Convengamos en que una cuestión es adscribirse a la sostenibilidad a partir de los principios corporativos y otra, diametralmente distinta, es llevar dicha declaración a la práctica. Recordemos que este gran paraguas paradigmático es principalmente un 'llamamiento a la acción'. De hecho, cuando una organización integra la sostenibilidad a su quehacer, está derechamente asumiendo su responsabilidad en la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) o, al menos, a aquellos que sean coherentes con su plan de desarrollo estratégico o agenda corporativa. Ahora bien, desde la perspectiva de la cultura organizacional, es posible observar numerosas buenas prácticas que conducen al cambio transformacional y que apoyan la integración de este paradigma en los negocios, tales como, talleres de sensibilización, capacitación, utilización del conocimiento e inspiración. Ésta última normalmente se recibe mediante las relaciones con los expertos externos y la inteligencia interna, que necesariamente debe ser explorada y explotada.
Por otra parte, para operativizar la sostenibilidad, muchas compañías han establecido consejos, juntas, comités o grupos de interés, integrados por personas de diferentes áreas, pues en materia de sostenibilidad, 'todos contamos'. En algunos casos, las estructuras de gobierno también pueden incluir una instancia, a nivel de junta directiva. Como vemos, todo lo anterior son indicadores objetivos de estrategias de intervención e impulsores de espacios clave para el análisis y la reflexión, que constituyen factores críticos de éxito para cualquier iniciativa de sostenibilidad corporativa, especialmente cuando se ésta en las primeras etapas de la integración empresarial.
Claramente, la sostenibilidad no puede ser gestionada de manera aislada, como 'Toribio el náufrago'. Este principio rector lo aprendí de un amigo de la Red de campus sustentable de Chile y de mis interacciones en AASHE e ISSP. Es más, en una encuesta del 2014, con una muestra de 90% de 38.000 ejecutivos, gerentes y líderes de opinión, se encuentra que un abordaje eficaz de los temas de sostenibilidad supone la convocatoria de muchos colaboradores y socios estratégicos (stakeholders). En efecto, esta apreciación del valor de la colaboración debiera construirse, de manera explícita, considerando el marco de los 17 ODS. En este contexto, las compañías podrían explorar, al menos, tres tipos de asociaciones:
- Asociaciones de cadena de valor;
- Iniciativas de la industria; y
- Asociaciones de múltiples partes interesadas (stakeholders)
Por cierto, la construcción de alianzas eficaces de desarrollo sostenible requiere de un alto grado de compromiso por parte de quienes estamos interesados y motivados por el cambio transformacional. En este sentido, observo los siguientes objetivos elementales:
- aprovechar las competencias de los socios;
- despolitizar los proyectos;
- reconocer las ideas de los demás y su crédito respectivo;
- desarrollar estructuras de gobernanza claras;
- crear un marco de seguimiento;
- establecer una sistema de métricas pertinente;
- concentrarse en los impactos;
- pronosticar necesidades de recursos futuros; y
- crear un proceso de gestión de sostenibilidad.
En síntesis, todo parece indicar que la sostenibilidad es más que una bonita declaración institucional, se trata esencialmente de un 'llamamiento a la acción'. Por tanto, para que una organización sea sostenible, se requiere abrirse al cambio y establecer alianzas estratégicas, con un diseño claro para así poder escalar.
