La columna de hoy adelanto quizás ofenderá a algunos, pero de verdad mi intención es justamente esa. Llamar la atención de quienes no aprecian el esfuerzo, o sencillamente las cosas que pasan a su alrededor no les afecta en lo absoluto.

El día jueves mientras, finalizábamos una  junta de trabajo con la agencia de la calidad de la educación, uno de los asesores me miró fijamente y me dijo: “No te aceleres demasiado”.  Esto es lo mismo que decir: “Baja las revoluciones” según mi punto de vista. Al comienzo lo tomé como una preocupación por mi estado de salud o algo parecido.  Pero con el tiempo he logrado comprender que la frase tenía que ver con una cuestión más simple de lo que pensaba. El llamado de atención tiene que ver con una cuestión cultural. Para que te esfuerzas por algo que va a continuar igual… o si nací pobre moriré pobre. Y como sé que esto lo ven o lo escuchan a diario en más de alguna ocasión, lo tomaré como una cuestión de carácter cultural.

Por ejemplo, hace algunos años tuve la maravillosa oportunidad de servir en un cargo de responsabilidad religiosa en conjunto con un grupo de consagradas personas.  Los números al comienzo no nos favorecían en absoluto. Teníamos que improvisar muchas veces para cumplir con los mínimos compromisos, porque es necesario recordad que en cuestiones de fe, las personas siempre son las perjudicadas. La tarea administrativa nunca es lo importante si las necesidades “espirituales” son las que están en juego.

Con mucho trabajo, visitando y  sobre todo escuchando a las personas logramos revertir esta situación. Aumentó la asistencia y la actividad. El compromiso fue asumido por más personas, por lo que las cosas comenzaron a cambiar. Mientras más problemas veíamos, más personas se involucraban para ayudar. Cuando estábamos mejor, y a pesar de algunas dificultades una persona se acercó y me dijo: “Su problema es que es muy impetuoso”. En términos simples: “Baje las revoluciones”

Como no comparar este episodio de mí vida cuando ocurren situaciones como la del día jueves,  si al parecer el problema está centrado en la incapacidad más que en la capacidad de superación. Considerando que es tu ente rector quién te dice baja las revoluciones.

Cuando una institución por más de  una década funciona haciendo y logrando lo mismo, no debiese hacer algún tipo de cambio… yo me pregunto. Es más, si al cabo de un par de años los resultados no son satisfactorios ya debería hacer modificaciones.

Las cosas resultan desgastantes cuando ves que el carro lo tiran pocos y si a eso sumamos los lastres típicos del sistema público. Pueden ser personas o instituciones, y esto de verdad da igual cuando te permiten hacer la pega, pero de manera limitada.

De seguro yo sería un perfecto burócrata en los países desarrollados. Pero como el tuerto es rey en el país de los ciegos… que más podríamos esperar de esta sociedad que todo lo cuestiona, todo lo subvalora y que lamentablemente todo lo entorpece.

Para aquellos que crecen día a día profesionalmente: “Dediquen sus esfuerzos a emprender”, ya que apatronados no van a poder salir del círculo vicioso de la mediocridad y el menosprecio. Para los que queremos resistir, paciencia que la sobre calificación siempre será el impedimento para mejorar y alcanzar el potencial esperado. En términos simples nos vamos a dar siempre más de una vuelta para llegar a la meta. Así que tendremos que seguir conviviendo en este sistema que nos acoge con generosidad, pero con “lastres” que no piensan en el bien común, sino que en el bien individual.

No debemos bajar los brazos esperando que cambie desde afuera, ya que podemos establecer bases mínimas desde adentro para ir en contra del sistema. Tal como lo hacen los salmones viajando en contra de la corriente para asegurar la especie.

A los que les da lo mismo, a los mediocres que siempre se quejan que no se puede o a los murmuradores que aportan nada, sino que matan el espíritu de miles de niños y niñas les digo: Sigan así… no hagan absolutamente nada. Pero nos encontraremos en el futuro, nos veremos cara a cara y sabrán que tienen culpa y el alma sucia. Sí, culpa por haber intentado castrar mi alma, pero con la certeza que de que nunca lo  conseguirán.

El tiempo nos está dando la razón, ya que los números hoy nos están favoreciendo…

“Lo fácil aburre, lo difícil atrae, lo complicado sucede y lo imposible enamora”, Paulo Coelho.

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