Octubre es el mes en que celebramos a nuestros adultos mayores. Por cierto, nuestro país, y en especial la gestión de Michelle Bachelet,  ha tenido una justificada preocupación por establecer derechos y beneficios permanentes para quienes han tenido una vida de entrega a sus familias y que con su trabajo han contribuido a un Chile próspero. Hay muchas muestras de ello: la pensión básica solidaria; las prestaciones en salud; la diversa gama de oferta turística; los centros de larga estadía, y la tipificación del delito de maltrato hacia las personas mayores,  sólo por mencionar algunos.Debemos prepararnos para entregar a nuestros adultos mayores buenas condiciones de vida, pero sobre todo el reconocimiento  y la garantía de que sus derechos humanos fundamentales son respetados y promovidos en concordancia con el derecho internacional de los derechos humanos. En tal dirección es que Chile, el día 15 de junio de 2015, firmó la Convención Interamericana Sobre la Protección de los Derechos de las Personas Mayores de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Se trata de un reconocimiento expreso que hace nuestro país a la persona mayor, en el sentido que tiene los mismos derechos humanos y libertades fundamentales que los demás grupos etarios de la sociedad, de manera que, en la medida que envejece, debe seguir disfrutando de una vida plena, independiente y autónoma, reconociendo, asimismo, su contribución participativa e inclusiva, respecto de las futuras generaciones.Como Estado parte deberemos adoptar las medidas necesarias para garantizar a la persona mayor el goce efectivo del derecho a la vida y el derecho a vivir con dignidad en la vejez hasta el fin de sus días, en igualdad de condiciones, sin discriminaciones, abandonos  ni maltratos y asumiendo las atenciones, cuidados paliativos y demás  beneficios  y prestaciones institucionales que garanticen su dignidad, bienestar, independencia y autonomía.  El desafío no es sólo jurídico e institucional, sino que también abarca a la sociedad toda, que en conjunto debemos de re-pensar la vejez como una instancia que nos enriquece desde la experiencia y el conocimiento. 

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