No es común por estos tiempos decir las cosas tal como se piensan. Las ritualidades, interpretaciones  y códigos de los relatos complejizan, desvirtúan y crean realidades distantes de los hechos. Planteo esto, a propósito de la divulgación de un mensaje transmitido en un contexto privado de adherentes, propio de un proceso trascendental para el país. Resulta paradójico que la política deba alejarse de la política, que la vocación de poder sea mirada como una posición perversa, que las confianzas de los que comparten un parámetro común de ideales se vea tan resquebrajada que finalmente se transforme en lo contrario. La aspiración a continuar ejerciendo y plasmando una visión de sociedad es tan legítimo y propio de la actividad política que mencionarlo es de Perogrullo. Sin embargo, aquello hoy genera espanto, sorpresa y escozor. Desde luego que el utilizar recursos públicos del Estado para estos fines es contrario a la política, al derecho y a la democracia, y no es el caso de la situación en comento.  En este estado de las cosas resulta insólito, sorprendente y vergonzante, que en el mismo lugar en donde se planificó el trabajo para recuperar la democracia, aún existan personas que no entiendan lo que es la Lealtad y la Confianza. Valores y virtudes esenciales para continuar consolidando un Chile de transformaciones sociales. Si alguien no se siente conforme con las ideas de nuestro mundo  es de toda legitimidad emprender el camino hacia otros referentes, pero asistir teniendo otra posición y traicionar el compañerismo es un acto ilícito, una cobardía y traición, similares a la de aquellos delatores que con su felonía fueron cómplices de la más cruel de las dictaduras. Tampoco debemos equivocarnos pensando que la responsabilidad es de los medios de comunicación. El problema lo tenemos en personas que no tienen la capacidad para actuar con honor y apego a la ética. Es cobarde quien no actúa de frente y dice las cosas a la cara, es un espía quien registra y divulga a escondidas conversaciones en un círculo de confianza. Seguramente, es tan inconsciente de su obrar que hasta satisfacción debe sentir. Tarde o temprano, todos terminamos mirando a nuestros hijos o seres queridos a la cara, pero no todos tienen la misma tranquilidad de hacerlo no habiendo sido desleal.  

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