Mañana se conmemoran dos años desde el fallecimiento de mi Papá, por lo que esta será una de mis columnas más especiales.

Todos de manera directa o indirecta hemos perdido a uno o más de nuestros seres queridos, así que no debería ser tan complejo percibir el objetivo de  esta publicación.

Recuerdo después de haber defendido mi proyecto de tesis universitaria, la primera persona que me dio un abrazo fue justamente mi papá; uno de esos abrazos entrañables y que pocas veces en la vida, salvo el aliento entregado por tu madre después de haber nacido, nuevamente vuelves a sentir. Lo que nunca había comprendido a pesar del cariño recibido, fueron las palabras que él me entregó: “Con tu deber has cumplido”, con un tono seco y directo. De hecho las palabras con mayor euforia no fueron precisamente las de mi papá. Pero porqué pasó esto, me pregunte muchas veces… por qué no te alegras por los logros de tus hijos si el camino para nadie fue fácil. Días con casi nada para la olla, haciendo malabares para juntar plata para el microbús, lágrimas, sudor, etc.

Hoy después de tantos años puedo decir con claridad que no fue falta de cariño y menos de preocupación. Sabía él perfectamente cuál era su rol y que debía hacer para garantizar que nada nos faltara. Así como siempre nos dijo: “Entre Dios y yo nadie se interpone, porque el que lo hace lo mato”; así también él también entendió que entre nosotros nadie podía interponerse, ya que era su rol protegernos, cuidarnos, enseñarnos, proveernos de alimento y muchas otras cosas más. El rol de un padre es proveer y eso no va a cambiar porque las leyes hoy nos digan lo contrario. Es una función divina que procede de lo más alto…

Así que, por que esperar tanto para honrar a quién o quienes hoy no nos acompañan como mi papá. Para que esperar que fallezcan, si en vida podemos retribuirles lo que muchas veces hacen por nosotros. Madres y padres que se comen lo que sobra, durmiendo mal, aguantando groseras y mezquinas faltas de respeto, hilarantes delirios de superioridad y desenfreno desmedido.

Hoy es  cuando debemos aprovecharlos y no mañana, ya que les advierto será muy tarde. Mañana la expurgación y el perdón no valdrán lo mismo. Si ellos fueron capaces de no permitir intermediarios, que nos hace superiores para hacer lo mismo. Una llamada, un mail o un wath up… tantas formas de garantizar la presencia pero que a la larga solo manifiestan ausencia.              

Como escribió un tal Gervasio:

Ojala que cuando mires a tu alrededor,

no notes que la vista se te fue,

que a la hora de tu hora o me dejen ver

el paso de los años en tu piel.

Y ojalá que en el momento del adiós

me recuerdes como te recuerdo yo.

Los ausentes hoy están más presentes que nunca, porque están en nuestros corazones. Yo por lo menos no tengo nada que reprochar, no tengo nada que perdonar ni por nada ser perdonado. Lo disfrute así como mis hijos también; lo extraño por supuesto, pero lo dejo donde debe estar y donde debe trabajar. Ruego que puedan sentir lo mismo que yo hoy siento, ya que es la única forma para poder seguir luchando y aportando.

A ti memo…

X