Hoy me está movilizando la sostenibilidad, como gran paraguas paradigmático, que está cubriendo todas mis acciones. No hace mucho, en noviembre del 2015, la sostenibilidad llegó de plano a mi vida para quedarse.
Sin lugar a dudas, la Agenda 2030 ha asignado un importante rol a las universidades: (i) responder en su función de intermediarias del saber y (ii) responder en su función de investigación y producción de conocimientos, con foco en la transformación.
A nivel contextual, todo parece indicar que nos hemos convertido en un país de gente quejumbrosa, con una actitud irresponsable y destructiva ante los problemas y el futuro sostenible, construyendo mitos, levantando pliegos de peticiones, reaccionando, exigiendo que los demás actúen, etc.
Convengamos en que una cuestión es adscribirse a la sostenibilidad a partir de los principios corporativos y otra, diametralmente distinta, es llevar dicha declaración a la práctica.
No es ninguna sorpresa observar que, en muchas partes del mundo, la tendencia sustentable en el trabajo es hacia la flexibilidad laboral.
La gran preocupación que existe hoy por el impacto que los seremos humanos estamos teniendo sobre el planeta y las implicaciones de ello para las futuras generaciones, ha llevado a muchos a destacar el rol clave que juega la educación superior para a ayudar a la humanidad a transitar hacia un fut
En materia de sustentabilidad, el mayor problema parece ser nuestra forma de pensar. De hecho, se estima que el calentamiento global y otros temas medioambientales, sociales y económicos no pueden ser resueltos sólo mediante tecnologías o políticas más eficientes.
A simple vista, parece que la época estival aumenta, de manera significativa, la población flotante de alta temporada en La Serena. Así lo confirma el masivo arribo de turistas, el cual permite aumentar en 50% las visitas al Casino, en verano (El Día, 15 de febrero de 2017).
