria es difícil que me encuentre con situaciones así, tan cotidianamente. Mi capacidad de aguante en la normalidad es bastante más grande. Para que yo me enoje, me tienen que haber jodido harto. En cambio, en el programa es mucho más rápido”.

 

 

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