A propósito de la columna que presenté hace un par de semanas, y en relación al comentario de un muy buen amigo, deseo exponer y proponer que las necesidades básicas y los problemas que debe enfrentar todo ser humano, están en todos lados, independiente de su contexto de procedencia o de su nivel socio económico.

En dicha columna mencionaba la compleja tarea de hacer educación en contextos de alta vulnerabilidad, sobre todo cuando es imperioso intervenir el entorno para lograr educar.

También me hacía cargo de las típicas frustraciones con las que nos vemos enfrentados a diario, para entregar las oportunidades mínimas que esos miles de niños y niñas necesitan para salir del círculo de la miseria.

Pero entonces, solo los niños que provienen de contextos de alta vulnerabilidad tienen este tipo de problemas… me pregunto.

Definitivamente creo en la capacidad de adaptación, pero también en que los problemas son los mismos,  independiente a donde provenga la persona.

Familias uniparentales, consumo de droga, alcoholismo, maltrato, abuso, problemas de salud mental, etc. ¿Acaso eso no ocurre en la Dehesa o en las Condes?,  ¿Solo en la Villa Chiloé de la Pintana ocurren estos problemas? ¡En todos lados vemos estos casos! Y no porque los portonazos sean en el barrio alto la pobreza no les toca. Pobreza de recursos quizás no, pero si la pobreza humana, que por lo demás es peor, porque se hace y se vive a sabiendas.

Me encantaría ver en las noticias la cantidad real de abusos, maltratos, problemas asociados al consumo de alcohol o drogas de los cuales son objeto los niños y niñas que viven de escuela militar hacia la cordillera, pero aclaro no por morbo sino para sincerar lo que ocurre en la sociedad chilena actual y para develar todas las peripecias que deben hacer esos maestros para también tratar de hacer educación. Aunque aclaro, el capital cultural, el poder y el dinero siempre terminan obstruyendo el conflicto. Vemos que a lo largo de la historia, los personajes que más le han hecho daño a nuestro país, precisamente no son los chilenos que viven de plaza Italia hacia el mar. No olvidemos que la prestigiosa universidad que lidera la economía nacional hace unas cuantas décadas nos sigue entregando delincuentes de cuello y corbata. Y la otrora casa de estudios, a los correctos defensores de la libertad de esos delincuentes.

Podría asegurar con firmeza que la educación chilena hoy más que nunca pasa por un crisis existencial  y que los miles de buenos y malos educadores deben lidiar a diario con el desenfado de esos niños que son criados por sus nanas o que sencillamente deben comunicarse con sus progenitores vía video conferencia.

Un niño que no sabe si cuando llegue a casa va a encontrar la comida caliente, un abrazo de madre preocupada, una buena conversación sobre el periodo menstrual, sobre la pubertad, sobre el partido de fútbol, sobre las caricias inapropiadas que le dio su confesor, sobre las ofensas recibidas por no tenerla cerca… a ese niño o niña también hay que educarlo, pero tal como lo mencioné anteriormente no de experiencias de conocimiento, sino de cómo puede llegar a ser un buen padre o una buena madre, un mejor ciudadano y no un despiadado delincuente de cuello y corbata.

Entonces: ¿Los problemas son los mismos?, por supuesto que sí. Son los mismos pero en condiciones distintas y lamentablemente con una culpa mayor, ya que saben completamente el daño que les están causando.   

Así que no podemos olvidar que en el baño desechamos todos lo mismo. 

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